México.- Es urgente una gestión sostenible del suelo y la concientización de todos los sectores de la sociedad acerca de su importancia, para que asuman el compromiso de promover y ejecutar acciones coordinadas y transformadoras que lleven a remediar el preocupante deterioro ambiental que enfrentamos.
La UNAM, a través de la Coordinación de la Investigación Científica (CIC), el Programa Universitario de Estudios Interdisciplinarios del Suelo (PUEIS) y la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible, se pronunciaron sobre la importancia del suelo como soporte de la vida terrestre, agente regulador de la composición de la atmósfera, medio natural de purificación del agua, proveedor de alimentos y soporte para las ciudades, entre otros servicios ecosistémicos que proporciona, y por una gestión sostenible del mismo, que promueva su reconocimiento, recuperación, preservación y gobernanza.
William Lee Alardín, titular de la CIC, explicó que el suelo es una capa muy delgada que sirve de interfase entre la atmósfera y el subsuelo, fundamental para la vida en el planeta, pero puede ser muy frágil; “alimenta y nutre a todas las formas de vida, y es indispensable para la biodiversidad”. Empero, su erosión, la desertificación y el cambio climático están muy ligados con su uso.
En el contexto de los Objetivos del Desarrollo Sostenible 2030, la conservación del suelo juega un papel transversal y es urgente atenderlo de manera integral. “Es un problema multidisciplinario, de investigación básica, de aplicaciones, de generación de política pública y de economía”, explicó.
Alberga a más del 25 por ciento de la biodiversidad del planeta, siendo reserva genética y fuente de productos farmacéuticos
A su vez, el secretario de Investigación y Desarrollo de la CIC, José Manuel Saniger Blesa, indicó: los equilibrios planetarios que han permitido el surgimiento y la subsistencia de la vida en la Tierra, tal y como la conocemos, son gravemente perturbados, sobre todo por actividades antropogénicas, hasta el extremo de que podríamos estar alcanzando un punto de no retorno en cuanto a la destrucción de ecosistemas y pérdida de biodiversidad, enmarcado en un escenario de cambio climático que genera y, a la vez, se nutre de esos desequilibrios.
Debemos salir de ese círculo pernicioso y para ello contamos con la gran herramienta de la educación, única capaz de generar ciudadanos comprometidos con la materialización del cambio necesario que nos lleve a condiciones de sustentabilidad ambiental, social y económica. Esta es una tarea de todos, opinó.
Blanca Prado Pano, coordinadora del PUEIS e investigadora del Instituto de Geología (IGl), recordó que este recurso natural no renovable es el resultado de un lento proceso: un centímetro puede tardar hasta mil años en formarse. “Alberga a más del 25 por ciento de la biodiversidad del planeta, siendo reserva genética y fuente de productos farmacéuticos”, así como elemento fundamental en la regulación del clima, por ejemplo.
Ahí se produce 95 por ciento de los alimentos de la humanidad; también es base de toda infraestructura, fuente de fibras, minerales, materiales de construcción, archivo del patrimonio geológico y arqueológico; es un bien social, económico, cultural, político y patrimonial.
No obstante, un tercio de los suelos del planeta están degradados, por lo que es urgente hacerlos visibles, apreciar los beneficios que recibimos de ellos y manejarlos de forma sostenible, puntualizó.
Al hacer uso de la palabra, Helena Cotler Ávalos, del Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial, recalcó que algunos estudios establecen que en nuestro país la degradación supera al 50 por ciento del territorio, es decir, que la mitad de los suelos no pueden cumplir con sus funciones.
La erosión, explicó, ocasiona pérdidas económicas y limita la autosuficiencia y seguridad alimentaria. Además, su degradación es un claro detonante de migración del campo a la ciudad y regional, con implicaciones como la formación de cinturones de miseria en las periferias de las ciudades. Lo que está ocurriendo, incluyendo fenómenos como incendios y deforestación, nos llevan a un camino que conduce a la desertificación de nuestro territorio.
Participación internacional
Para la presidenta de la International Union of Soil Sciences, Laura Bertha Reyes Sánchez, que ninguno de los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible se puede alcanzar si no ponemos en marcha, de forma seria y contundente, el número 4, el cual vincula a los 16 restantes: educación y concientización de calidad.
No es posible el cambio de conocimientos, valores y principios que modifiquen el comportamiento de una sociedad, ni construir en ella una cultura de preservación, si no cambiamos la metodología, los contenidos y la intención pedagógica de nuestra enseñanza.
a educación es el eslabón y principio que puede permitir la construcción de una nueva forma de vivir en y con el planeta. Debemos estar conscientes de que el suelo fértil es un bien común de la humanidad que se debe preservar y en hacerlo o no, nos va la vida, alertó.
La integrante del Instituto de Investigaciones Jurídicas (UNAM), Marisol Anglés Hernández, consideró que de continuar con las prácticas actuales, comprometeremos el desarrollo sustentable del país en el mediano y largo plazos y, con ello, la materialización de múltiples derechos humanos que dependen de la calidad y disponibilidad del suelo.
Christina Siebe Grabach, del IGl, explicó que la preservación y recuperación del suelo requiere del compromiso coordinado del gobierno, la academia y la sociedad. Al primero le corresponde posicionar el recurso en la agenda nacional como un componente fundamental para la prosperidad social, económica, política y ambiental del país, entre otras tareas; a la segunda, fomentar la educación y concientización ambiental a todos los niveles, y definir programas de investigación para comprender los procesos de degradación, además de los factores que los determinan. A la tercera, sumar esfuerzos y voluntades para generar cambios reales.
En la sesión donde se presentó el pronunciamiento, también estuvieron Gerardo Bocco Verdinelli, del Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental; Silke Cram Heydrich, del Instituto de Geografía, y Sol Ortiz García, de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural.