Mantener extensas áreas naturales bajo control del Estado con fines de protección a la naturaleza ha sido una atinada y antigua política de conservación que, según algunos registros, comenzó en la hoy Reserva Forestal de Sinharaja, al sudoeste de Sri Lanka, la última zona viable del primigenio bosque tropical húmedo de ese país asiático cuyas 88,640,000 hectáreas fueron clasificadas por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad desde 1988.
Existen datos que indican que posterior a Sinharaja, en Estados Unidos se buscó proteger un área entre Wyoming y Montana, pero lo impidieron problemas con los turistas y propietarios de tierras dentro y alrededor del recién creado parque de Yosemite, y el gobierno federal desconocía cómo controlar un parque, así que hasta 1871 se estableció el primer Parque Nacional: Yellowstone.
Le siguieron como segundo parque nacional a nivel mundial el Parque Nacional Real, en Australia. En Europa, el 24 de mayo de 1909 se creó el primer parque nacional mediante la aprobación de una ley que permitió la protección inmediata de nueve grandes espacios naturales: Abisko, Garphyttan, Hamra, Pieljekaise, Sarek, Great Falls, Sånfjället, Ängsö y Gotska Sandön. España creó el suyo en los Picos de Europa.
En América del Sur, Chile protegió su primer parque en 1926, el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales. Argentina lo hizo en 1934, el Parque Nacional Nahuel Huapi, y Brasil en 1937, el Parque Nacional de Itatiaia.
La política de conservación ambiental de México tiene raíces en el Desierto de los Leones que, siendo un denso bosque de coníferas recibió el nombre de desierto por lo despoblado que se encontraba entonces. Numerosos manantiales de agua pura nacían ahí y abastecían a la Ciudad de México a través del acueducto de Santa Fe, por lo que fue protegido desde 1786, como lo testimonia la Cédula Real del 18 de noviembre de 1803 que confirió a la capital mexicana la propiedad exclusiva de esos manantiales.
En 1876, ante la necesidad de aprovechar los manantiales, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada declaró los montes como zona de reserva forestal e interés público y decidió la conservación del Bosque Desierto de los Leones.
Pero el rango de Parque Nacional se lo otorgó en 1917 el presidente Venustiano Carranza al Desierto de los Leones, bosque de coníferas ubicado en terrenos de Santa Fe, en la hoy alcaldía de Cuajimalpa.
No obstante, su historia nació en 1611, cuando se construyó el convento de los monjes carmelitas descalzos que lo ocuparon hasta 1814. Este monasterio se convirtió en 1845 en campo de maniobras y cuartel del Cuerpo Nacional de Artillería, y después albergó una supuesta fábrica de vidrio que alimentaba sus hornos con madera del bosque, pero donde en realidad se acuñaba moneda falsa.
En 1899, el presidente Porfirio Díaz proclamó como nuestra primera Área Natural Protegida (ANP) al Bosque Nacional Monte Vedado de Mineral del Chico, en Hidalgo, que también fue la primera ANP del subcontinente, y muchos años después, en 1982, se decretó como Parque Nacional El Chico, con una superficie de 2 mil 739 hectáreas.
La Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección Ambiental clasifica a los parques nacionales en la categoría de protección más alta, porque cada uno de estos sitios abarca el mayor número de zonas con uno o más ecosistemas de belleza escénica y además reúnen valor científico, educativo, recreativo e histórico, así como riqueza de biodiversidad y aptitud para el desarrollo del turismo.
Estos sitios conservan poblaciones de especies amenazadas y otras que podrían llegar a perderse por ser originalmente escasas, por ejemplo, los grandes carnívoros, o especies raras, lo mismo que plantas y animales silvestres con una distribución muy acotada.
Por eso, en las superficies terrestres o marinas denominadas Parques Nacionales de México solo están permitidas actividades relacionadas con la preservación de los ecosistemas y de sus elementos, así como con la investigación, recreación, turismo y la educación ecológica.