La gestión de residuos sólidos representa un desafío ineludible en México. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2022 se generaron en promedio 145,160 toneladas de basura cada día y, alarmantemente, el 8% de los municipios carecen de un servicio formal de recolección de desechos, un déficit que conduce a prácticas inadecuadas de disposición, siendo los tiraderos a cielo abierto la opción predominante.
Este escenario plantea no sólo riesgos ambientales y de salud pública, sino también desafíos socioeconómicos significativos, por lo cual enfrentar esta problemática exige una acción urgente y coordinada que abarque desde políticas públicas efectivas hasta la sensibilización y participación activa de la comunidad.
De manera particular, es importante señalar que la acumulación de basura orgánica afecta la estética del entorno y desencadena una serie de impactos ambientales y de salud:
- La descomposición de materia orgánica en vertederos emite gases como metano y dióxido de carbono, intensificando el efecto invernadero y la contaminación atmosférica.
- Los lixiviados liberados pueden contaminar las fuentes de agua potable cercanas, poniendo en riesgo la salud pública.
- La presencia de plagas, como moscas y roedores amplifica este problema, junto con los desagradables olores resultantes.
- La biodiversidad se ve amenazada con la alteración de hábitats y la contaminación de suelos y cuerpos de agua
A pesar de los desafíos en la gestión de residuos, la doctora Susana Mendoza Elvira, secretaria de Posgrado e Investigación, y el doctor Alejandro Vargas Sánchez, destacado egresado del posgrado en “Ciencias de la Producción y Salud Animal”, lideran una iniciativa objetivada en la elaboración de composta a partir de desechos orgánicos de la Facultad.
Un proyecto piloto de gran impacto para la Facultad
En entrevista, la doctora Mendoza relató que este proyecto piloto surgió de la inquietud por aprovechar todos los residuos orgánicos generados en los tres campus de la FES Cuautitlán, esto incluye la materia fecal de los animales del Centro de Enseñanza Agropecuaria (CEA) y los restos de poda de los jardines, usualmente considerados basura, pues bajo un enfoque adecuado de tratamiento se han convertido en recursos valiosos.
Además, esta línea busca promover una cultura de aprovechamiento responsable y aplicar los principios de la economía circular dentro de la institución. Es importante señalar que, debido a la calidad excepcional, la composta producida ya ha encontrado demanda en el mercado.
Hasta ahora, ya se han obtenido recursos económicos gracias a que se han vendido cinco toneladas de composta: tres de rústica, con ayuda del maestro César Garzón Pérez, académico de la Facultad, y dos de artesanal a personas que tienen plantaciones de verduras y flores.
Por eso, actualmente se está trabajando en el registro del sello que llevarán las bolsas de este producto, el cual se comercializará a los agricultores locales y público en general, abasteciéndolos con fertilizantes orgánicos a precios accesibles. A su vez, se permitirá la generación de ingresos extraordinarios para la primera multidisciplinaria.
Otro de los beneficios es que enriquece la experiencia interdisciplinaria, ya que en ésta han participado estudiantes de Ingeniería en Alimentos, Ingeniería Agrícola, Química y Medicina Veterinaria y Zootecnia, así como a algunos alumnos de maestría y doctorado, demostrando el potencial de abordar situaciones complejas mediante enfoques innovadores y colaborativos.
De la basura al campo
El compostaje es una técnica ancestral que ofrece una solución efectiva y sostenible para gestionar los desechos orgánicos en la actualidad (restos de comida, desechos de jardín, heces fecales e, incluso, organismos en proceso de descomposición), combinando una proporción equilibrada de elementos verdes ricos en nitrógeno y marrones ricos en carbono.
Desde 2010, el doctor Alejando Vargas ha dirigido líneas de investigación pioneras en el proceso de compostaje. Su enfoque se centra en la degradación de materia orgánica para producir compost de alta calidad, el cual es crucial para el mantenimiento y fortalecimiento de las tierras. Estos esfuerzos abordan la gestión de residuos y promueven prácticas sostenibles para la agricultura y el medio ambiente.
En entrevista, explicó que actualmente este proceso lo realizan en el Centro de Asimilación Tecnológica (CAT) de la Facultad, donde comienzan seleccionando cuidadosamente los materiales que después disponen en capas alternas en un área específica, como una compostera o montón, en el que entran en juego los microorganismos activadores que van a acelerar la descomposición.
“La aireación y humedad adecuadas son cruciales para el éxito del compostaje”, aseguró, ya que voltear periódicamente el montón oxigena los microorganismos, mientras que mantener una humedad constante simula una esponja y se origina un ambiente óptimo para la descomposición.
Los protagonistas de este método son los microorganismos: bacterias y hongos, que desintegran los materiales orgánicos en compuestos más simples. Esta actividad metabólica genera calor, elevando la temperatura interna del montón y acelerando la descomposición. Con el tiempo, los materiales se transforman en compost maduro, de aspecto oscuro, aroma terroso y textura similar a la tierra.
La composta final es un valioso recurso, ya que enriquece el suelo de jardines, huertos y áreas verdes, porta nutrientes esenciales, mejora la estructura del suelo, aumenta su capacidad para retener agua y promueve un crecimiento saludable de las plantas.
El compostaje cierra el ciclo de vida de los materiales orgánicos, reduce los desechos y contribuye a la salud del medio ambiente de manera significativa. Es una práctica que nos conecta con la tierra y nos muestra el poder de la naturaleza para regenerarse a sí misma”, apuntó el experto.
Los planes a futuro
Más adelante, los académicos desean explorar el compostaje de cadáveres de animales como una oportunidad de gran impacto; sin embargo, están conscientes de que este desafío aún requiere de investigación y del desarrollo de descomposición controlada, debido a que la seguridad sanitaria y la gestión adecuada de olores y lixiviados son aspectos críticos que deben abordarse de manera óptima.
Es importante señalar que esta iniciativa, además de buscar la generación de ingresos adicionales, demuestra los beneficios de esta práctica sostenible, ya que el compost resultante, de alta calidad y lleno de nutrientes, es una alternativa ecoamigable a los fertilizantes químicos, promoviendo así la salud del suelo y el crecimiento de plantas vigorosas