Ciudad de México.- Decidir qué, cuánto, dónde y cómo compramos y hacerlo de forma consciente e informada es un derecho y los gobiernos deben brindar opciones que promuevan el consumo alternativo, ya que los modelos de producción, compra y venta de productos que hoy en día están al alcance de la mayoría de las y los mexicanos promueven el esquema del sobreconsumo y consideran el lucro como principal objetivo, dejando de lado la salud y la protección ambiental.
Los procesos de producción y los patrones de consumo dominantes generan impactos ambientales importantes que se distribuyen de manera desigual entre la población, indica la organización Greenpece.
Por ejemplo, la industria textil requiere 2 mil litros de agua para generar una playera de algodón, 10 mil para una falda o pantalón y 8 mil para un par de zapatos (Semarnat, 2011).
Esto quiere decir que esta industria es responsable de 20% de las aguas residuales en el mundo y de 10% de los gases de efecto invernadero que se emiten en la atmósfera. (CEMDA, 2019).
Así lo revela el reporte de investigación “El consumo en México y sus impactos en el cambio climático” realizado por el ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara, y Greenpeace México.
Esta investigación muestra que los niveles de consumo de los mexicanos y las mexicanas se incrementan en dos períodos principales: en los meses de mayo a agosto y en un segundo periodo en los meses de noviembre y diciembre.
En el marco del Día mundial de los derechos de las y los consumidores, este reporte proporciona información sobre las conductas de adquisición de bienes y servicios más relevantes entre las y los mexicanos, destacando que El Buen Fin es la campaña de promoción del consumo más grande de México, alcanzando en 2019, 117.9 miles de millones de pesos, lo que representa 4.9% más que en la edición anterior.
En 2020 se realizaron 157 % más de transacciones que en 2019, es decir, la gente realizó más compras en esta edición que en cualquier otra en la historia de El Buen Fin (AMVO, 2020).
Por otro lado, los patrones de consumo evidenciados en El Buen Fin también tienen repercusiones ambientales mediante las emisiones de carbono, pues en 2019, 4.7% de las emisiones anuales de la Ciudad de México ocurrieron durante estos cuatro días.
Del total de éstas, 67 % se debieron a la producción y comercialización de productos, 33 % a transporte (tanto de personas que van a comprar como a la entrega de mercancías) y menos de 1 % a embalaje (Greenpeace).
En este sentido, Ornela Garelli, especialista en consumo responsable y cambio climático de Greenpeace México, indica que “el cambio climático ve sus orígenes justamente en el modelo económico dominante, en los patrones actuales de producción masiva y sobreconsumo. Este sistema económico lineal (extraer-producir-consumir-desechar) está acabando con nuestro planeta, ya que se basa en la explotación de la naturaleza y de las personas para el beneficio de unos cuantos”.
El consumo electrónico va en aumento
Durante la última edición de El Buen Fin, el comercio electrónico se vio beneficiado al aumentar las operaciones en un 351% en comparación con el año anterior y el ticket promedio de ventas con tarjetas de crédito se duplicó: pasó de 592 pesos en 2019 a 1,093 pesos en 2020.
Estos resultados son consecuencia de que la inversión publicitaria de las empresas para promover el comercio electrónico aumentó más de 50 % (AMVO, 2020). Es importante mencionar que 4 de cada 10 personas que compraron por internet lo hicieron por primera vez en esta edición de El Buen Fin.
Lo más comprado fue: moda (45 %), eléctricos (34 %), electrodomésticos (27 %), belleza y cuidado personal (25 %) y juguetes (24 %). Los cinco sitios de internet más visitados durante estos días para realizar compras en línea fueron: MercadoLibre, Amazon, Walmart, Coppel y Liverpool.
Nueve de cada 10 recibieron los productos directamente en casa, a pesar de todos los desechos y el impacto ambiental que éstos pueden generar.
El consumo responsable, una alternativa
El consumo responsable se traduce en una serie de prácticas que favorecen estilos de vida sostenibles, buscando la justicia social, desde la equidad y la solidaridad.
En sí, el consumo responsable se opone a las relaciones económicas y comerciales que van en detrimento del ambiente y que favorecen el incremento de las desigualdades.
Este tipo de consumo permite replantear nuestras necesidades y la forma en que las satisfacemos. Con esto es posible retomar nuestro poder y nuestra capacidad de actuar para decidir y optar por otros modelos de producción, distribución, consumo y desecho, y romper con la idea de que el consumidor está controlado por las estrategias publicitarias y los precios del mercado, atrapado en una lógica en donde solo se busca minimizar los costos y maximizar los beneficios obtenidos.
El consumo responsable y el comercio justo se presentan como una alternativa para relocalizar la economía, para poner al centro de la producción y el consumo la sostenibilidad de la vida. Se trata de una acción política local que exige modificar y reorientar las formas insostenibles de consumir, pero también de producir.
Greenpece señala que el consumo debe adquirir nuevas características: local, ecológico, justo, de temporada y respetuoso de los derechos humanos. De tal manera que se logre la relocalización de la economía, es decir, poner la sostenibilidad de la vida en el centro de la economía y de todos los procesos sociales, políticos y culturales, señala Viridiana Lázaro, especialista en Agricultura y cambio climático de Greenpeace México.