Diversos estudios relacionan las muertes por COVID-19 con la contaminación del aire, lo que genera dudas sobre el "riesgo aceptable" de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por su siglas en inglés).
La pandemia está poniendo a prueba los estándares de contaminación del aire de Estados Unidos a medida que aumenta el número de muertos por COVID-19, apuntó Michael Petroni en un artículo publicado en la revista The Conversation.
Varios estudios han explorado las conexiones entre la contaminación del aire y los casos graves de enfermedades respiratorias, el último, publicado el 26 de octubre, estima que alrededor del 15 por ciento de las personas que murieron por COVID-19 a nivel mundial habían tenido una exposición prolongada a la contaminación del aire por partículas finas.
El gobierno de Estados Unidos establece límites a los contaminantes peligrosos del aire para tratar de proteger la salud pública, sin embargo puede resultar difícil determinar dónde marcar la línea de lo que se considera un "riesgo aceptable".
Las plantas de energía, las fábricas y otras fuentes de contaminación liberan cientos de millones de contaminantes peligrosos al aire cada año, indica el artículo
En su investigación científica sobre salud ambiental, Petroni analiza contaminantes del aire peligrosos y su relación con las tasa más altas de muertes por COVID-19 en los EUA. El estudio refleja que, particularmente en el sur, las muertes se han asociado con niveles más altos de contaminantes, en especial los gases de escape de diesel y el acetaldehído, un compuesto ampliamente utilizado en la industria.
La publicación señala que la Universidad de Harvard y la Universidad de Emory han investigado el papel que tienen las partículas, el ozono y los óxidos de nitrógeno en las muertes por COVID-19 comparando las tasas de mortalidad del condado con los niveles de contaminación y otros factores potenciales.
Todos estos estudios encontraron una asociación entre las tasas de mortalidad más altas por COVID-19 y la exposición a la contaminación a largo plazo.
Si bien los factores causales aún no están claros, la asociación puede estar relacionada con la exposición a la contaminación del aire que debilita el sistema respiratorio, inmunológico y cardiovascular, en este escenario las poblaciones expuestas tienen mayor vulnerabilidad y menor resistencia al virus.
Petroni y sus colegas analizaron los contaminantes atmosféricos peligrosos, incluido el acetaldehído, que se encuentran en niveles elevados en las áreas rurales del sur y que han sido severamente afectadas por el virus.
En estados como Mississippi, Alabama, Georgia y Luisiana, las altas tasas de mortalidad por COVID-19 se han atribuido en parte a una población mayor que tiene más probabilidades de tener enfermedades crónicas y vivir en la pobreza. Los investigadores tuvieron control estos factores, así como la salud de la población y los comportamientos preventivos. Descubrieron que la exposición a contaminantes atmosféricos peligrosos en estas áreas está ejerciendo presión sobre los pacientes de COVID-19 a largo plazo.
Si bien los estándares federales sugieren que los niveles de contaminación en estas áreas no son dañinos, los hallazgos de la investigación sugieren que los funcionarios deben reevaluar algunos de esos estándares.
El artículo revela que los contaminantes peligrosos del aire no actúan solos y la exposición a múltiples toxinas puede tener impactos en cascada y que los métodos de seguimiento y estimación de la exposición a las toxinas del aire no son adecuados para caracterizar los riesgos para la salud humana, especialmente para las poblaciones vulnerables.
Petroni afirma que la Ley de Control de Sustancias Tóxicas en EUA es responsable de abordar los riesgos de los productos químicos y limitar el uso de sustancias como PCB y asbesto. Una enmienda de 2016 amplió la autoridad del gobierno para revisar los riesgos para las comunidades que viven cerca de fuentes de altas emisiones.
Se necesita más investigación sobre los límites de contaminación y poder abordar múltiples exposiciones químicas y su efecto en las poblaciones vulnerables.
Los límites, junto con el financiamiento para la tecnología de prevención y control de la contaminación, podrían proporcionar incentivos para prácticas de producción más limpias y vehículos más limpios, éstas pueden ser estrategias importantes para fortalecer las defensas contra esta y futuras pandemias de enfermedades respiratorias, finaliza el autor.
Del artículo publicado en The Conversation, bajo una licencia Creative Commons.
- El autor, Michael Petroni, es candidato a doctorado e investigador por la Facultad de Ciencias Ambientales y Silvicultura de la Universidad Estatal de Nueva York, recibe fondos del Discovery Challenge Fund.