Dos clases de reacciones a la muerte pueden verse en el reino animal: las estereotípicas y las cognitivas, señaló Susana Monsó Gil, autora del libro La zarigüeya de Schrödinger. Cómo viven y entienden la muerte los animales, que se presentó en la III Semana de Humanidades en la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Las reacciones estereotípicas son innatas, están vinculadas a estímulos concretos a los que reacciona por igual la misma especie, son instintivas y adaptativas, esto es, cumplen la misma función que les ha permitido habitar y desarrollar su evolución como especie. Las reacciones cognitivas son aprendidas, son flexibles, no están vinculadas a estímulos concretos, varían mucho de individuo a individuo y no son adaptativas.
La Tanatología Comparada estudia la relación de los animales con la muerte, que se distingue por su carácter oportunista y anecdótico, es decir, está basado en estudios anecdóticos de científicos que estaban en campo estudiando a alguna población y se encuentran con algún caso específico de un animal interactuando con un cadáver de manera peculiar.
El texto -publicado por Plaza y Valdés Editores- está organizado en capítulos que llevan el nombre de algún animal a partir del cual se abordan ciertos temas. El primer apartado habla sobre La hormiga que asistió a su propio entierro, en el que el punto de partida es un comportamiento particular de este insecto que consiste en que cuando muere, el resto de la colonia la carga y la lleva hacia un vertedero.
Se presupone que las hormigas son capaces de distinguir la muerte de una de las suyas; este comportamiento no requiere un concepto de mortandad, sino que lo hacen por instinto. Cuando fallecen, las hormigas despiden ácido oleico y es cuando la colonia lleva a cabo la necroforesis, es decir, la sacan del hormiguero antes de que los elementos patógenos de los cadáveres puedan contagiar al resto.
La necrofobia es una reacción que está presente en casi todos los animales –incluidos los humanos– que tiene que ver con el rechazo a los cadáveres y su putrefacción, comportamientos que no son cognitivos, sino más bien intuitivos.
El segundo capítulo La ballena que paseó a su bebé muerto por medio mundo, cuenta la historia de la orca Tahlequah que dio a luz a un bebé que murió a las pocas horas, y mostró un comportamiento muy extraño, pues acarreó a su cría fallecida durante 17 días y más de mil 600 kilómetros; se cree que fue el acto de duelo de una madre doliente.
La profesora de la Universidad Nacional de Educación a Distancia alertó sobre el antropocentrismo, que en este caso consiste en tomar la experiencia humana como la letra, “a través de la cual hemos de interpretar todo comportamiento animal”. Dentro de la Tanatología Comparada hay antropocentrismo de dos tipos: uno intelectual, que nos dice que la única manera de entender la muerte es la forma humana, y otro emocional, que dicta que la única manera de reaccionar a ésta es la humana.
Las reacciones animales cognitivas a la expiración muestran que dentro de una misma especie hay respuestas distintas. A partir de un estudio con un grupo de chimpancés en donde muere un adolescente, algunos mostraron agresión como respuesta a la frustración, otros se sentaron a contemplar el cadáver, lo olían y lo tocaban.
El capítulo cuatro, La chimpancé que jugaba a mamás y papás con los cadáveres, refiere el caso de la chimpancé Lucy, que tenía una relación más cercana con este individuo muerto; se sentó a su lado, tomó una vara y empezó a limpiarle los dientes y a acicalarlo.
El antropocentrismo intelectual establece que entender la defunción requiere de capacidades muy avanzadas, como poseer una teoría sobre el fallecimiento, un concepto de vida, de ausencia, de tiempo, una facultad para el racionamiento analógico y para el pensamiento abstracto. Esto descarta la teoría de que los animales sean capaces de entenderla, porque requiere de cognición.
En cada apartado se analiza el comportamiento de una especie animal y su impacto emocional frente a la muerte, al que reacciona de diferente manera; todo ello desde el principio de que es un animal social. Su relación propia con la naturaleza lo hace percibir la partida por diversos factores del entorno como fenómenos naturales, depredadores, peleas con otros individuos de la misma especie, causas humanas, entre otras.
El capítulo siete, que da título al libro, habla sobre el comportamiento de la zarigüeya –tlacuache en México– que se hace la muerta frente a episodios de peligro como mecanismo de defensa, y lo hace con todo un proceso biológico muy similar al de la defunción real, tal como el gato de Schrödinger, que presenta un gato hipotético que puede estar simultáneamente vivo y fallecido.
El doctor Jorge Galindo, profesor investigador del Departamento de Ciencias Sociales en la Unidad Cuajimalpa, destacó que el texto enriquece las disciplinas de la Filosofía, la Etología y la Tanatología Comparada, y muestra la importancia de los estudios transdisciplinares.
Montserrat Palomino Segovia, integrante del equipo del Centro de Escritura y Argumentación (CEA) de la UAM Cuajimalpa, destacó que la forma del texto nunca abandona la rigurosa forma metódica que caracteriza a los filósofos, así como la solidez de los argumentos que fluyen en la escritura para hacer divulgación científica.