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Las tres líneas de acción para descarbonizar al sector transporte en México

Las tres líneas de acción para descarbonizar al sector transporte en México

México se encuentra entre los primeros 10 lugares mundiales en cuanto a emisiones de GEI en el sector transporte, este es responsable de la emisión de 148 millones de toneladas de CO2 y representa la segunda fuente de emisiones GEI después de la generación de electricidad.

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Metrobus
Alejandro Orozco

Hasta la fecha, 83 países -que representan el 73.8% de las emisiones globales de Gases de Efecto Invernadero (GEI)- se han comprometido a alcanzar emisiones netas cero para mediados de siglo. De materializarse, estas promesas podrían marcar una gran diferencia para evitar los efectos más severos del cambio climático. Sin embargo, en muchos casos no existe claridad sobre cómo se logrará cumplir con este compromiso: el 26% de estos países no han plasmado esta meta en un documento oficial y sólo el 10% lo ha hecho a través de una ley.

Las ciudades, en particular, tienen un papel fundamental. Son responsables de alrededor del 70% de las emisiones de GEI y se espera que en 2050 alberguen a 2/3 de la población mundial. El transporte es un sector clave para que las ciudades mitiguen sus emisiones y los países cumplan con sus compromisos internacionales.

Las acciones en el sector trasporte de las ciudades mexicanas tienen la capacidad de contribuir con alrededor del 29% del abatimiento necesario entre 2020 y 2050 de las emisiones relacionadas con la energía del país para un escenario por debajo de los 2°C, además de tener un impacto positivo en la calidad ambiental de las ciudades y en la salud de la población.

Es necesario que México y los gobiernos subnacionales aceleren el establecimiento de medidas para descarbonizar a este sector y ayudar a convertir a las ciudades en espacios que además promueven la equidad y garantizan el derecho a un medio ambiente sano.

A continuación, presentamos recomendaciones en 3 líneas para lograr dicho objetivo.

¿Por qué descarbonizar al sector transporte?

El transporte es el segundo sector que más contribuye a las emisiones GEI a nivel mundial (con 6.9 GtCO2eq en 2018, o 14.2% de las emisiones totales), con una tasa de crecimiento anual del 1.9%. Dentro del sector, los vehículos de pasajeros son los mayores contribuidores (45%), seguidos por los vehículos de carga (29%) y la aviación internacional y doméstica (12%).

México se encuentra entre los primeros 10 lugares mundiales en cuanto a emisiones de GEI en el sector transporte. En el país, el transporte es responsable de la emisión de 148 millones de toneladas de CO2 y representa la segunda fuente de emisiones GEI después de la generación de electricidad.

El autotransporte, constituido principalmente por autos privados, contribuyen con el 80% de las emisiones y es la principal causa del incremento en la demanda de energía. La flota, además, va en aumento: entre 1990 y 2017, el parque vehicular aumentó a una tasa 3.5 veces mayor que la población.

El transporte también es una de las principales causas de contaminación atmosférica en las ciudades, sobre todo en los países en desarrollo, en los que existe una menor calidad de combustibles y uso de tecnologías limpias que reduzcan la emisión de partículas y compuestos contaminantes asociadas al proceso de combustión de hidrocarburos. 97% de las ciudades en países de bajos ingresos no cumplen con los niveles de mínimos de calidad del aire y, tan sólo en México, la contaminación atmosférica provoca alrededor de 48 mil muertes al año.

El transporte puede mejorar la calidad de vida y acceso a oportunidades

En México, la falta de acceso a servicios de transporte es también una de las principales causas de desigualdad urbana, inequidad e inmovilidad social, al ser un elemento que determina a su vez el acceso a oportunidades como el empleo, la educación, servicios de salud, etc. En la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM), menos del 19% de la población tiene acceso a por lo menos una estación del sistema de transporte masivo (Metro, BRT, tren suburbano y/o ligero), y casi el 47% de la población de esta zona metropolitana no cuenta con vehículo.

La población que vive alejada de los centros urbanos, en su mayoría de bajos ingresos, suele gastar 15% más en transporte y destinar 4 horas adicionales que la población que habita en zonas urbanas. En 2020, el rubro transporte y comunicaciones representó el 18.6% del gasto de los hogares a nivel nacional, pero en hogares de interés social, el transporte llegó a representar hasta el 40% de sus gastos. De acuerdo con información (proporcionada por la Fundación Vida Sostenible) de cerca de 175 mil encuestas que forman parte de la Calculadora de Huella Ecológica, en México el 18% de las personas que usan el transporte público para desplazarse por motivos de educación o trabajo tardan más de una hora en sus recorridos, mientras que el 25% de los que usan coche tardan menos de 10 minutos.

Existe también una relación directamente proporcional entre las personas que usan coche y los ingresos familiares, pues entre más altos son los ingresos familiares, mayor es el uso del coche y menor el del transporte público.

