Ciudad de México.- La semana pasada, el nuevo jefe de comercio agrícola de Estados Unido., Doug McKalip, exigió que México respondiera a las preguntas sobre el plan de eliminación del maíz transgénico antes del 14 de febrero como parte de las amenazas de Estados Unidos de responder a la decisión de México con medidas punitivas, incluida la presentación de quejas comerciales formales contra su vecino del sur.
Acción de protesta llevada a cabo en el año 2001. Greenpeace México tiene más de dos décadas luchando contra el maíz transgénico importado desde EE.UU.
En respuesta, el lunes el gobierno de México emitió un nuevo decreto que descarta la fecha límite de enero de 2024 para la eliminación gradual del maíz industrial y forrajero genéticamente modificado, sin proporcionar fecha límite para su eliminación. México mantuvo su compromiso de eliminar el maíz transgénico para masa y tortillas y estableció el 31 de marzo de 2024 como fecha límite para eliminar el glifosato.
En el comunicado de la secretaría de economía también se aclara que el plan de eliminación no se aplica a los cultivos genéticamente modificados en general, sino sólo al maíz. Además, se incluye el compromiso de profundizar el estudio científico de los efectos del glifosato y el maíz transgénico, tal y como lo exigía EE. UU.
Durante meses, Estados Unidos ha ejercido una fuerte presión sobre México para que este último acepte maíz transgénico producido en Estados Unidos a pesar de la resistencia del segundo a lo que normalmente sería considerada una dosis mortal de plaguicidas.
Entre estos plaguicidas destaca el glifosato, el cual la ciencia ha relacionado con graves daños para la salud humana, incluido el cáncer, así como con el declive de la mariposa monarca y otras especies polinizadoras que se encuentran en peligro. El uso generalizado de glifosato en los cultivos transgénicos ha eliminado muchas de las flores que las abejas y las mariposas necesitan para sobrevivir. El compromiso de México de eliminar gradualmente el glifosato es paralelo a su decisión de eliminar el uso de maíz transgénico para tortillas y otros alimentos que se destacan en la dieta de las y los mexicanos.
El papel histórico del maíz en la dieta y la cultura mexicanas –y la preocupación actual por los efectos dañinos del glifosato y la contaminación genética de las numerosas variedades de maíz nativo de México– llevaron a las autoridades mexicanas a prohibir el maíz transgénico para consumo humano y a eliminar gradualmente el glifosato. Estados Unidos se ha negado a respetar la decisión de México y, en cambio, ha intimidado incansablemente al país para que acepte el maíz transgénico con el fin de proteger las ganancias de los gigantes de la agroindustria estadounidense.
“Los vergonzosos esfuerzos de Estados Unidos para obligar a México a aceptar el maíz transgénico no es más que imperialismo del siglo XXI”, dijo Lori Ann Burd, directora de salud ambiental del Centro para la Diversidad Biológica. “Nuestro gobierno está trabajando incansablemente para aumentar las ganancias multimillonarias de las corporaciones nacionales de agronegocios mediante la promoción del maíz transgénico, a pesar de que estamos sufriendo una disminución catastrófica en las poblaciones de polinizadores que son vitales en nuestro entorno y nuestros campos de maíz transgénico empapados de glifosato juegan un papel importante en estas disminuciones”.
Campaña de 2001. Desde entonces, Greenpeace México ha venido mostrando que México no tiene necesidad de importar maíz modificado genéticamente para forraje.
“La prohibición del maíz transgénico es el primer paso para transformar el sistema agrícola de México de uno industrializado, basado en plaguicidas y dependiente de corporaciones transnacionales; a un sistema agroecológico que ofrezca soluciones a la fertilidad del suelo, a los problemas de plagas locales; que permita la diversificación de cultivos, que proteja la biodiversidad y la salud de los agricultores y consumidores”, dijo Viridiana Lázaro, activista de alimentos y agricultura de Greenpeace México. “Llevar a cabo la sustitución paulatina del maíz transgénico para la alimentación animal y del maíz industrial para el consumo humano, como establece el nuevo decreto, es un gran reto y, para que no quede solo en el papel, se requieren políticas públicas encaminadas a la transición agroecológica para lograrlo. Además, se debe asegurar que el glifosato y principalmente el maíz transgénico no termine en masas y tortillas como ya ha sucedido y se ha demostrado en diversos estudios