México.- La Universidad Autónoma Metropolitana creó la Red de Investigación en Agua de la UAM (RedAgUAM), con el propósito de impulsar e integrar la indagación multidisciplinaria desarrollada en sus cinco sedes académicas –Azcapotzalco, Cuajimalpa, Iztapalapa, Lerma y Xochimilco– en torno a distintas áreas, incluidos los procesos sociales de la acción colectiva sobre gestión del bien.
El doctor Óscar Monroy Hermosillo, académico del Departamento de Biotecnología y Profesor Distinguido de la Casa abierta al tiempo, es el coordinador de la nueva instancia, que con la intervención de más de 20 docentes tiene entre sus principales funciones convocar a foros de discusión y establecer vínculos con organismos nacionales e internacionales, trabajando en cinco áreas: Gestión y gobernanza, institucionalidad; Innovación-desarrollo científico; Bienestar y salud; Desarrollo, cambio ambiental y ecosistemas, y Derechos humanos, género y pueblos originarios, así como una transversal sobre Cultura del agua.
El también ex rector de la Unidad Iztapalapa informó que serán abordados en la primera, entre otros aspectos, los procesos sociales de organización de la acción colectiva en materia de gestión del recurso, que incluyen los asuntos políticos, jurídicos, sociológicos, antropológicos y culturales, por lo que “necesitaremos especialistas en sociología, leyes, historia y ciencia política para ver cómo abrimos el ámbito institucional, es decir, si la administración debe estar sólo en manos del gobierno o debe haber participación ciudadana”.
El segundo apartado incorporará iniciativas y resultados sobre patentes y prototipos enfocados en la solución de problemas en cuanto a calidad, disponibilidad, seguridad sanitaria o tratamiento, con el fin de definir, por ejemplo, “si queremos grandes presas para generar fluido eléctrico o podemos aprovechar la energía hidráulica de otras maneras, procurando la preservación de la seguridad de la gente y que no esté expuesta a inundaciones, como ocurrió recientemente en el estado de Tabasco”, especificó en entrevista.
La tercera línea estudiará el acceso a fuentes de abastecimiento, patrones de consumo y de sustitución, o las implicaciones de la degradación derivada de los esquemas de uso, pues “desde que se entubó y se llevó a los hogares, las enfermedades disminuyeron”, por lo que “no podemos descuidar lo que se llama la ingeniería sanitaria en su manejo y, por el contrario, es preciso mejorarla para dar salud a la gente”.
La aplicación de las aportaciones relacionadas con la sostenibilidad, el cambio climático global y la transformación de los socioecosistemas urbanos, rurales, terrestres, lacustres y marítimos estará integrada en la cuarta línea, en cuyo caso es pertinente aprender el impacto de la extracción excesiva de los acuíferos y de la recarga con agua contaminada.
En el apartado final, los especialistas se abocarán a llevar a la práctica propuestas que contribuyan a reducir la brecha entre los ámbitos urbano y rural, y entre aquellos que por condiciones de género, pobreza, marginación o exclusión sufren limitaciones en el ejercicio del derecho humano al recurso.
Los pueblos originarios que viven en un medio rural y han cuidado su hábitat reclaman esa garantía, sin embargo, no les es reconocida, mientras que la mitad de la población, constituida por mujeres, ha sido la responsable de llevar todo a la casa, “aunque a la hora de establecer comités comunitarios y tomar las decisiones, ellas no están presentes”, puntualizó.
Estos elementos deben permear la oferta académica de la Universidad, introduciéndolos en todos los planes de estudio y en los programas de extensión universitaria, de modo tal que se difundan los avances de la Institución, en virtud de que desde hace varios años, en las sedes de la UAM equipos de científicos tratan este tópico desde diferentes disciplinas.
“En la gestión del doctor José Lema Labadie (2005-2009) se creó una Red del Agua que poco a poco se fue desvaneciendo, pero los profesores nos seguimos reuniendo” y uno de los resultados de esos primeros encuentros fue la conformación de la Red Agua para Todos, que surgió de un congreso realizado en la Rectoría General buscando construir una perspectiva nueva que considerara que se trata de un bien público. A partir de esto, la Institución ha impulsado la discusión de una Ley General basada en la sustentabilidad y las garantías individuales.
Académicos trabajan en la captación de lluvia y su distribución, contribuyendo a que colectividades diversas tengan la oportunidad de recolectar y manejar sus propios sistemas y tratamientos. Algunos grupos están dedicados a la gobernanza y a promover la participación ciudadana en los consejos de cuenca para influir en la planeación sobre las asignaciones y las concesiones, además de presentar propuestas para que se trate y recircule.
También existen análisis de los impactos del consumo del producto embotellado en la economía familar “y cómo ese gasto va a parar a grandes compañías, con lo que se abandonan las formas más globales y sociales de distribución” que deben efectuar los municipios a través de la red de agua potable, por lo que es relevante exigir que ejerzan su responsabilidad de entregar líquido de buena calidad y no dejar esa tarea a las empresas de agua envasada.
El doctor Monroy Hermosillo refirió el manejo equivocado en el Valle de México, pues “si pensamos que era un gran lago –el del Anáhuac, con cerca de nueve mil kilómetros cuadrados en época de lluvias– debemos considerar que contaba con gran cantidad de líquido” y lo sigue teniendo, porque los 45 ríos que entran a la Cuenca de la zona aportan alrededor de diez metros cúbicos por segundo (m3/s) en promedio anual.
El problema es que esos cuerpos hídricos, al llegar a la metrópoli son entubados y fluyen en los drenajes, por lo que no se aprovechan; al mismo tiempo hay escasez, lo que obliga a realizar la extracción del subsuelo –16 m3/s– y traer el recurso desde Michoacán por el sistema Cutzamala: diez m3/s. En total, el Valle de México recibe 36 m3/s, donde la cuenca natural recibía sólo diez. Por cada metro cúbico que se agrega a la red “gastamos 30 o 35 pesos”, una inversión que se ahorraría “si aprovecháramos los ríos, se trataran y se reciclaran”.
En esta época es transcendental tener una “ética del agua” y entender que este elemento no es una mercancía, sino un bien público “al que tenemos que dar un buen uso”, concluyó el doctor Monroy Hermosillo.