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Contaminación del aire y epidemia del coronavirus ¿cuál es su relación?

Contaminación del aire y epidemia del coronavirus ¿cuál es su relación?

Un documento emitido por diversas instituciones abordó el tema de las posibles interacciones entre la enfermedad trasmitida por el Coronavirus SARS-CoV-2, la contaminación atmosférica y la salud humana.

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Ciudad y calidad del aire
Vista de la Ciudad de México. Inecc

México.- El Centro de Ciencias de las Atmósfera-Universidad Nacional Autónoma de México, la Comisión Ambiental de la Megalópolis-SEMARNAT , el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados-Instituto Politécnico Nacional, el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático y el Instituto Nacional de Salud Pública elaboraron el documento conjunto sobre Coronavirus SARS-CoV-2, contaminación atmosférica y riesgos a la salud

El documento señala que las medidas de distanciamiento social encaminadas a reducir el contagio también son útiles al disminuir las emisiones y la exposición a contaminantes atmosféricos.

También indica que la epidemia actual de coronavirus COVID-19 (SARS-Cov-2) en México, coincide con el periodo de altas temperaturas e intensa insolación en superficie, que favorece la formación de ozono y la ocurrencia de incendios.

¿Qué sabemos hasta el momento?

El documento señala que los contaminantes atmosféricos son un factor que impacta en la salud humana incrementando el riesgo de aparición y complicación de varios padecimientos.

Aún sin la pandemia, vivir en sitios con contaminación del aire se ha vinculado con tasas más altas de enfermedades pulmonares como asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) (Cohen et al. 2017, WHO 2017).

La exposición a partículas finas (PM2.5), ozono y otros componentes del aire contaminado provocan procesos de estrés oxidante e inflamación de las vías respiratorias y los pulmones ocasionando efectos adversos a la salud de las personas en el corto y largo plazo.

Los contaminantes atmosféricos alteran la respuesta del sistema inmunológico

Los contaminantes atmosféricos, además, son capaces de alterar de manera importante la respuesta del sistema inmunológico.

Son varios los estudios epidemiológicos que han mostrado una asociación entre el incremento de los contaminantes y las admisiones hospitalarias que tienen como diagnóstico infecciones respiratorias bacterianas y virales (Cui et al. 2003, Ciencewicki y Jaspers 2007).

Las partículas finas, como las ultrafinas (PM0.1) así como el carbono negro pueden incrementar significativamente la inflamación y favorecer la morbilidad inducida por los virus.

Esto puede ser causado, al menos parcialmente, por el decremento en la capacidad de los macrófagos para fagocitar a éstos y generar una respuesta inmune efectiva contra la infección.

La COVID-19 afecta principalmente las vías respiratorias

El coronavirus SARS-CoV-2, que causa la enfermedad de COVID-19, afecta principalmente las vías respiratorias altas produciendo una enfermedad respiratoria leve.

En aproximadamente un 15 por ciento de los pacientes, la infección afecta a los pulmones produciendo una neumonía que puede progresar rápidamente y comprometer la vida del paciente.

Estas pueden incluir una disnea o dificultad para respirar muy importante, con la consecuente disminución de entrada de oxígeno al organismo, y que es debida a daños histopatológicos como daños sustanciales a los neumocitos, edema pulmonar y formación de membranas hialinas (Xu et al. 2020).

El coronavirus COVID-19 (SARS-Cov-2) afecta de manera más importante a grupos sensibles, como los adultos mayores, a personas que sufren de alguna enfermedad crónica como diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares o depresión del sistema inmunológico por alguna enfermedad (como VIH) o tratamiento (como quimioterapia) (Zhou et al. 2020).

Es en estos grupos en donde se presenta la mayor tasa de letalidad, que se ha calculado alrededor del 4 por ciento del total de las personas infectadas.

Estudios sobre la misma familia del coronavirus

Aunque no se han llevado a cabo estudios epidemiológicos sobre el efecto de las situaciones de alta contaminación atmosférica en esta pandemia producida por el SARS-CoV-2, existen algunos estudios al respecto sobre virus de la misma familia.

Tal es el caso de un estudio realizado en China (Cui et al. 2003, Su et al. 2019) en donde se encontró que las personas que vivían en ciudades con altos niveles de contaminación, tenían hasta un 84 por ciento de mayor probabilidad de morir por infección por SARS en comparación con las que vivían en ciudades menos contaminadas.

Aislamiento físico y calidad del aire

Las indicaciones emitidas por las autoridades sanitarias para evitar la infección con el SARS-CoV-2 y que contemplan el aislamiento físico de las personas, que se expresa en mantener sana distancia y quedarse en casa, generan un cuádruple beneficio:

1) Disminuyen significativamente la probabilidad de contagio del virus.

2) Bajan de manera importante las emisiones de contaminantes atmosféricos primarios. 3) Como el Índice de Calidad del Aire continúa indicando altos niveles de ozono o partículas suspendidas en las ciudades más pobladas de México, al quedarse en casa se reduce la exposición y se evitan los efectos sinérgicos entre contaminación atmosférica y contagio.

