Caldera, desierto de Atacama (Chile).- Algunos lo definen como un "misterio", otros como un "milagro": cada cierto tiempo, el desierto de Atacama, una de las zonas más áridas del mundo, se recubre con un manto de miles de flores en un vibrante y colorido espectáculo que, según los expertos, podría verse amenazado por el cambio climático.
Las lluvias son las que despiertan a las más de 900 especies de flora autóctona que durante un espacio de tiempo de entre cinco y siete años, aproximadamente, permanecen latentes, en forma de semillas o bulbos, bajo los secos suelos de la región atacameña, a mil kilómetros al norte Santiago de Chile.
Suspiros, patas de guanaco, añañucas, azulillos, coronas de fraile o malvillas son algunas de las especies que forman parte de esta "explosión de biodiversidad", afirmó César Pizarro, biólogo de la Corporación Nacional Forestal de Atacama.
Junto a ellas, pasean guanacos que abonan el terreno y decenas de especies de aves e insectos endémicos y únicos en el planeta.
"Se trata de un evento muy inusual que muestra como un ambiente desértico y yermo esconde mucha vida oculta", sostuvo.
La floración, que este año se puede admirar en su máximo esplendor en un tramo de 100 kilómetros entre las localidades de Caldera y Chañaral, al borde del Pacífico, se suele dar en períodos de entre cinco y siete años, por el fenómeno climático del Niño, que hace evaporar las aguas y precipitarse.
En esta ocasión, dos inusuales y breves episodios de lluvia registrados en junio, de 12 y 17 milímetros por hora, fueron suficiente para provocar la germinación de mantos florales donde habitualmente solo hay unos escasos matojos.
El peligro de la escasez de precipitaciones
Sin embargo, desde la comunidad científica apuntan a que los cambios en las precipitaciones de la última década, achacadas al cambio del clima, podría poner en peligro el futuro de este espectáculo visual, uno de los mayores atractivos turísticos de la zona.
Desde 1980 hasta el 2017, la floración se registró en tan solo nueve ocasiones y la de este año "fue más localizada y menos intensa que las anteriores", apuntó Andrea Loayza, bióloga y académica de la Universidad de La Serena.
"Si los episodios de precipitaciones siguen a la baja durante varias décadas más, el fenómeno podría dejar de gatillarse", lamentó.
Chile atraviesa la peor sequía de la que se tiene registros, con déficits de lluvia de hasta el 90% en algunas regiones según datos de la Dirección Meteorológica de Chile, lo que llevó al Gobierno a declarar zona de escasez hídrica a la región de Atacama el pasado mayo.
Naturaleza resiliente
Francisco Squeo, doctor en Biología de la Universidad de Chile, detalló que hay poblaciones de flores que han sobrevivido millones de años, glaciaciones y también períodos mucho más secos, una señal de que la naturaleza es "muy resiliente y adaptativa".
Sin embargo, prosiguió, hace 200 años había cuatro veces más agua que ahora y "si sigue aumentado la temperatura y decayendo las precipitaciones, muchas semillas no podrán establecerse y crecer".
"Esperemos que el hombre tome medidas pronto para reducir el cambio climático pero, la pregunta es ¿las flores podrán esperar?", esgrimió.
El Parlamento se encuentra discutiendo una ley de cambio climático "que busca proteger los recursos hídricos y, en paralelo, se implementando un plan para la protección de especies de flores amenazadas", dijo el subsecretario de Medioambiente, Javier Naranjo.
Resguardar el turismo
El desierto baña desde hace 25 millones de años todo el norte del país, una vasta extensión de terreno formada por 3 regiones eminentemente mineras, con suelos ricos en cobre, del que Chile es primer exportador mundial.
Las ciudades escasean y el paisaje lo conforman pequeñas y humildes aldeas cada vez más desplobadas que tratan de subsistir a través del turismo, que ha crecido "de manera explosiva" en la última década, señaló Alejandro Martín, director regional del Servicio Nacional del Turismo.
Junto al paisaje dunar o la astronomía, el desierto florido es una de las principales atracciones, expresó Sebastián González, geólogo y guía turístico.
"Perder algo como esto nos pondría en una situación muy compleja. El turismo es nuestra segunda oportunidad de vida", consignó.