En las últimas semanas, los casos confirmados y las muertes por COVID-19 se han disparado a nivel mundial y se espera que estas cifras continúen aumentando. La pandemia ha sobrecargado los sistemas de atención médica y ha llevado a tomar medidas preventivas dramáticas en muchos países. La respuesta y las acciones tomadas han sido especialmente exitosas en China y Singapur.
La prevención mediante programas de confinamiento en el hogar, medidas de higiene y distanciamiento social es, ahora mismo, la clave que ha llevado a una reducción considerable en el número de casos potenciales que de otro modo habrían colapsado los sistemas sanitarios.
Reducción de la contaminación del aire
Además de los beneficios para la salud, estas drásticas medidas de prevención han causado una enorme disminución del tráfico por carretera y de la actividad industrial –un 70-80 % o más–. Esto ha resultado en reducciones significativas de las emisiones de CO₂ y de la contaminación del aire, hasta un 20-30 % en el caso de China. Una reducción similar se ha observado en Italia y en mayor medida en Barcelona y en otros lugares.
Es importante destacar que cada año aproximadamente 8.8 millones de personas en todo el mundo mueren prematuramente debido a la contaminación del aire (lo que da lugar a una reducción promedio de 2.9 años en la esperanza de vida global). Se producen 3.2 millones de fallecimientos prematuros debido a la actividad física insuficiente y 1.35 millones a causa de accidentes de tráfico.
La crisis climática ha aumentado aún más el número de muertes prematuras.
En China, donde la epidemia de COVID-19 ya ha superado su pico y cuyos datos están disponibles, un cálculo rápido muestra que una reducción del 25 % en los niveles de contaminación del aire durante un mes puede haber evitado más de 9 mil muertes prematuras, una cifra superior a la cantidad de muertes causadas por el virus (casi 4 mil).
Algunas fuentes han sugerido que podrían haberse prevenido hasta 77 mil fallecimientos. Sin embargo, el incremento de la contaminación en el aire de espacios interiores por fumar puede haber aumentado el número de muertes prematuras.
Aun así, teniendo en cuenta que los niveles de contaminación del aire son mucho más bajos en países como Italia y España que en China, probablemente se evitarán menos decesos al reducir la polución. Es posible que el número de muertes causadas por la COVID-19 sea mayor que el número evitado por la mejora en la calidad del aire. Sin embargo, algunas investigaciones sobre SARS han sugerido que los niveles más bajos de contaminación del aire también pueden reducir la transmisión y la tasa de mortalidad de COVID-19.
Actividad física
Por otro lado, las medidas de distanciamiento social pueden causar una reducción significativa en la actividad física durante el período de confinamiento y conducir a un aumento de la mortalidad prematura. La actividad física es muy importante para la salud física y mental, incluyendo el sistema inmunitario. Hacer ejercicio en el hogar puede mitigar algunos de estos efectos.
Con el objetivo de promover la actividad física, se han producido llamamientos para pedir que se pueda caminar y andar en bicicleta como parte de los programas de confinamiento en el hogar. Aunque es razonable, la pregunta es cómo incorporar esta medida sin aumentar el riesgo de contagio. Ciertamente, en las primeras semanas, es aconsejable no salir al exterior, pero a medio y largo plazo se deberían permitir actividades físicas al aire libre como parte de cualquier restricción.
Accidentes de coche
Otra consecuencia del confinamiento es la reducción del tráfico. En China, esto ha llevado a una disminución drástica de los accidentes. En 2016, 256 mil 180 personas murieron por accidentes automovilísticos en China. Esto significa que podrían haberse evitado 20 mil siniestros fatales al mes. La reducción de los percances es muy probable también en otros países donde se han implementado los programas de confinamiento en el hogar.
Resultados de la recesión económica
Pero el mayor impacto para la salud pública puede provenir de la recesión económica, incluyendo la pérdida de empleo. Los resultados de la crisis de 2007 fueron bastante variados y los de la actual pueden depender de las medidas adoptadas para mitigar la recesión.
