La cifra global de muertes de COVID-19 ha superado el medio millón. Para frenar la propagación de la enfermedad, se debe comprender mejor por qué algunos lugares tienen un mayor número de casos y muertes que otros.
Un factor que podría explicar parcialmente esto es la contaminación del aire.
Estudios han demostrado que la exposición a largo plazo a contaminantes como partículas finas (PM2.5), dióxido de nitrógeno (NO₂) y dióxido de azufre (SO₂) puede reducir la función pulmonar y causar enfermedades respiratorias.
También se ha demostrado que estos contaminantes causan una respuesta inflamatoria persistente incluso en los relativamente jóvenes y aumentan el riesgo de infección por virus que atacan el tracto respiratorio.
El patógeno que causa COVID-19 - SARS-CoV-2 - es uno de esos virus. Varios estudios ya han sugerido que la mala calidad del aire puede provocar en las personas un mayor riesgo de contraer el virus y un mayor riesgo de enfermedad grave y muerte.
Un estudio realizado por Matt Cole y Ceren Ozgen de la Universidad de Birmingham y Eric Strobl de la Universidad de Berna explora el vínculo entre la contaminación del aire y COVID-19.
El estudio encontró que incluso un pequeño aumento en las concentraciones de PM2.5 de 1 microgramo por metro cúbico se asocia con un aumento del 8 por ciento en la tasa de mortalidad de COVID-19.
Esta nueva investigación analizó la relación entre los casos de COVID-19 y la exposición a la contaminación del aire en los Países Bajos y descubrió que la cifra equivalente para ese país podría ser de hasta el 16.6 por ciento.
El caso inusual de los Países Bajos
Después de analizar los datos de 355 municipios holandeses, se encontró que un aumento en las concentraciones de partículas finas de 1 microgramo por metro cúbico se relacionó con un aumento de hasta 15 casos de COVID-19, cuatro ingresos hospitalarios y tres muertes.
El primer caso confirmado de COVID-19 en los Países Bajos ocurrió a fines de febrero y a fines de junio se habían identificado más de 50 mil casos. La propagación nacional de los casos de COVID-19 muestra un mayor número en las regiones del sudeste.
Inusualmente, estos puntos críticos de transmisión de enfermedades se encuentran en regiones relativamente rurales donde hay menos personas viviendo juntas.
Los medios holandeses ofrecieron una posible explicación. A finales de febrero y principios de marzo de cada año, estas zonas celebran celebraciones de carnaval que atraen a miles de personas a fiestas callejeras y desfiles y 2020 no fue la excepción, ¿Eso explica la rápida propagación de COVID-19 ahí?
Si bien es probable que las celebraciones de carnaval desempeñaron un papel importante, el patrón de casos en estas regiones sugiere que otros factores pueden ser también importantes.
Las provincias del sudeste de Brabante Septentrional y Limburgo albergan más del 63 por ciento de los 12 millones de cerdos del país y el 42 63 por ciento de sus 101 millones de pollos.
La producción ganadera intensiva produce grandes cantidades de amoníaco. Estas partículas a menudo forman una proporción significativa de partículas finas en la contaminación del aire. Las concentraciones de esto son más altas en muestras de aire del sureste de los Países Bajos.
La correlación entre estos indicadores de contaminación del aire y los casos de COVID-19 es clara, pero ¿es solo una coincidencia?
Contaminantes asociados con COVID-19
Este análisis utilizó datos de COVID-19 hasta el 5 de junio de 2020, capturando casi todo el curso conocido de la epidemia holandesa. La relación que se encontró entre la contaminación y COVID-19 existe incluso después de controlar otros factores contribuyentes, como el carnaval, la edad, la salud, los ingresos, la densidad de población y otros.
Para poner los resultados en contexto, la concentración promedio anual más alta de partículas finas en un municipio holandés es de 12.3 microgramos por metro cúbico, mientras que la más baja es de 6.9.
Si las concentraciones en el municipio más contaminado cayeran al nivel de menos contaminado, los resultados sugieren que esto conduciría a 82 casos menos, 24 ingresos hospitalarios menos y 19 muertes menos, simplemente como resultado del cambio en la contaminación.
La correlación que encontraron entre la exposición a la contaminación del aire y COVID-19 no es simplemente el resultado de la acumulación de casos de enfermedades en las grandes ciudades donde la contaminación puede ser mayor.
Después de todo, los puntos críticos de COVID-19 en los Países Bajos se encontraban en regiones relativamente rurales. Aún así, los datos a nivel de región solo pueden llegar hasta aquí. Dentro de las regiones, los niveles de contaminación y los casos de COVID-19 pueden variar considerablemente de un lugar a otro, lo que dificulta la estimación de la relación precisa entre los dos.
Ser capaz de estudiar este vínculo entre personas individuales permitirá eliminar con mayor precisión la influencia de la edad y las condiciones de salud. Pero hasta que este tipo de datos esté disponible, la evidencia de una relación entre la contaminación y COVID-19 nunca puede ser concluyente.