México.- Según la Comisión de la Industria del Plástico Responsabilidad y Desarrollo Sustentable (Cipres) de la Asociación Nacional de la Industria Química (ANIQ), la generación de estos residuos ha aumentado en las últimas décadas a causa del incremento de la población y el cambio en los patrones de consumo de la sociedad.
En México, la generación per cápita de desechos plásticos en 2015 fue de 1.2 kilogramos por día, lo que llevó a la generación de 53.1 millones de toneladas.
Sin embargo, la presencia de la basura plástica ha aumentado y se estima que en conjunto el plástico rígido y de película, poliestireno expandido y poliuretano, constituyen el 11.67 por ciento del total de residuos sólidos urbanos en el país.
Debido al interés que han despertado los plásticos biodegradables, han proliferado materiales que se asegura tienen esas características, lo que enfrenta a la sociedad a la necesidad de contar con métodos confiables, seguros y fundamentados que permitan realizar la evaluación.
La biodegradación es producida por microorganismos, ya sean hongos, bacterias, entre otros, o por sustancias como enzimas que los plásticos liberan en sus procesos biológicos. Este proceso se lleva a cabo en materiales que contienen una proporción alta de carbono en sus moléculas.
Organismos internacionales de estandarización han desarrollado metodologías para evaluar la biodegradabilidad de los plásticos para diferentes condiciones, aunque por ahora no existe una prueba general debido a que hay diferentes ambientes como composteo, suelo, agua marina, agua residual o relleno sanitario.
México carece de normas oficiales relacionadas con la biodegradabilidad de plásticos; sin embargo, la industria desarrolló dos normas.
Una de ellas es NMX-E-260-CNCP-2014, la cual está vigente y define a un bioplástico como aquel que se obtiene de recursos naturales renovables, que es biodegradable, o que cumple con ambas condiciones. Esta fue la primera en introducir el concepto de biodegradabilidad de plásticos en una norma mexicana.
La segunda es NMX-E-273-CNCP-2017, misma que fue aprobada por el Comité Técnico de Normalización Nacional de la Industria del Plástico el 17 de mayo de 2018 y se encuentra en proceso de publicación por parte de la Dirección General de Normas.
Entonces, más allá de que la biodegradabilidad de las bolsas pudiera ser una solución al impacto de los residuos plásticos, no existe un marco legal que permita instrumentar medidas, de acuerdo con la Cipres.
Las leyes hablan de biodegradabilidad, sin especificar en qué tipo de ambiente tendrá que llevarse a cabo, toda vez que esta actividad se define para ambientes específicos como el compostaje.
Tampoco existe un mecanismo de certificación de la biodegradabilidad, es decir, que los plásticos biodegradables no se distinguen de los convencionales por su apariencia, por lo que no habrá forma de garantizar que aquellos que se autonombran de esa forma, realmente lo sean.
En las leyes emitidas, generalmente se asume que un plástico producido a partir de recursos naturales renovables es biodegradable, pero en realidad no siempre es así.
Incluso, en el caso de que las bolsas de plástico fueran realmente compostables, la mayoría de los municipios en México y en específico los que han aprobado ciertas reglamentaciones, no someten sus residuos orgánicos a un proceso de composteo, por lo que la biodegradación de los plásticos no se llevaría a cabo.