México.- México está catalogado como el mayor consumidor de desechables del mundo y el primero de agua embotellada, lo que abona al deterioro de los océanos que reciben cerca de 13 millones de toneladas de plásticos al año, convirtiéndose en grandes islotes flotantes, sostuvo la doctora Fabiola Sosa Rodríguez, profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Entre 50 y 80 por ciento de las tortugas marinas muere por ingerir objetos de ese material o quedar atoradas en éstos, aunado al incremento de microplásticos presentes en los tejidos de los peces que son alimento de los seres humanos, lo que provoca un problema de salud muy grave.
En el Conversatorio: “Tan claro como el agua”, la académica del Departamento de Economía de la Unidad Azcapotzalco apuntó que existe una tendencia clara a continuar con este hábito irracional, que repercute en el estado del aire, la tierra y el líquido que es indispensable para la vida, evidenciando la pésima gestión de los gobiernos al respecto.
Además no hay etiquetas que especifiquen la calidad del bien que se está ingiriendo ni información en los recibos que revele la condición del recurso “que nos proporcionan los organismos operadores”, por lo que se aconseja instalar en las casas filtros que incluyan rayos UV, carbón activado o zeolita para desinfectar; limpiar las cisternas y realizar el mantenimiento a tuberías, pues esto reduciría de manera drástica adquirir el producto embotellado.
Otro asunto tiene que ver con los bajos precios por cada litro, ya que en ocasiones se vende a 20 o 30 pesos por metro cúbico, por lo que termina costando centavos y vendiéndose en botellas de por lo menos diez pesos, lo que desata ganancias extraordinarias, sin embargo, el corazón del problema es que los recursos de México están en disputa y los usados para refrescos o cerveza incrementan la huella hídrica, implicando un agotamiento del capital natural, ya que la industria es autoabastecida, pues se otorga a los empresarios el derecho a explotar un pozo, sin regulación en el conteo, lo que ha conducido a la extracción de millones de metros cúbicos no contabilizados.
En el encuentro virtual –organizado por el Museo Gota de Agua de la UAM– la doctora Delia Montero Contreras aseveró que alrededor de 95 por ciento de la población mexicana consume el bien embotellado, sin importar el perfil socioeconómico o nivel de estudios, e “incluso los funcionarios de la Comisión Nacional del Agua lo toman, por lo que se trata de un fenómeno único en el mundo que no es normal”.
El consumo promedio al año es de 391 litros por persona, aunque en la Alcaldía Iztapalapa de la CdMx la ingesta puede ser de entre 500 a 600 litros en el mismo periodo, debido a la baja calidad, por lo que a veces es difícil realizar las tareas comunes de aseo personal o riego de plantas, pero aun cuando en el resto de la ciudad no es de mala calidad, la población no la toma.
La profesora del Departamento de Economía de la Unidad Iztapalapa recordó que en 1990 entraron al mercado nacional Nestlé y Danone, esta última dueña de la entonces mexicana Bonafont, igual que de muchas empresas del ramo en Europa. Para 2000, luego del éxito en ventas, se incorporaron PepsiCo y Coca Cola con Electropura y Ciel, respectivamente, registrando el mismo resultado porque a través de sus rutas refresqueras establecieron redes de distribución que llegan hasta la más lejana ranchería.
El gasto en agua embotellada es dos mil veces superior al de la potable, así que dichos monopolios han conseguido un nicho comercial que parece indestructible, al comprar el recurso barato y venderlo hasta 20 veces su precio.
Con este boom de consumo, a partir del mismo año empezaron a surgir las llamadas purificadoras, que aseguran limpiar el agua de garrafón por costos que van de ocho a 20 pesos, mientras que el de las empresas antes mencionadas oscila entre 40 y 50 pesos.
Estas pequeñas empresas no sólo se duplicaron en número en los ocho últimos años, sino que también han tenido gran éxito en zonas marginadas, a pesar de que muy pocas cuentan con la regulación de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) y de que tampoco están dadas de alta en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Quizá la supuesta purificación ayude a la gente a percibir que mejoran su consumo, pero los bajos importes indican que sería en verdad difícil costear los cambios de filtros dos veces por año, como recomiendan las autoridades sanitarias.
La doctora Montero Contreras aconseja hacer caso a los estudios sobre calidad del agua y confiar en que el uso de la potable no es dañino para la salud.