La 27ª Conferencia de las Partes (COP27) de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático se celebra entre el 6 y el 18 de noviembre en Egipto en un contexto marcado por la prevalencia de eventos climáticos extremos en todo el mundo, la crisis energética derivada de la guerra de Ucrania y el consenso científico de que el Acuerdo de París será difícilmente alcanzable si seguimos con el ritmo actual de emisiones.
Tras la cumbre del año pasado en Glasgow, los distintos países acordaron llegar a compromisos concretos para dar respuesta a la crisis climática y actualizar sus planes nacionales de mitigación y adaptación con medidas más ambiciosas y ajustadas a la escala del problema. Sin embargo, solo 23 de 193 países han actualizado sus planes.
¿Qué retos tiene la de este año?
La presidencia de la COP27 espera que esta cumbre sirva para “pasar de las negociaciones a la planificación de la aplicación de las promesas y compromisos realizados”.
Además, se espera que la conferencia sirva para alcanzar importantes acuerdos en materia de financiación internacional para la lucha contra el cambio climático. Se prevé una intensa negociación sobre los pagos conocidos como “de pérdidas y daños”. Estos pagos serían una medida de compensación a los países en vías de desarrollo, quienes más sufren los desastres derivados del cambio climático, por parte de los países ricos, los mayores emisores de gases de efecto invernadero.
Relación entre la COP27 y la Agenda 2030
El 25 de septiembre de 2015, los líderes mundiales de 193 países definieron la agenda 2030, conformada por 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) interrelacionados entre sí y que suponen un llamamiento de la Organización de las Naciones Unidas para transformar nuestro mundo hacia la prosperidad global de las personas y del planeta.
Con este ambicioso objetivo como telón de fondo, es más que evidente que el cambio climático desempeña un papel fundamental en todos los ODS, lo que hace imposible abordar la agenda 2030 sin combatir de manera decidida la crisis climática. Como ejemplo, recientes trabajos científicos cuantifican el enorme impacto del cambio climático en la salud y bienestar humano (objetivo 3).
La COP27 tiene como reto adoptar medidas más ambiciosas para hacer frente a la emergencia climática, alineándose de manera directa con el objetivo 13 (“acción por el clima”). El éxito de estas medidas no será posible sin una aceleración hacia una “energía limpia” (objetivo 7), unas “ciudades sostenibles” (objetivo 11) y, sobre todo, una “producción y consumo sostenibles” (objetivo 12).
Por otro lado, cabe destacar que el cambio climático no afecta por igual a todos los países. Los impactos más negativos afectan a los países en vías de desarrollo. Incluso dentro de una misma ciudad los efectos negativos de, por ejemplo, las olas de calor varían en función del nivel socioeconómico de las personas. Por eso, la consecución de otros objetivos como el “fin de la pobreza” (objetivo 1) o la “reducción de las desigualdades” (objetivo 10) son una quimera sin una lucha decidida y eficaz contra el cambio climático, lo que implica una financiación justa entre países.
Por lo tanto, la relación entre la COP 27 y la Agenda 2030 es clave para comprender que el desarrollo global o será sostenible desde el punto de vista climático o simplemente no será posible.
¿Qué enseñanzas deja este tipo de encuentros?
En las COP se reúnen jefes de Estado, ministros y negociadores, activistas climáticos, alcaldes, representantes de la sociedad civil y directores ejecutivos. Se trata del encuentro anual más importante sobre la acción climática mundial.
Al reunir a un amplio conjunto de socios y partes interesadas, este tipo de encuentros pueden servir para acelerar la inversión pública y privada en proyectos concretos e iniciativas hacia la transición energética sostenible en todo el planeta y establecer acciones políticas decididas que reduzcan la actual brecha en los flujos económicos y financieros, abordando los desafíos existentes de financiamiento y deuda.
Desde el punto de vista ambiental, los acuerdos que se alcanzan en muchas ocasiones resultan mínimos, insuficientes, dada la magnitud de la crisis climática, tal y como se advierte en el último informe del IPCC.
Además, estos acuerdos se producen tras largas y tensas negociaciones entre países. Todo ello contribuye a la sensación de que estas cumbres sirven para poco y que hay más palabras que hechos. No obstante, estos acuerdos tienen mucho valor ya que se producen en su mayoría por consenso y son vinculantes para todos los firmantes.
Quizá una primera enseñanza es que la COP sirve para avanzar en la lucha contra el cambio climático, pero no podemos esperar milagros.
Por otro lado, cada vez hay una mayor cobertura de las cumbres en los medios, lo que refleja un mayor interés social.
Además, cumbre tras cumbre toman más protagonismo las actividades desarrolladas en la denominada zona verde. Esta zona es un lugar de encuentro para el diálogo entre representantes de la sociedad civil como asociaciones de jóvenes, asociaciones empresariales, ONG o representantes de la academia. Este hecho pone de manifiesto la cada vez mayor concienciación de la ciudadanía sobre la crisis climática y la necesidad de tomar medidas urgentes y eficaces en la lucha contra el cambio climático.
En esta ocasión, aprovechando la localización de la COP27 en Egipto, se asignarán sesiones específicas dedicadas a África, con el objetivo de promover soluciones y oportunidades para el continente con mayores desafíos en vulnerabilidad climática.
El papel de la ciudadanía
Nos encontramos en un punto de no retorno. La comunidad científica ya ha advertido que el objetivo de mantener la temperatura por debajo de 1,5 ℃ no es realista y que los actuales compromisos de aquí a 2030 nos llevan a un aumento de unos 2.5 ℃, algo catastrófico para nuestro futuro. No olvidemos que un calentamiento de 1 ℃ nos ha llevado a sobrepasar algunos peligrosos puntos críticos.
La acción climática requiere de medidas individuales orientadas a la sostenibilidad, por lo que la toma de conciencia social es importantísima.
En este contexto, la ciudadanía tiene que ser consciente de que mantener el consumo de combustibles fósiles es incompatible con paliar la crisis climática. Esto implica un cambio en nuestro estilo de vida y modelo socioeconómico que probablemente pase por un decrecimiento.
Como ciudadanos responsables debemos disminuir nuestra huella de carbono, reducir nuestro consumo, especialmente si procede de actividades ecológica y socialmente dañinas, y exigir medidas eficaces de protección de la naturaleza para mejorar la capacidad de mitigación de nuestros ecosistemas.
Cabe destacar que este año se tendrá muy en cuenta el papel de los jóvenes, contando por primera vez con un día completo (el 10 de noviembre) donde se discutirá el papel de las nuevas generaciones.
Por último, no debemos olvidar que la sociedad civil, en los países democráticos, a través de la elección de sus representantes tiene una responsabilidad clave en dicha voluntad política. Exigirla a través de su apoyo a gobiernos que la garantizan es una de sus importantísimas responsabilidades.
Una versión de este artículo fue publicada previamente por la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI) de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
* Sonia Quiroga, Profesora Titular de Análisis Económico y Economía Cuantitativa, Universidad Complutense de Madrid y Enrique Andivia Muñoz, Profesor e investigador en el Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución, Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.