La presente crisis parece ser mucho más grave que la anterior y puede llevar al colapso total de ciertos sectores, como la aviación, el entretenimiento y el turismo. Por lo tanto, tiene consecuencias mucho más profundas para la economía y la salud. Un sistema sanitario robusto necesita una economía robusta, y ahora sabemos que una economía robusta también necesita un sistema de salud robusto.
Menos coches, más bicicletas y más espacios peatonales
La alta densidad de población, el contacto cercano entre las personas, el elevado nivel de movilidad y los medios de transporte compartidos, entre otras características, tienden a convertir a las ciudades en focos de brotes y puertas de entrada para las enfermedades. En esta ocasión, sin embargo, las zonas rurales también se han visto muy afectadas. En cualquier caso, la ventaja de los brotes en áreas urbanas es que las ciudades suelen tener sistemas de salud mejores y más accesibles.
Además, las ciudades también son parte de la solución porque son centros de innovación y pueden impulsar mejoras en la salud pública. Por ejemplo, a través de una mejor planificación urbana y de transporte, al alejarse de un modelo centrado en los coches y promover formas de transporte activo, como caminar e ir en bicicleta. Estas últimas tienen la ventaja de que implican un menor riesgo de contagio y al mismo tiempo fortalecen los pulmones y el sistema inmunológico.
Es probable que los programas de distanciamiento social se mantengan en el futuro próximo y necesitamos preparar nuestras ciudades para ello. Por ejemplo, habilitando rápidamente una infraestructura adecuada y segura para caminar y andar en bicicleta para llegar al trabajo.
Otras posibles medidas son promover alternativas para que los ciudadanos hagan actividad física diariamente sin causar altos niveles de contaminación atmosférica y proporcionar suficientes espacios públicos seguros (parques, playas y otros espacios al aire libre) donde las personas puedan reunirse y hacer ejercicio sin correr un alto riesgo de contagio.
La soledad y los problemas de salud mental, cuestiones que ya existían en las ciudades, también pueden agravarse debido al distanciamiento social y al confinamiento en el hogar. ¿Cómo pueden las urbes usar el espacio público y sus servicios para reducir estos impactos? Por ejemplo, en una ciudad como Barcelona, el 60 % del espacio público lo utilizan los coches.
Es evidente que, cuando los ciudadanos necesitan más espacio para garantizar el distanciamiento físico, los automóviles no son la forma más eficiente de usarlo. Se necesitan con urgencia enfoques innovadores sobre la utilización del espacio público. Además, para muchos de los problemas mentales existe una distribución desigual en la sociedad y es importante tomar medidas para mitigar los impactos para los grupos más vulnerables.
La pandemia de COVID-19 ha puesto a la salud pública como centro de la creación de políticas y ha demostrado que es posible tomar medidas radicales para reducir las posibles muertes. ¿Podríamos aplicar esta lógica a los otros problemas importantes que enfrentamos hoy, como son la contaminación del aire, los accidentes de tráfico y la crisis climática, que en conjunto causan millones de muertes prematuras cada año? ¿Podemos situar a la prevención en el centro de nuestros enfoques en lugar del tratamiento?
Una llamada de atención
La pandemia de COVID-19 supone un toque de atención, pero, tal vez, también una oportunidad para construir sociedades y ciudades mejores y más sostenibles. Esta crisis puede darnos tiempo para reflexionar y pensar en soluciones a largo plazo mientras abordamos el problema a corto plazo.
¿Podemos hacer un cambio de paradigma permanente? ¿Es posible evitar el regreso a los viejos malos hábitos?
A corto plazo, debemos centrarnos en la salud de nuestros compañeros, amigos y familiares y en la eficacia de los sistemas de atención médica.
Para el medio y largo plazo, deberíamos analizar los datos de los que disponemos, adoptar una visión integral de la pandemia y evaluar, desarrollar e implementar políticas para abordar los requisitos del sistema sanitario, incluida la vigilancia, los impactos ambientales y climáticos y la gobernanza. Necesitamos políticas diseñadas para prevenir las muertes prematuras tanto a corto como a largo plazo.
Mark Nieuwenhuijsen, es Professorial Fellow, ACU, y Research Professor ISGlobal Barcelona, Australian Catholic University