Los sectores forestal y agropecuario constituyen una parte medular para el diseño de acciones que hagan frente al cambio climático y garanticen la seguridad alimentaria. Sus emisiones, en conjunto con aquellas asociadas a cambios en el uso de la tierra, representan el 23% del total de las emisiones de GEI a nivel mundial (IPCC, 2019).
Desde el sector forestal, la conservación y buen uso de los bosques constituye una importante medida de mitigación climática que además conlleva el beneficio de conservar la biodiversidad.
Por su parte, la descarborización o la agricultura climáticamente inteligente de los sistemas agropecuarios puede mejorar la producción de alimentos y contribuir a la captura de carbono. Ambos sectores han tenido avances importantes en las negociaciones de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) de la última década y con cada vez mayor frecuencia se reconoce su interconexión.
¿Qué papel tienen los bosques en la discusión climática?
Reducir las emisiones por deforestación y degradación del suelo así como mantener y aumentar sus acervos de carbono (acciones conocidas en la jerga climática como REDD+ por su acrónimo en inglés), es vital para el cumplimiento del Acuerdo de París e indispensable para alcanzar la neutralidad de carbono antes del 2050.
El marco para REDD+ y el manejo sustentable de los bosques se incluyó en el artículo 5 del acuerdo de París.
Ha habido importantes avances en las negociaciones climáticas que facilitan la cooperación entre países para la protección de los bosques considerando un robusto marco de salvaguardas sociales y ambientales.
Estos esfuerzos contribuyen también al combate contra la desertificación y a avanzar en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y de los objetivos de la Convención de Diversidad Biológica.
La mayoría de los países incluyeron en sus metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero del Acuerdo de París (las llamadas Contribuciones Nacionalmente Determinadas o NDC por sus siglas en inglés) al sector forestal y de uso de suelo como un área clave para implementar acciones de mitigación y adaptación al cambio climático.
México estableció el compromiso de llegar a una tasa de deforestación neta cero a más tardar en el 2030. Esto representa un reto importante, pues en la última década se han deforestado en promedio 212 mil hectáreas al año (deforestación bruta), siendo las selvas cálido-húmedas y cálido-secas las de mayor pérdida forestal.
Más del 90% del cambio de uso de suelo de los bosques se ha dado hacia tierras con pastizales para ganadería y a tierras de uso agropecuario (Conafor, 2020). Por esta razón es necesario entender las relaciones que existen entre el sector forestal y el agropecuario.
¿Qué es la seguridad alimentaria?
Se entiende por seguridad alimentaria y nutricional a la garantía de que los individuos, las
familias y la comunidad, accedan en todo momento a suficientes alimentos inocuos y nutritivos, principalmente producidos en el país en condiciones de competitividad, sostenibilidad y equidad, para que su consumo y utilización biológica les procure óptima nutrición, una vida sana y socialmente productiva, con respeto de la diversidad cultural y preferencias de los consumidores (FAO, 2012).
¿Qué papel juega la seguridad alimentaria en la discusión climática?
El objetivo principal de la CMNUCC es lograr “la estabilización de los gases de efecto invernadero en un plazo suficiente para permitir que los ecosistemas se adapten naturalmente al cambio climático, asegurar que la producción de alimentos no se vea amenazada y permitir que el desarrollo económico prosiga de manera sostenible”.
Bajo este entendimiento, la seguridad alimentaria debe ser un eje prioritario en las negociaciones climáticas. Las agendas climáticas de los sectores agropecuario y forestal acompañan los esfuerzos en materia de seguridad alimentaria, adaptación y mitigación al cambio climático.
En la COP26 de Glasgow se discutirán los resultados del Trabajo Conjunto de Koronivia, sobre el estado actual de la agricultura en el mundo y sus potenciales de adaptación y mitigación. También es importante recalcar que estos esfuerzos se entrelazan con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la cual ambiciona un mundo sin hambre, inseguridad alimentaria y malnutrición.
¿Cómo puede la agricultura adaptarse al cambio climático mientras disminuye la inseguridad alimentaria?
Aumentar el nivel de seguridad alimentaria y nutricional para la población mundial, es una tarea que debe considerar los efectos del cambio climático sobre los sistemas de producción de alimentos agrícolas y pecuarios.
Eventos meteorológicos extremos como sequías intensas y prolongadas, lluvias torrenciales, heladas, entre otros, ocasionan bajos rendimientos de los cultivos y pérdidas postcosecha (entre el 25–30%), además de contribuir a la degradación de la tierra y a la desertificación. Ante este escenario, los sistemas de producción agropecuaria requieren adoptar técnicas o prácticas más eficaces, que disminuyan la degradación de los recursos naturales (ej. suelo y agua) y la emisión de gases de efecto invernadero, a la par que aumenten la productividad, la capacidad de adaptación y la resiliencia a los efectos del cambio climático.
Dentro de este contexto, la protección y conservación de los bosques y la incorporación e incremento del componente arbóreo en sistemas agropecuarios (agroforestería) juegan un papel fundamental.
Los bosques y los sistemas agroforestales tienen gran efecto para el sostenimiento de la agricultura, ya que albergan polinizadores, sostienen ganado de pastoreo, brindan alimentos forestales (que son una parte regular de las dietas rurales y sirven como redes de seguridad en tiempos de escasez de alimentos), etc.
Además, proporcionan servicios ecosistémicos esenciales para la producción agropecuaria que contribuyen a la estabilización y mantenimiento de la fertilidad de los suelos, a la regulación de los flujos de agua y la temperatura.
Recomendaciones para México
México tiene un gran potencial para encaminarse hacia la seguridad alimentaria del país. Sin embargo, esto requiere de un esfuerzo conjunto por parte de autoridades gubernamentales y actores de los sectores agropecuario y forestal.
Es necesario que la política agroalimentaria del país incorpore plenamente las mejores prácticas de mitigación y adaptación climática ya conocidas para este sector.
Asimismo, se debe articular la política forestal tomando en consideración los retos que implica el crecimiento legal e ilegal de la frontera agropecuaria. Es un importante desafío el limitar el crecimiento de la frontera agropecuaria al mismo tiempo que se aumenta la producción con prácticas más eficientes y con menores impactos ambientales.
Finalmente, se requiere que la política fiscal y otros instrumentos económicos provenientes del sector público y privado abran paso a la protección, uso racional y conservación de los bosques y al crecimiento del sector agropecuario desacoplado de la generación de emisiones.
Para ello es necesario revisar y corregir políticas y programas que pueden generar incentivos perversos que impactan negativamente al medio ambiente. Tal es el caso de la histórica tarifa 09 que subsidia la electricidad para bombeo de agua de riego (que ha contribuido a la sobreexplotación de acuíferos); o el caso del programa Sembrando Vida, que en algunos sitios ha ocasionado la deforestación de áreas que contaban con buena cobertura de vegetación para tener terrenos disponibles para participar en este programa de reforestación.
Se necesitan incentivos de desarrollo rural alineados con el cumplimiento de las metas climáticas y que den valor al cuidado de los bosques. El sector agroalimentario es altamente vulnerable al cambio climático.
Existe un creciente interés en el sector de ir generando acciones de adaptación en los sistemas productivos, pero también existen importantes oportunidades de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero del sector. Tal es el caso de prácticas como la agroforestería, la reducción de labranza, el uso eficiente y reducción de fertilizantes sintéticos, el uso de bio-fertilizantes, el manejo silvopastoril, la mejora de las dietas en el ganado, el uso de biodigestores para el manejo de estiércol entre otras.