La importancia de un transporte sustentable en las ciudades es tanto un elemento para promover la equidad como un sector clave para descarbonizar la economía.

Las medidas de confinamiento y distanciamiento social producto de la pandemia de COVID-19, dieron un respiro a los habitantes de algunas ciudades por una menor exposición a concentraciones de dióxido de nitrógeno (NO2) y material particulado (PM2.5). Estas medidas también contribuyeron a reducir cerca del 8% de las emisiones de GHG globales.

Sin embargo, la vuelta a la normalidad y una percepción del riesgo de contagios de COVID-19 en la calle y el transporte masivo están revirtiendo esta tendencia, lo cual puede colocarnos de nuevo en escenarios críticos. De acuerdo con el análisis de los datos de la Calculadora, en México hubo una disminución del 5% de los viajes en transporte público, y un aumento del 8% de viajes en coche. Por otra parte, se estima que, en 2020, los sistemas de transporte público tuvo pérdidas financieras por 19 mil 300 millones de pesos y se registraron caídas de hasta el 70% en el número de pasajeros movilizados.

Tres líneas de acción para descarbonizar al sector y promover la equidad

1. Evitar y reducir la necesidad de viajes motorizados

  • Incrementar la restricción de circulación de vehículos contaminantes en las ciudades y del transporte privado en zonas de alta congestión dando prioridad a peatones, ciclistas y el transporte público.
  • Avanzar en la integración de la planificación territorial y el desarrollo del transporte público.
  • Brindar incentivos que promuevan el auto compartido, trabajo a distancia y programas de gestión de estacionamiento.
  • Ampliar la infraestructura peatonal y ciclista otorgando incentivos en los centros laborales.

2. Cambiar a modos de transporte más sustentables

  • Generar una estrategia de renovación de autobuses y camiones a diésel para que se beneficien de los corredores en donde se distribuye el combustible de ultra bajo contenido de azufre. Es necesaria la reactivación del Fondo Metropolitano como instrumento financiero, para fortalecer estructuras de planeación y gobernanza metropolitanas y la sustentabilidad ambiental de los proyectos.
  • Consolidación del sistema de transporte público en las ciudades que contemplen la electrificación de su flotilla en la primera renovación de unidades.
  • Impulsar que los gobiernos locales orienten y reasignen el presupuesto hacia proyectos de transporte público y movilidad activa que arrojen los mayores beneficios urbanos, sociales y ambientales en el largo plazo.

3. Mejorar los combustibles y la tecnología de los vehículos

Dos herramientas de política son fundamentales para mejorar la eficiencia del combustible y mejorar la introducción de tecnologías bajas en carbono:

1) Estándares nacionales sólidos de eficiencia del combustible mediante los cuales los fabricantes de vehículos obligan a reducir las emisiones de GEI y contaminantes del aire de los vehículos. La Iniciativa Global de Economía de Combustible (GFEI) exige un aumento agresivo en los estándares de economía de combustible, incluida una reducción del 90% en las emisiones de CO2 por kilómetro para 2050.

2) La electrificación del transporte realizada en paralelo a la descarbonización del sector eléctrico. Esto incluye la actualización y publicación de la Estrategia Nacional de Movilidad Eléctrica con rutas y metas claras para acelerar el cambio tecnológico a través de incentivos fiscales y financieros (créditos concesionales, garantías, financiamiento mixto, entre otros esquemas) para unidades de transporte público, carga y autos privados. A pesar de que México tiene la infraestructura de carga más grande de América Latina, con más de dos mil centros instalados alrededor del país, entre 2016 y 2019 se registraron solamente 305 vehículos eléctricos, mil 339 híbridos enchufables y 23 mil 964 híbridos convencionales.

La acción en el sector transporte es urgente

Cada vez más países establecen metas y programas para introducir estas tecnologías. El Climate Action Tracker estima que, para estar alineados con la vía de los 1.5°C, los vehículos totalmente eléctricos deberán representar entre el 75-95% de las ventas anuales mundiales de vehículos de pasajeros para 2030 y el 100% para 2035.

La descarbonización del transporte en México a través de estas tres grandes líneas nos colocaría de nuevo entre los países que fijan metas y compromisos que contribuyen a alcanzar los objetivos de temperatura de los Acuerdos de París. Un estudio del WRI, ICM y Carbon Trust estima que implementar medidas a través de este enfoque permitiría reducir en 30% las emisiones GEI de este sector respecto a un escenario “Busines as Usual”, y 86% de las emisiones hacia 2050. Los Municipios, Estados y Gobierno Federal, en colaboración con el sector privado tienen la oportunidad de trabajar en ellas y sumarse a los esfuerzos que individual y colectivamente se realizan para estabilizar el clima y avanzar hacia sociedades más justas y saludables.

Este texto se publicó originalmente en WRI, disponible aquí.

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