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Popotes, una amenaza para la vida marina

Popotes, una amenaza para la vida marina

“La prevalencia de los plásticos en el medio ambiente ha llegado a tal punto que algunos académicos han comenzado a referirse a la esfera de interacción entre ecosistemas y plásticos como la plastisfera”.

Como muchos objetos superfluos, el popote de plástico se instaló en la cotidianidad de los seres humanos desde finales del siglo XIX, sin sospecharse que el pequeño tubo se convertiría en una enorme amenaza para la vida silvestre marina —plancton, invertebrados bentónicos y grandes mamíferos—, pues la ingesta de plástico libera sustancias tóxicas, reduce la eficiencia de los procesos fisiológicos y coloca a las especies en riesgo de muerte directa o indirecta.

Por los daños a los ecosistemas, el 3 de febrero se celebró Día Internacional Sin Popote, fecha en que se resalta la necesidad de desterrar el uso de la pajilla, objeto que al distribuidor de refrescos estadounidense Harry Stevens se le ocurrió elaborar con papel para que los aficionados al futbol americano se mantuvieran bebiendo durante los partidos.

La pajilla o popote —voz náhuatl, popotl: paja o carrizo— la utilizaron desde tiempos pretéritos diversas culturas, principalmente en rituales o con fines medicinales. Los antiguos mexicanos solían succionar el pulque o el chocolate con carricillos, y los egipcios también sorbían algunas bebidas frías o calientes con algunas cañas huecas. Sin embargo, esos popotes eran de origen vegetal.

Con una mirada mercantil, en la nación vecina del norte el artefacto lo fueron modificando personajes como Marvin Stone, un cigarrero de Washington que patentó en 1888 los drinking straw luego de fabricar un popote con papel manila emparafinado y, cuenta la leyenda, llegó a vender más popotes que cigarros. Pero fueron los hermanos Betty y Joseph Friedman quienes crearon los primeros popotes de plástico flexible para la industria farmacéutica de ese país.

Al paso del tiempo el anecdotario se ha convertido en tragedia ambiental al grado de lograr que el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) lanzara en Bali, Indonesia, el 23 de febrero de 2017, la campaña #MaresLimpios, y millones de personas dejaron de usar popotes al consumir algún líquido, luego de observar el video de una bióloga que extrae un popote de la nariz sangrante de una tortuga marina.

El popote del video se convirtió en un símbolo porque, sin ser el único artículo de plástico que impacta la vida marina, catapultó a los círculos gubernamentales de la mayoría de las naciones el problema que constituyen los plásticos en general al llegar a los cuerpos de agua, ya que de 1950 a 2015 se produjeron 8,300 millones de toneladas métricas de nuevos plásticos, entre ellos millones de toneladas de popotes de diversos tamaños, formas y colores.

“La prevalencia de los plásticos en el medio ambiente ha llegado a tal punto que algunos académicos han comenzado a referirse a la esfera de interacción entre ecosistemas y plásticos como la plastisfera”, según el portal Noticias ONU.

La pandemia de Covid-19 exacerbó el problema de la contaminación plástica que “afecta de manera desproporcionada a personas, grupos y pueblos en situaciones vulnerables, pone en riesgo sus derechos básicos, salud y bienestar, y planteará obstáculos sustanciales para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, asegura el informe En estado de negligencia: el impacto de la basura marina y la contaminación por plásticos en la justicia ambiental, publicado el 30 de marzo de 2021 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la ONG Azul que exige justicia ambiental.

“Hay que reconocer que la contaminación plástica viola los derechos humanos”, afirmó Marcos Orellana, relator especial del Consejo de Derechos Humanos, durante la presentación del informe.

Los autores del informe recomiendan, entre otras medidas, que los gobiernos amplíen su control de los desechos plásticos, estudien sus impactos en la salud e inviertan en su gestión. Los gobiernos también deberían adoptar y aumentar la aplicación de las prohibiciones de los plásticos de un solo uso y fomentar la reducción, el reciclaje y la reutilización.

En México, la prohibición de la distribución y uso de plásticos de un solo uso, entre ellos los popotes, ha ido tomando cauce parcialmente. Por ejemplo, el 12 de junio de 2017 en el Senado de la República se leyó una iniciativa de ley para dar facultades de la Federación para suscribir con los gobiernos estatales convenios o acuerdos de coordinación para promover el uso de materiales biodegradables y para sancionar a las personas que utilicen popotes o pajillas no biodegradables en establecimientos comerciales o de servicios.

Sin embargo, en julio de 2018 la Asociación Nacional de la Industria del Plástico aseguró que prohibir o rechazar el uso de popotes en el país no es la solución al reto de enfrentar la contaminación ambiental por plásticos, sino que debe existir una regulación correcta y una mayor cultura ambiental.

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