En plena temporada de lluvias, durante el Mes del Bosque cada segundo jueves de julio México celebra el Día del Árbol, lo que toda persona nacida en este país debe saber, ya que cada una de estas plantas de tronco leñoso y fronda nos brinda no sólo oxígeno, sino una variedad de servicios ambientales sin los cuales no podríamos sobrevivir.
Hoy jueves 14 de julio es la fiesta del árbol, Día del Árbol en México desde que el 1o. de julio de 1959 el presidente Adolfo López Mateos emitiera el Decreto Presidencial, que así lo proclamó con el propósito de acrecentar y proteger los recursos forestales, considerados por él como de utilidad pública.
El documento argumenta que los ecosistemas boscosos son factores de especial importancia para el desarrollo de la agricultura, la ganadería y la industria, así como para la conservación de los suelos, la regularización de las corrientes de agua, el refugio de la fauna silvestre, la belleza del paisaje y la producción de la riqueza natural.
En la actualidad sabemos que proteger las superficies arboladas es fundamental para la vida en el planeta, ya que los árboles proporcionan servicios ambientales como la captación de agua y la producción de oxígeno; contribuyen a evitar la erosión del suelo y a disminuir los escurrimientos e inundaciones, y que al capturar y almacenar dióxido de carbono coadyuvan a mitigar el cambio climático, además de que procuran alimento y madera y resguardan miles de especies de fauna y flora.
Pero, ¿qué ha pasado con los paisajes arbolados que se conocían hace 63 años?
El artículo “México tiene una superficie total de 195 millones de hectáreas arboladas”, el portal de Fundación UNAM cita un estudio del investigador José Luis Villaseñor, quien en 2014, a partir de bases de datos y herbarios que contienen información de todas las plantas mexicanas, cifraba en 23 mil 500 las especies vegetales existentes en el país, de las cuales cerca de 4 mil 200 son arbóreas.
Si bien en México tenemos todo tipo de bosques, los mesófilos de montaña, llamados también bosques de niebla, son los que disminuyen a mayor velocidad por la deforestación que causa la tala ilegal, señaló Jorge Nieto Sotelo, especialista en biología molecular y genética de plantas del Departamento de Botánica del Instituto de Biología de la UNAM.
Precisó que “en comparación con las áreas boscosas de ese tipo que había hace cien años, hoy en día se registra menos de 10%, y de seguir con ese ritmo, en una década no habrá árboles como encinos y pinos, o helechos arborescentes”.
Destaca que lo mismo pasa con las selvas. Se estima que en Chiapas sólo queda entre 15 y 20% de la cobertura natural, el resto son ranchos ganaderos o cafetales, y en Tlaxcala solo queda 15% de la vegetación nativa, mal protegida y con muchos daños.
Aunque reconoce que todos los árboles son útiles, incluso los exóticos, recomienda fomentar la regeneración de los que son propios del territorio para que los ecosistemas no se alteren, y pide que seamos más conscientes y plantemos sólo variedades nativas. Pide “empezar a conocer la belleza propia de nuestra naturaleza, pues tenemos más de 4 mil especies arbóreas diferentes, y no hay necesidad de traer otras de lugares lejanos”.
En el boletín 2021_571 de la UNAM, Ivonne Olalde Omaña, responsable del Programa de Propagación de Plantas Nativas para Uso Urbano, del Jardín Botánico de la UNAM, se suma a esa reflexión:
“Se deben privilegiar las especies oriundas, para conservar la biodiversidad. Si quitamos una especie nativa para poner una exótica, además de perder esa especie, alteramos la red de interconexiones que hay”, afirma.
Define las especies nativas como la que crecen y se desarrollan de manera natural en una zona y se interrelacionan con plantas, polinizadores, lombrices, protozoarios, hongos, bacterias: toda la red de organismos que existen en un ecosistema.
Sin embargo, agrega la experta, “las áreas verdes urbanas son creadas artificialmente casi en su totalidad y en ellas se colocan especies exóticas que le agradaron al contratista, quien las adquirió baratas o son las que predominan en los viveros porque son más fáciles de reproducir, crecer y vender. Los eucaliptos son ejemplo de ello”.
La bióloga Olalde Omaña, quien desde 1993 participa en el inventario de arbolado en Ciudad Universitaria, considera que “no hay planeación, no sabemos qué especies nos conviene poner y las características que tiene”, pero subraya que las áreas verdes urbanas deben considerarse infraestructura verde y cuidar su calidad.
Menciona entre los árboles ideales para la Ciudad de México el tejocote y el capulín, cuyos frutos alimentan a aves y mamíferos; los tepozanes, pinos, encinos, madroños, bursera, y la tecoma o tronadora, de flor amarilla parecida a la jacaranda.
Destaca que “nadie niega la belleza de las jacarandas, pero es una especie exótica y las abejas no las polinizan; en cambio, cerca de la tecoma siempre hay abejorros, abejas, colibríes, lo que es muy importante”.
Hace énfasis en que es esencial cuidar la diversidad de especies, pues si sólo se coloca una, con la llegada de alguna plaga o evento que la afecte se perderá la cobertura que se tenía. “La diversidad ayuda a detener la expansión de plagas y si algo afecta a alguna especie, las demás quedan de respaldo”, explicó la especialista universitaria.
En México existen árboles históricos, emblemáticos y sagrados, como el majestuoso Árbol del Tule, en Santa María del Tule, Oaxaca, de más de 2 mil años de edad, y que con 14 metros de diámetro de tronco es el más grande del mundo, una circunferencia de copa de aproximadamente 58 metros y una altura de 42 metros. Pertenece a la especie ahuehuete, reconocida como Árbol Nacional de México.
El Árbol de la Noche Victoriosa, ubicado en la calzada México–Tacuba de la Ciudad de México, es conocido como el lugar donde Hernán Cortés lloró su derrota ante los aztecas. Tiene 5.5 metros de diámetro en su tronco y más de 500 años de antigüedad,
Para los mayas, la ceiba o yaxché, era el árbol mítico de la creación, el eje del mundo que conectaba los tres planos del cosmos: inframundo, tierra y cielo. Yucatán, Tabasco y Chiapas, en México, pero también Guatemala, El Salvador y Nicaragua, tienen a la ceiba como referente de simbolismo mítico.
Los antiguos comerciantes aztecas, o pochtecas tenían cuatro árboles sagrados que apuntaban a los cuatro rumbos del universo, representados en el Códice Fejérváry-Mayer: al este, quetzalquáhuitl, "árbol quetzal" sobre el que se posa un quetzal; al norte un mezquite sobre el que descansa un águila; al poniente una ceiba preciosa o quetzalpóchotl, sobre el cual se posa un colibrí o huitzitzilin, y al sur el árbol del cacao, sobre el que se posa un loro, según documentó el eminente historiador Miguel León Portilla, citado por el portal masdemx.com .
Con todo ese bagaje en la memoria colectiva, este 14 de julio, Día del Árbol en México, plantemos ejemplares nativos en todos los rincones de México, y hagamos conciencia de que sin los árboles no podríamos sobrevivir. Así que es nuestra responsabilidad cuidarlos y protegerlos para nosotros y las generaciones venideras.