Viena.- El deshielo en los glaciares debido al calentamiento global amenaza con otro imprevisto efecto negativo: la liberación de partículas radioactivas potencialmente peligrosas procedentes de pruebas y accidentes atómicos que quedaron atrapadas en estas masas de nieve.
Esta es la principal conclusión de una pionera investigación internacional que se presentó este miércoles en Viena durante la reunión anual de la Unión Europea de Geociencias, que se celebra esta semana.
En todos los glaciares estudiados se encontró una concentración de partículas nucleares mucho mayor a la habitual -en algunas ocasiones hasta diez veces más alta-, por lo que las masas de hielo parecen ser muy eficientes en capturar y almacenar radionucleidos.
Esta contaminación procede de pruebas nucleares y accidentes atómicos como el de 1986 en la central de Chernóbil (entonces Unión Soviética, hoy Ucrania) o el más reciente de Fukushima (Japón) en 2011, así como de antiguas ensayos atómicos de hace décadas.
Estas partículas presentes en la atmósfera -como los isótopos de plomo pb 210, cesio y americio- caen en forma de nieve y quedan atrapadas dentro del hielo.
Ese proceso de congelación contrasta con el de la lluvia, que arrastra estas partículas hasta el suelo, donde son absorbidas por la tierra y las plantas, con lo que se diluye su potencial peligro.
"La concentración de estas partículas no supone un peligro en el contacto físico, pero sí en caso de ser ingeridas. El peligro es que con el deshielo pueda pasar a formar parte de la cadena alimentaria", explicó Caroline Clason.
La científica destacó que se trata de un problema ambiental que aumentará a medida que retrocedan los glaciares por el calentamiento del planeta y se liberen estos contaminantes potencialmente dañinos para la vida silvestre y los seres humanos.
"En algunos casos se trata de los niveles más altos que se ven en el medio ambiente fuera de las zonas de exclusión nuclear", señaló esta experta británica en glaciares.
"No sabemos todavía con precisión cuán dañino es esto. Sabemos que está ahí y que es un fenómeno global, no algo de regiones cercanas a Chernóbil, por ejemplo", añadió.
Expuso que quizá en el futuro una forma de reducir posibles riesgos pueda ser evitar las zonas con mayor contaminación, aunque subrayó que se debe profundizar en entender mejor la naturaleza de este peligro potencial.
Según Clason, los investigadores han detectado sobre todo partículas procedentes del accidente de Chernóbil, ya que el de Fukushima, en 2011, todavía es demasiado reciente.
La presencia de estas partículas no se limita a sitios cercanos a lugares donde hubo un accidente nuclear, ya que se han encontrado partículas que se creen procedentes de Chernóbil en lugares muy alejados, como la Antártida.
El siniestro de Chernóbil, en 1986, es el peor desastre nuclear civil de la historia y arrojó a la atmósfera enormes nubes radioactivas que produjeron lluvias ácidas en amplias zonas del norte de Europa.
La investigación demostró que la presencia de estas partículas no se limita a sitios cercanos a lugares donde hubo un accidente nuclear, ya que se han encontrado partículas que se creen procedentes de Chernóbil en lugares muy alejados, como la Antártida.
La investigadora recordó que el efecto de la lluvia ácida todavía se observa en países como Suecia, donde en algunos puntos la carne de jabalí sigue conteniendo diez veces más cesio radioactivo (proveniente de Chernóbil) del límite permitido para el consumo.
De las sustancias radioactivas encontradas, la más peligrosa es el americio porque tiene una vida muy larga, de más de 400 años, y puede introducirse con más facilidad en la cadena alimenticia.
"Es necesario que abordemos este problema, es un proceso medioambiental que debemos entender", concluyó la investigadora.