Buenos Aires.- Un estudio que será publicado en Environmental Research (edición de abril), revisó 134 autopsias de residentes urbanos, de entre 11 meses y 30 años de vida, y halló dos indicadores de la enfermedad en 133 de las autopsias:
"Alteraciones de las proteínas tau, que aparece modificada químicamente respecto de la normal (con más fosfatos) y acumulaciones de la beta-amiloide. La acción de ambas desestructura la arquitectura del cerebro".
Según la investigación realizada por la periodista de ciencia Claudia Mazzeo, que será publicada en SciDev.Net, eso significa que “los jóvenes ya tienen la enfermedad de Alzheimer, porque las etapas preclínicas son muy cortas, y una vez que hay presencia de tau hiperfosforilada, la cadena de eventos no se detiene”.
Lo anterior, de acuerdo con las declaraciones de la toxicóloga Lilian Calderón-Garcidueñas, autora principal del estudio, investigadora de la Universidad de Montana, Estados Unidos, y de la Universidad del Valle de México.
El estudio también encontró en el cerebro la presencia de nanopartículas fruto de la combustión, que contienen sustancias tóxicas como metales, que generan una respuesta inflamatoria, cuya prolongación en el tiempo altera el funcionamiento celular y la comunicación en el cerebro, causando neurodegeneración.
Consultada sobre la representatividad de la muestra, Calderón-Garcidueñas señaló que las autopsias incluyeron individuos desde el nivel socio-económico bajo hasta clase media (abogados, médicos, estudiantes universitarios). “Nadie se escapa de llegar al servicio médico forense. Los casos abarcaron clase media y baja, que conforma 97.5 por ciento de la población”, agregó.
Las causas de muerte de las personas incluidas en la investigación fueron accidentes, suicidio u homicidio, y las autopsias se realizaron de manera consecutiva, es decir, no seleccionadas, y en 99.25 por ciento de los casos se identificó Alzheimer.
El estudio también identificó individuos con el gen APOE4, que predispone al desarrollo de la enfermedad. “Quienes tenían el gen evidenciaron una aceleración de los marcadores de Alzheimer y mayor riesgo de cometer suicidio, probablemente debido a esa aceleración”, dice el trabajo, por lo que la autora enfatiza la necesidad de reducir la contaminación.
Especialista en anatomía patológica, neuropatología y patología ambiental, Calderón–Garcidueñas ya había demostrado en otro estudio publicado en 2019 en el Journal of Alzheimer’s Disease, que la exposición continua a los contaminantes atmosféricos afecta el rendimiento cognitivo de más de la mitad de los jóvenes residentes en ciudades mexicanas.
Ese trabajo reveló que de 571 participantes con 21 años de edad en promedio, a quienes se suministró un test conocido como Evaluación Cognitiva de Montreal (MoCA, por sus siglas en inglés), 66 por ciento presentó algún grado de deterioro cognitivo evidenciado en la capacidad de atención y concentración, las funciones ejecutivas, la memoria a corto plazo, el lenguaje, el razonamiento conceptual, el cálculo y la orientación espacial.
“Lo que llama la atención en el nuevo estudio es que en la niñez misma hayan encontrado proteínas específicas de Alzheimer, porque estamos acostumbrados a verlas en personas mayores de 60 años”, dijo María Laura Palumbo, de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (UNNOBA), Argentina, que investiga marcadores tempranos del déficit cognitivo leve, una patología que antecede al Alzheimer.
Por su parte, Ricardo Allegri, jefe de Neurología Cognitiva, Neuropsiquiatría y Neuropsicología del Instituto de Investigaciones Neurológicas FLENI, en Buenos Aires, afirmó que “la asociación entre exposición a contaminación en la Ciudad de México y la precocidad de neuropatología relacionada con Alzheimer podría ser reduccionista".
Ello, agregó, "si uno no incorpora las variantes genéticas, culturales, la baja educación, la mala alimentación, el estilo de vida, con menor cuidado de factores de riesgo vasculares (sedentarismo, obesidad, dislipidemia, entre otros), que son más altos en esta región (55 por ciento) en comparación con el promedio mundial (35 por ciento). Por eso, debería plantearse un estudio que considere la carga de cada uno de estos factores”.
“La contaminación del aire muy probablemente actúe como un factor de riesgo ‘modificable’ para el Alzheimer, al igual que la dieta rica en grasa y azúcares. La diferencia es que, en lo que respecta a la contaminación ambiental, se necesitan estudios más sistematizados para definir los mecanismos moleculares involucrados en el proceso”, dijo Laura Morelli, del Laboratorio de Envejecimiento Cerebral y Neurodegeneración de la Fundación Instituto Leloir, de Argentina.