Roma.- El subdirector general de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) Daniel Gustafson recalcó que los bosques aportan aire limpio, agua, biodiversidad y alimentos, entre otros servicios, que contribuyen al bienestar de las comunidades rurales, incluidas las más pobres, y al resto de la población.
Otro experto de esa agencia, Peter Csoka, dijo que“es importante educar a las generaciones más jóvenes sobre el papel de los bosques en las vidas de las personas para que conozcan su función y puedan convertirse en buenos guardianes forestales”.
Según la FAO, entre 1990 y 2015 se perdieron en todo el mundo unos 129 millones de hectáreas de bosque, el tamaño aproximado de Sudáfrica, sobre todo por la conversión de las tierras para fines agrícolas y por actividades ilegales o insostenibles que contribuyeron igualmente a su degradación.
El contacto directo con la naturaleza se va deteriorando lentamente y cada vez se entiende menos su importancia.
Csoka advirtió de que, con más de la mitad de la población mundial viviendo en ciudades, “el contacto directo con la naturaleza se va deteriorando lentamente y cada vez se entiende menos su importancia”.
“La mayoría de las decisiones que afectan a los bosques no dependen de guardias forestales o gobiernos, sino que están tomadas por personas que son consumidores o votantes”, apuntó.
En 2015 la activista indonesia Woro Supartinah vio con impotencia cómo las turberas ardían de forma descontrolada para la producción de aceite de palma en la isla de Sumatra, de donde se elevó una nube de humo que llegó a Singapur y Malasia.
Entonces fallecieron 19 personas y más de medio millón tuvo problemas respiratorios, aunque estudios posteriores estimaron que la humareda pudo ser motivo de más de 100.000 muertes prematuras en la región.
Supartinah, representante de la Red para el rescate del bosque de la provincia indonesia de Riau, manifestó durante una visita a Italia que, en los humedales que son las turberas, “es muy difícil y arriesgado apagar los fuegos porque se quedan activos bajo el nivel del suelo”.
Sin poder extinguirlos, detalló que los defensores medioambientales optan por promover campañas instando a las autoridades a actuar contra las grandes empresas, que “son los responsables últimos de esos incendios” al provocarlos para obtener “ceniza fértil”.
Ese desastre se tradujo en la quema de 2,6 millones de hectáreas, pérdidas por valor de 16.000 millones de dólares y la emisión de más de 1.700 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera, un motivo más para el cambio climático.
Como mitigadores de ese fenómeno, las turberas tropicales están entre los mayores sumideros de carbono del planeta y “regulan la hidrología, funcionando como esponjas pero, si se secan, el problema se vuelve irreversible”, según Supartinah.
Los incendios amenazan los bosques de todo el mundo, incluidos los de parques nacionales como el Monte Kenia, en el centro de ese país, que los sufrió hace apenas varias semanas.
"La mayor parte de la deforestación allí se debe a la búsqueda de madera y carbón vegetal para combustible, al pastoreo y a la agricultura no sostenible”, afirmó la keniana Teresa Gitonga, integrante de la International Tree Foundation, una institución sin ánimo de lucro que pretende plantar millones de árboles en África.
Subrayó que organizan pequeños grupos en las comunidades y les enseñan a manejar las semillas y gestionar viveros con algo de dinero, de manera que puedan rehabilitar zonas enteras y evaluar su estado.
“También plantamos árboles en sus granjas para que no tengan que buscar la madera fuera de ellas”, manifestó Gitonga, que añadió que involucran a los jóvenes educándolos.