4) Personas sensibles a la contaminación atmosférica, quienes, de exponerse a ésta, pueden presentar algunos síntomas similares a los generados por el COVID-19, tendrán menor riesgo de falsos diagnósticos.

El clima y los virus

Estudios existentes sobre el virus de la influenza han demostrado que su transmisión en el aire es sensible a las condiciones climatológicas (Lowen y Palese 2009, Kamigaki et al. 2016)).

Otro estudio reciente sobre la relación entre el clima y la transmisión del virus de la influenza sugieren que la transmisión aumenta en presencia de aire frio y baja humedad (Chen et al. 2017).

Por otro lado, las pequeñas gotas de saliva expulsadas por las personas al hablar y respirar son portadoras del virus y entre más pequeñas, más pueden permanecer en el aire ambiente antes de depositarse (Tellier et al. 2019).

Se ha encontrado que, en ambientes abiertos, la turbulencia atmosférica puede facilitar que se mantengan suspendidas por más tiempo y viajar mayores distancias (Liu et al. 2019).

El SARS-CoV-2 que causa la enfermedad COVID-19 es capaz de unirse a partículas atmosféricas, pero no se mantiene viable por más de 3 horas. Sin embargo, en ambientes cerrados (como habitaciones) estas gotas portadoras podrían concentrarse o depositarse sobre las superficies, por lo que es preferible mantener las habitaciones ventiladas, teniendo cuidado de no recibir directamente el aire que sale de otras habitaciones.

Necesario reducir la cantidad de contaminantes en la atmósfera

En este momento, la contribución de las instituciones, con atribuciones relacionadas con la calidad del aire y el ambiente ante la emergencia sanitaria es combatir los procesos que den lugar a una mayor cantidad de contaminantes en la atmósfera y a una mayor exposición de la población a tales contaminantes; en este sentido se deberá:

· Asegurar el buen funcionamiento de las redes de monitoreo de calidad del aire y la correcta y oportuna comunicación de riesgos para los grupos sensibles, incluyendo ahora a las personas que padecen diabetes e hipertensión, personas con un sistema inmune deprimido y con afecciones respiratorias.

· Prevenir y combatir eficazmente los incendios forestales y reducir las quemas agrícolas. Se sabe que en México el 98 por ciento de los incendios son causados por las personas.

· Fomentar la ventilación de espacios cerrados, habitaciones, viviendas, oficinas y unidades de transporte público, etc.

· En caso de presentarse muy altos niveles de contaminación atmosférica, se deberán aplicar todas las medidas definidas en los programas de contingencia ambiental atmosférica, con excepción de aquellas que actúen en contra de la sana distancia física entre las personas.

Reducir la vulnerabilidad por factores ambientales

La evidencia científica indica que episodios como el que estamos viviendo, en este caso con virus, pero que pueden ser también con microorganismos o con diversas especies (recordar por ejemplo la proliferación reciente de sargazo en el Caribe), los eventos hidrometeorológicos extremos o la dispersión masiva de contaminantes tóxicos, seguirán sucediendo en el futuro y existen las condiciones para que sean cada vez más graves.

Por tanto, las medidas más significativas son las que se deberán tomar una vez que pase esta pandemia. En un contexto de cambio climático en donde se esperan eventos imprevistos globales o regionales de largo alcance, el reducir la vulnerabilidad por factores ambientales para la población humana y los ecosistemas constituye una medida elemental de protección y adaptación a nuevas condiciones.

Construcción de un ambiente sano

Este documento concluye en que la construcción o reconstrucción de un ambiente sano, haciendo uso de los mejores conocimientos adquiridos por la humanidad, incluyendo tecnologías limpias y de bajas emisiones en el transporte, la construcción, la generación de energía, el manejo de residuos, etc; la restauración ecológica de los ecosistemas naturales y la organización social que impulse y ejerza una vigilancia responsable sobre la relación de las sociedades humanas y su ambiente, debe de ser emprendida sin dilación en los próximos meses.

También señala que ante problemas ambientales y sanitarios que no respetan fronteras, es imperativo apoyar y difundir la ciencia en nuestro país, así como fortalecer la organización social informada y solidaria.

Advierte sobre el fortalecimiento de las acciones nacionales en el marco de los grandes acuerdos internacionales para el ambiente, el clima, la biodiversidad, el desarrollo con justicia y respeto a los derechos humanos y de otras especies, es la mejor forma de aumentar nuestras defensas colectivas frente a la incertidumbre global.

En la elaboración del  documento "Coronavirus SARS-CoV-2, contaminación atmosférica y riesgos a la salud" participaron Iván Hernández, José Agustín García y Oscar Peralta del Centro de Ciencias de las Atmósfera-UNAM; Víctor Hugo Páramo, Ramiro Barrios y Alejandro Villegas de la Comisión Ambiental de la Megalópolis-SEMARNAT; Ana Lorena Gutiérrez, Andrea De Vizcaya y Rosa María del Ángel del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados-IPN, Abraham Ortinez, Amparo Martínez, Gerardo Ruiz , Roberto Basaldud y Miguel Ángel Flores del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático; Horacio Riojas del Instituto Nacional de Salud Pública

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