El 22 de abril se conmemoró el Día Internacional de la Tierra, un evento que desde 1970 ha sido crucial en la lucha por la protección ambiental.
Este año, bajo el lema "planeta versus plástico", la atención se centra en abordar la creciente crisis de contaminación plástica que amenaza nuestra salud, la biodiversidad y el entorno natural.
La organización Earth Day ha fijado una meta ambiciosa: reducir la producción de plásticos en un 60% para el año 2040, con el objetivo de construir un futuro libre de plásticos para las generaciones venideras. Sin embargo, las proyecciones actuales muestran un panorama desalentador: se espera que la producción mundial de plásticos alcance las 590 millones de toneladas para 2050, un aumento significativo desde las 445.25 millones de toneladas estimadas para 2025.
Estas cifras reflejan la insuficiencia de los sistemas de reciclaje actuales y de alternativas aparentemente más sostenibles, como los plásticos biodegradables o los bioplásticos. A pesar de los esfuerzos por abordar el problema, parece que nos dirigimos hacia una crisis aún mayor si no se toman medidas drásticas.
En este contexto, la adopción de un tratado internacional contra el plástico se vislumbra como una solución crucial. Sin embargo, las negociaciones en el Comité Intergubernamental de Negociación sobre la Contaminación por Plásticos (INC) plantean dudas sobre la efectividad del acuerdo resultante. Aunque se espera que el tratado se finalice en 2024, es probable que no esté a la altura de las expectativas.
¿Cómo podemos superar este desafío monumental?
Una innovadora propuesta se vislumbra en el horizonte: la biotecnología podría ser nuestra aliada secreta en la lucha contra el plástico. Investigadores de todo el mundo están explorando enzimas y microorganismos capaces de descomponer los plásticos de manera eficiente, ofreciendo una esperanza tangible para un futuro libre de plásticos.
Además, ¿qué tal si replanteamos por completo nuestra relación con los envases? Las soluciones de envases reutilizables y sistemas de depósito y devolución están ganando terreno, ofreciendo una alternativa sostenible y elegante a la cultura del "usar y tirar".
Y no nos olvidemos del poder del activismo y la educación. Inspirar a las comunidades de todo el mundo a participar en limpiezas de playas, campañas de concienciación y cambios de hábitos podría desencadenar una ola imparable de acción ambiental positiva.
El tratado internacional contra el plástico no puede ser simplemente un documento, sino un compromiso firme y audaz con la protección de nuestro hogar compartido. Es hora de elevar nuestras ambiciones, de trazar un nuevo curso hacia un futuro donde la Tierra no esté ahogada en plástico.
El tratado propuesto debería incluir medidas más audaces, como la prohibición progresiva de la producción de plásticos vírgenes, con excepciones para aquellos necesarios en el ámbito médico y científico. Esta medida, respaldada por principios básicos del derecho internacional ambiental, como la diligencia debida y la prevención, sería un paso crucial hacia la mitigación de la contaminación plástica.