Río de Janeiro.- La deforestación en la Amazonía brasileña en el primer semestre del año afectó 3 mil 609 kilómetros cuadrados de selva, un 17.1 % más que las talas registradas entre enero y junio de 2020, según datos divulgados este viernes por el Gobierno.
Se trata de la mayor tasa de devastación registrada para este período en la mayor selva tropical del planeta desde 2016, cuando comenzó a ser medida la serie histórica, según las alertas de deforestación divulgadas hoy por el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (Inpe).
Sólo en junio, la Amazonía brasileña perdió mil 62 kilómetros cuadrados de vegetación nativa, un 19% más que en el mismo mes del año pasado, y fue el cuarto récord mensual consecutivo de talas en el ecosistema.
En mayo fueron devastados mil 391 kilómetros cuadrados de selva, en abril, 580.55 kilómetros cuadrados y en marzo 367.6 kilómetros cuadrados.
Los datos son captados por el Sistema de Detección de Deforestación de la Amazonía Legal en Tiempo Real (Deter) que, con base en imágenes satelitales, ofrece alertas anticipadas sobre las áreas que están siendo desforestadas en la Amazonía.
El Observatorio del Clima, una red que reúne a medio centenar de ONG, entre las cuales varias reconocidas internacionalmente como Greenpeace y WWF, resaltó que las cifras son preocupantes, y que la deforestación en la Amazonía puede volver a batir un nuevo récord este año.
"El resultado indica que, bajo (el Gobierno de) Bolsonaro, la deforestación anual superará por tercera vez la marca de los 10 mil kilómetros cuadrados de destrucción forestal, lo que no ocurría desde 2008", señaló la organización en un comunicado divulgado hoy.
Durante la pasada Cumbre del Clima, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se comprometió a avanzar para conseguir eliminar la deforestación ilegal en Brasil para 2030.
No obstante, desde que el líder ultraderechista llegó al poder, el 1 de enero de 2019, la devastación de la selva amazónica ha sido una de las peores en la historia de Brasil y sus políticas medioambientales han sido duramente criticadas por organizaciones ecologistas.
El mandatario defiende la explotación de los recursos naturales de la Amazonía, incluso en reservas indígenas, y ha flexibilizado la fiscalización de actividades que atacan directamente al medioambiente, como la minería y el comercio de madera, en su mayoría practicado de forma ilegal en esa región.