México.- La académica del Centro de Investigaciones en Ecosistemas (CIEco) campus Morelia, de la UNAM, Julieta Benítez Malvido, es experta en regeneración de selvas y realiza un estudio sobre la fragmentación en diversos ecosistemas tropicales del país, entre ellos algunos del sureste de la República mexicana.
En la Reserva de la Biósfera de Montes Azules, parte de la Selva Lacandona, descubrió que la fauna y la vegetación nativa presentan un buen estado de conservación y sirven de parámetro testigo para compararlas con los ejidos vecinos, donde la deforestación e introducción de ganado han interrumpido el movimiento de especies animales y la dispersión de semillas de árboles de la selva continua (no fragmentada).
En vez de ser una vegetación continua, el paisaje original queda fragmentado y, a la larga, los remanentes tienden a contraerse y colapsar.
Como ejemplo, citó el paisaje fragmentado de la Selva Lacandona, en Chiapas, donde persisten algunas poblaciones de monos araña (Ateles geoffroyi) y aulladores (Alouatta pigra), que habitan en árboles de gran talla y son los principales dispersores de semillas de especies maduras hacia áreas distantes.
Sin embargo, advirtió que una de las principales causas de la ausencia de monos aulladores es la falta de árboles de gran talla (de al menos 60 centímetros de diámetro) en los remanentes.
Bastan pocos años para destruir un ecosistema complejo como la selva, pero restaurarlo puede llevar décadas, alertó la especialista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Si se toma en cuenta que lo ideal es volver al estado original del entorno, se necesitarían más de 200 años para su recuperación, si no se interviene con la restauración ecológica, cuyo objetivo es iniciar o acelerar la recuperación de un ecosistema perturbado.
Para ello, su propuesta consistente en reconectar áreas fragmentadas mediante corredores de vegetación. “Los bosques secundarios, que se originan después de que los pastizales para ganado han sido abandonados, sirven de corredores para animales grandes, capturan carbono y son un hábitat alternativo para algunos monos, reptiles, anfibios y aves”, acotó.
En esos ambientes se pueden utilizar especies de plantas no maderables y flores ornamentales que las comunidades humanas locales pueden aprovechar de manera sustentable, concluyó.