Ningún país es inmune a la sequía, alerta la Organización de las Naciones Unidas ante la degradación ambiental que este fenómeno climático causa en el planeta porque, a diferencia de otros desastres naturales, puede prevalecer por varios años e impactar de manera negativa en el desarrollo.
Los datos duros sobre las sequías son contundentes: su número y duración se ha incrementado un 29% desde el año 2000, entre 1900 y 2019 afectaron a 2 mil 700 millones de personas en todo el planeta y provocaron 11.7 millones de muertes, cada año 55 millones de personas en el mundo se ven afectadas por estos fenómenos.
La sequía, explica Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), es uno de los desastres naturales más complejos porque impacta a más personas en el mundo. Su presencia genera efectos directos en la producción y puede afectar el abastecimiento de agua dulce, forzar a las poblaciones a emigrar, paralizar la producción de alimentos, agotar los pastizales y perturbar los mercados, y en casos extremos causar hambrunas y la muerte generalizada de animales y personas.
Desencadena muchos más problemas en las poblaciones que la padecen: la escasez de agua provoca que las comunidades afectadas tengan menor acceso a este recurso, lo que dificulta su desarrollo, la imposibilidad de producir alimentos suficientes para la población o el ganado, y ambos se ven afectados, además, la carencia de agua pone en peligro la salud y empobrece más la región que afecta.
Sus efectos devastadores no distinguen países ricos o pobres, pues aunque en la actualidad afecta más a las naciones en desarrollo, cada día gana más espacio en territorios desarrollados, y se pronostica que hacia el 2050 tres cuartas partes de la población del planeta estarán impactadas por la sequía.
Por eso se vuelve relevante el llamamiento de la ONU este 17 de junio, Día Mundial de Lucha Contra la Desertificación y la Sequía, “Superando juntos las sequías”, que plantea la acción temprana como mecanismo para evitar consecuencias desastrosas para la humanidad y los ecosistemas planetarios.
Esta conmemoración fue proclamada en 1944 por la Asamblea General de las Naciones Unidas a través de la resolución 49/115, para fomentar la conciencia pública sobre dos fenómenos que van de la mano: sequía y desertificación.
La desertificación se entiende como la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, y la generan fundamentalmente la actividad humana y las variaciones climáticas, y no tiene relación este proceso con el avance de los desiertos existentes.
Los ecosistemas de zonas secas, que cubren un tercio de la superficie del planeta, son vulnerables a la sobreexplotación y el uso inadecuado de la tierra propiciado por la pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego que afectan negativamente la productividad del suelo.
Pero ambos fenómenos, desertificación y sequía, alcanzan dimensiones mundiales e inciden en todas las regiones , por lo que es necesario que la comunidad internacional adopte medidas conjuntas para luchar contra la desertificación y mitigar los efectos de la sequía.
“En el contexto de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, probablemente no hay un asunto más importante para todos como el de la tierra
La preocupación de la comunidad internacional es entendible porque las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas representan una proporción considerable de la superficie de la Tierra y son el hábitat y la fuente de sustento de una gran parte de la población.
La degradación del suelo afecta a mil 500 millones de personas a nivel mundial. De esta población, el 74% de los pobres (42% de los muy pobres y el 32% de los moderadamente pobres), son directamente afectados, cita un documento de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
A fines de abril, cerca del 80% del territorio mexicano presentaba algún grado de sequía, intensificada por una ola de calor, escasez de lluvias y el consecuente desabasto de agua que impactaba algunos estados del norte y noroeste del país, principalmente, según reportó el Monitor de la Comisión Nacional del Agua (Conagua). El termómetro alcanzaba entre los 40 y los 45 grados Celsius en 20 de los 32 estados, frente a un déficit de lluvia cercano al 23% respecto de la cifra nacional histórica para el mismo período.
Durante la segunda quincena de mayo de 2022 el frente frío No. 47 propició lluvias por arriba del promedio en el noreste del país, por lo que las condiciones anormalmente secas y de sequía moderada disminuyeron en esta región, mientras que, la sequía extrema y excepcional se eliminó en los estados de Nuevo León y Tamaulipas.
Paralelamente, en las costas del Pacífico sur se formó el huracán Agatha, de categoría 2, que ingresó al país sobre las costas de Oaxaca, provocando importantes acumulados de lluvia que aliviaron las condiciones de sequía en Oaxaca, Chiapas y el sur de Veracruz, donde desapareció la sequía severa y disminuyeron las condiciones anormalmente secas y de sequía moderada.
“En el contexto de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, probablemente no hay un asunto más importante para todos como el de la tierra. Desde los alimentos que consumimos a la ropa que nos ponemos o las casas en que vivimos, todo proviene de los recursos del suelo. Con el fin de que nadie quede atrás, como se proclama en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, neutralizar la degradación de la tierra es un asunto prioritario para cubrir nuestras necesidades y lograr un desarrollo sostenible”, afirma la CNDH.
Pero hay esperanzas. Las soluciones y herramientas existentes para combatir la desertificación exigen que todos cooperemos y que se fortalezca la aplicación de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación en los países afectados por sequía grave o desertificación, en particular en África.
Hoy, cuando vemos cómo la tierra se degrada y deja de ser productiva, cuando los espacios naturales se deterioran y transforman, las emisiones de gases de efecto invernadero crecen y se pierde biodiversidad, a la par que se reducen las áreas silvestres que amortigüen las zoonosis, como la Covid-19, y nos protejan de fenómenos climáticos extremos es apremiante revertir sequías y desertificación.