Buenos Aires.- La agroindustria argentina prepara una serie de iniciativas para mitigar el impacto ambiental de su producción agrícola y evitar perder mercados de exportación, pero la más urgente es la que busca dar garantía de libre deforestación como pide el Pacto Verde Europeo.
“El Pacto Verde Europeo es hoy por hoy el programa a nivel internacional más avanzado y desarrollado que tiene desafíos importantes a cumplir” en “materia de cadenas de valor libres de deforestación a 2025” para un conjunto de productos, dijo Gustavo Idígoras, referente del Consejo Agroindustrial Argentino y presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y del Centro de Exportadores de Cereales.
El Pacto Verde Europeo plantea reducir en un 55% las emisiones de gases de efecto invernadero respecto de los niveles de 1990 para el 2030 y llegar a la neutralidad de carbono para 2050, pero a corto plazo la cadena agroindustrial argentina busca cumplir con la medida que podría aprobarse este trimestre y pediría demostrar que las exportaciones al mercado común no están vinculadas a la deforestación desde diciembre de 2020, caso contrario se enfrentarán penalidades.
Casi el 44% de las exportaciones argentinas a la Unión Europea debería confirmar que proviene de zonas libres de deforestación, según la Bolsa de Cereales de Rosario, ya que la carne bovina, la harina y los pellets de soja quedarían comprendidas dentro de la normativa de deforestación europea.
Verificacion privada
Para poder cumplir con la garantía de no deforestación ante la Unión Europea, el país deberá tener su esquema de evaluación de riesgos que luego Europa deberá validar, advirtió Idígoras, y Argentina cuenta con una ley de protección de bosques que sufre asimetrías de cumplimiento en las provincias y desfinanciación.
Como sustituto, las cámaras empresariales argentinas presentaron ante embajadas y el parlamento europeo la plataforma “Visión Sectorial del Gran Chaco Argentino” (ViSeC), que verifica que la exportación de soja y ganadería de un establecimiento en el Gran Chaco está libre de deforestación más allá de cómo se pronuncie el gobierno provincial.
El Gran Chaco es la mayor masa boscosa de Suramérica después de la Amazonia, que comprende a Paraguay, Bolivia, Brasil y Argentina, donde ha sufrido la deforestación con fines agrícolas y de donde surge un 10 % de la producción de soja.
Los privados buscan que los países europeos utilicen como referencia la ViSeC para analizar el riesgo de deforestación.
En paralelo, buscan posicionar el Programa Argentino de Carbono Neutro para que realice un mapeo ambiental de los alimentos argentinos de exportación que permita certificar estándares de medición armonizados del balance de carbono para cumplir los requerimientos internacionales ambientales.
Efecto espejo
“Europa está liderando las regulaciones ambientales a nivel mundial”, ya que no sólo va “más rápido” en materia de requerimientos ambientales -donde también se reconoce una protección comercial-, sino que “fija las condiciones que luego otros países del mundo van a imitar”, explicó Idígoras.
Europa recibe poco más del 9 % de las exportaciones argentinas, pero el sudeste asiático “tiene una política espejo con Europa”, dijo Idígoras, en tanto China “ya está empezando a pedir información” y “anticipó que puede pedir también el tema de no deforestación”, en tanto puede imponer “rápido” la nueva barrera a diferencia de Europa.
Y si bien EU “salió del negacionismo de (Donald) Trump” en términos medioambientales, tiene “mucho diálogo con los países del Mercosur” y “es muy procomercio”, Idígoras señaló que “no queda muy claro hacia dónde va la administración de (Joe) Biden”.
Conciencia
Argentina produce alimentos mirando el mercado mundial, ya que el mercado interno es de 45 millones de habitantes, pero produce alimentos para más de 450 millones de personas.
Cualquier regulación nueva que pueda limitar el comercio exterior tiene un fuerte impacto para la agroindustria argentina y en la capacidad del país para generar divisas, dijo Idígoras, porque siete de cada diez dólares de exportación provinieron de las cadenas agroindustriales en los dos últimos años.
“El agro argentino tomó consciencia de que la condición de competitividad no es solo buen precio y buena calidad, sino cumplir con los requisitos ambientales”, dijo Idígoras.
“Hay que hacer adecuaciones y adaptaciones a los sistemas productivos y comerciales de la producción de alimentos y bioenergía” para adaptarse al cambio climático, explicó Idígoras, en una serie de “hitos progresivos para llegar a la carbono neutralidad”.
“Los tiempos van a depender de la capacidad tecnológica, económica y financiera que puedan existir o estar disponibles”, señaló, por lo que reclaman a los gobiernos que “insistan con mecanismos de financiamiento” internacional que “puedan permitir a los sectores hacer los procesos de adaptación y mitigación más rápido.