Las ballenas son ahora las criaturas más grandes de la Tierra, pero no siempre fue así. En los últimos 300 millones de años, durante la carrera evolutiva de los océanos, decenas de linajes de reptiles y mamíferos han ocupado el ecosistema marino, y algunos de ellos fueron excepcionalmente grandes.
Hace 250 millones de años, los primeros vertebrados en invadir los océanos tras la extinción masiva del Pérmico-Triásico fueron los ictiosaurios, que perduraron la mayor parte de periodo siguiente, el Mesozoico, que acabó hace 66 millones de años.
Ahora el análisis de unos nuevos fósiles de ictiosaurio, descubiertos en las montañas del noroeste de Nevada (Estados Unidos), ha demostrado que en este periodo prehistórico algunos habitantes de los océanos vivieron una temprana y rápida explosión de la evolución de su tamaño corporal.
Liderado por Martin Sander, del Museo de Historia Natural de Los Ángeles, el estudio describe los restos bien conservados de una nueva (y enorme) especie de ictiosaurio, el C. youngorum, de hace 244 millones de años.
Solo su cráneo mide casi dos metros de largo, como un piano de cola, lo que significa que el ejemplar entero podía medir unos 18 metros, más o menos como un rorcual adulto actual, que es una de las ballenas más grandes que hay.
Pero lo más importante de este hallazgo no es el tamaño, sino la edad de la especie.
Según Sander y su equipo, C. youngorum evolucionó tan solo 2.5 millones de años después del Cartorhynchus, el pariente más antiguo del ictiosaurio, cuyo fósil más antiguo, hallado en China, es de hace 8 millones de años de años y de un tamaño similar a un ordenador portátil.
Esta diferencia de tamaño da cuenta de lo rápido que evolucionó el tamaño corporal de los ictiosaurios desde la aparición del grupo hasta los C. youngorum.
"La velocidad del gigantismo de los ictiosaurios podría no tener parangón entre los vertebrados marinos", concluyen los autores.
De hecho, el estudio hace una comparativa con las ballenas actuales y revela que, mientras éstas emplearon cerca del 90% de sus 55 millones de años de historia en convertirse en los gigantes oceánicos que son, los ictiosaurios tardaron menos del 1% de sus 150 millones de años de historia evolutiva en conseguirlo.
Por último, los autores sugieren que, a pesar de la ausencia de muchos productores primarios tras la extinción del Pérmico, hace 252 millones de años, las redes alimenticias marinas del Triásico eran capaces de sustentar criaturas tan enormes.
En un análisis vinculado a los resultados de este estudio, los paleontólogos Lene Delsett, de la Universidad de Oslo, y Nicholas Pyenson, de la Universidad de Washington, advierten de que la historia de los ictiosaurios "nos demuestra que los gigantes oceánicos no son una garantía de los ecosistemas marinos, lo cual es una lección valiosa para todos nosotros en el Antropoceno".
"Especialmente si queremos mantener la presencia de los gigantes oceánicos supervivientes entre nosotros que contribuyen a nuestro propio bienestar", concluyen ambos paleobiólogos.