Los suelos son un gran reservorio de biodiversidad: albergan entre un cuarto y un tercio de todos los organismos vivos del planeta. No obstante, sabemos aún poco sobre ellos. Aunque se conocen alrededor del 80 % de las plantas, solo se ha identificado en torno al 1 % de los microorganismos que habitan en la tierra.
Desde el punto de vista taxonómico, podemos distinguir entre bacterias, hongos, protozoos, invertebrados muy pequeños (rotíferos, tardígrados, nematodos), invertebrados pequeños no insectos (sobre todo ácaros y colémbolos) e insectos (sobre todo larvas), y lombrices.
En los suelos crecen la mayoría de las plantas, aportan nutrientes y determinan el agua disponible para ellas, junto con el clima y la topografía. Según sean sus condiciones (presencia de agua, aireación, acidez, presencia de metales pesados) permiten, o no, su crecimiento.
Los suelos y sus habitantes se influyen mutuamente y forman una pirámide trófica que descompone la materia orgánica.
Por qué son importantes el suelo y su biodiversidad
El suelo es, en una gran medida, el gran soporte de la vida terrestre. Su papel es esencial en relación con el ciclo de nutrientes, y también en parte del ciclo del agua. Puede ser muy diferente en composición, por ejemplo, en la cantidad de materia orgánica que incluye, pero también por su profundidad.
Por otra parte, la biodiversidad es una cualidad esencial de los ecosistemas naturales. Según sea su estado estos ecosistemas “funcionan” o no. Ante una disminución o alteración de la biodiversidad del suelo (en cantidad y variedad) las funciones relacionadas con ella se verán alteradas. Algunas de estas funciones (servicios ecosistémicos) son claves para su supervivencia.
Entre otras razones, esa diversidad es crítica porque colabora en la descomposición de la materia orgánica, es esencial para mantener el ciclo de los nutrientes del ecosistema, es necesaria para la correcta nutrición de las plantas, mejora la entrada y almacenamiento del agua en el suelo, proporciona resistencia a la erosión pues colabora en dar estructura al suelo, mantiene bajo control las plagas, parásitos y enfermedades, ayuda a la captura de carbono y es importante en los ciclos de otros gases.
La biodiversidad del suelo influye críticamente en la agricultura, ya que puede mejorar su sostenibilidad.
¿Qué puede alterar la biodiversidad?
Cuando un suelo natural es transformado en un suelo agrícola industrial, se produce una gran pérdida de biodiversidad. Las causas principales son:
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La alteración que sufre por la mecanización. El volteo provoca la pérdida de su estructura y textura naturales, y cambia su dinámica en relación con la retención del agua. También cambia la microestructura, muy importante para el movimiento de algunos animales.
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La pérdida progresiva de materia orgánica. En la mayoría de las cosechas, el material vegetal se extrae casi completamente del campo.
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La progresiva alteración de sus características químicas, debido a los dos puntos anteriores, y también a los productos químicos que se utilizan: fertilizantes y fitosanitarios (herbicidas e insecticidas).
Cuando el cultivo es un monocultivo todos estos efectos se ven acentuados debido a la inexistencia de otras especies vegetales que estaban aportando diversidad de materia orgánica cuando dejaban caer sus hojas o cuando morían.
Los efectos de transformación descritos acaban provocando degradación del suelo por compactación, pérdida de suelo por erosión, lixiviación de nutrientes por falta de estructura, acidificación o alcalinización. Y la degradación se agrava con la quema de residuos, la fertilización excesiva, la salinización por riego en suelos con presencia de sales, el riego con aguas residuales y la invasión de especies exóticas.
Sin embargo, la agricultura no es la única causante de la degradación o pérdida de suelo. La ganadería puede ocasionar compactación o iniciar fenómenos graves de erosión. El recubrimiento permanente con materiales impermeables, como carreteras, edificios, aceras o plazas provoca el sellado del suelo y la muerte de los organismos al imposibilitarles disponer de agua, aire y nutrientes.
En otros casos, la disminución de la biodiversidad del suelo puede vincularse con factores ya mencionados anteriormente que incluyen la erosión, el agotamiento de la materia orgánica, la salinización, la contaminación y la compactación.
La biota del suelo tiene gran capacidad de resistir perturbaciones o cambios (resiliencia), y una variable capacidad para recuperarse de estas perturbaciones. Pero esta capacidad de recuperación tiene límites, y si tras una alteración importante no se recupera el equilibrio podremos considerar que el suelo se ha perdido.
Mantenimiento de la biodiversidad del suelo
Generalmente, los suelos presentan mayor biodiversidad en ecosistemas naturales no agrícolas, en cultivos que reciben poco o ningún fertilizante químico y pesticida, y en sistemas de pastoreo que fomentan la diversidad de plantas debido al aumento de disponibilidad de recursos alimenticios que aportan las raíces y la hojarasca.
Las técnicas de manejo de cultivos que fomentan el mantenimiento o aumento de la materia orgánica del suelo también conservan la estabilidad del suelo y su biodiversidad. Esto se puede conseguir mediante la adición de materia orgánica o el mantenimiento de los rastrojos, algo que ayuda a la presencia de una mayor población de microbiota y animales, incluidas las lombrices.
Las técnicas de gestión, como la rotación de cultivos y la labranza reducida, aumentan la cantidad y la calidad de la materia orgánica disponible para los organismos del suelo y desarrollan un entorno más sano para que se mantenga la biodiversidad.
Enrique Baquero, Investigador del Instituto de Biodiversidad y Medioambiente (BIOMA) y profesor de la Facultad de Ciencias, Universidad de Navarra
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.