México.- Pérdida parcial de especies, exterminio de la flora y fauna, así como migración de aves, son consecuencias de las erupciones volcánicas; sin embargo, diversas especies se han adaptado o son tolerantes a estos eventos, afirmó Luis Enrique Sánchez Ramos, estudiante del Posgrado en Ciencias Biológicas de la UNAM.
“Aunque son catastróficas, causantes de cambios abruptos en el sitio donde ocurren, son parte de la dinámica de los ecosistemas, que en su momento se recuperarán, y algunas especies se adaptarán a este proceso natural, por lo que no debemos intervenir”, dijo.
Con el objetivo de identificar los efectos de la ceniza volcánica en la cobertura y estructura vegetal, el daño ambiental y las repercusiones en el ensamblaje de aves, el universitario analiza las consecuencias de la explosión del Volcán de Colima, en julio de 2015, considerada la más intensa que el coloso ha tenido en este siglo.
“En las aves las erupciones tienen dos tipos de efectos: directo e indirecto. En el primer caso responden a las modificaciones ambientales y al contacto con el material volcánico; y en el segundo, a los cambios en las interacciones con otros animales y plantas, que se presentan después del suceso”, explicó.
La perturbación de un ecosistema después de una erupción es variable, y depende de su intensidad y extensión espacial. Las especies más afectadas son aquellas cuya dieta es principalmente de origen vegetal, y en el caso de las aves, las que forrajean en el suelo.
Cuando ocurre, la mayoría de las especies migran hacia ambientes propicios, las que no tienen esa capacidad seguramente fallecen, pero existen algunas que son tolerantes y permanecen ahí, subrayó.
Efectos en la fauna
Basado en los resultados de su investigación, la primera en su tipo en México, Sánchez Ramos destacó que con estos eventos los artrópodos y mamíferos pequeños migran o mueren, y las aves que se alimentan de ellos no tienen qué comer.
Además, cuando las cenizas son inhaladas pueden afectar los pulmones de los animales, provocándoles asfixia; y al depositarse material volcánico en el suelo, evita que las aves puedan forrajear, pues semillas, frutos y flores quedan cubiertas.
De igual forma cambia la reflectancia (capacidad de un cuerpo para reflejar la luz) de las flores, impidiendo que las aves las reconozcan; no obstante, las especies que recolectan sobre los troncos no son tan perjudicadas, dado que su posición vertical limita el depósito de ceniza.
Al bajar la actividad eruptiva, el ecosistema se empieza a recuperar poco a poco, y las comunidades de aves se reincorporan siguiendo ciertas ‘reglas de ensamblaje’, que consisten en la tolerancia que tienen al nuevo escenario y las facilidades que las especies que permanecieron les brinden para reincorporarse, detalló.
“La clave para la recuperación son las plantas, pues al brotar empiezan a llegar los primeros animales, como artrópodos, aves y mamíferos; entre todos contribuyen a la regeneración del ecosistema”.
De acuerdo con sus estudios, el universitario indicó que en la actualidad cerca del Volcán de Colima han registrado unas 400 especies de aves: endémicas, migratorias, terrestres y acuáticas. El ambiente templado en las partes altas de las montañas y temperaturas cálidas en las partes bajas hacen de este sitio uno de los lugares con mayor riqueza de recursos naturales en el occidente de México.
Trabajo de campo
Sánchez Ramos comentó que en su estudio usaron redes de niebla para capturar aves y tomar diferentes datos relacionados con su fisiología y morfología: se miden sus alas, patas y pico para conocer su tamaño, especie y tipo de alimento que ingieren. También se toman datos para saber la cantidad de grasa que tienen en el cuerpo, conocer su edad y la calidad del alimento que consumen.
Otro método es la observación a través de puntos de conteo. “Cada 250 metros nos detenemos siete minutos y empezamos a contar las aves del lugar; esto sirve para ver cuáles especies hay y en qué cantidad. Es importante la combinación de estos métodos porque podemos saber cómo están las comunidades, cómo cambian las abundancias de las especies y su estado de salud”, concluyó.
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