Buenos Aires.- La bióloga argentina Sandra Myrna Díaz, galardonada este año con el Premio Princesa de Asturias por sus estudios sobre biodiversidad, afirmó que los negacionistas de la crisis climática lo hacen con base en "intereses económicos y políticos", y no a "evidencias científicas".
"La evidencia es abrumadora. Negar el cambio climático pasa directamente por intereses muy poderosos económicos y políticos, intereses creados" de un sector en el que se encuentra gente tan poderosa como el presidente Donald Trump, quien recientemente dejó fuera a Estados Unidos del Acuerdo de París.
A su juicio, los sectores interesados en encubrir las evidencias de la crisis climática gozan de "una presencia masiva en los medios de comunicación y las redes sociales" que les permite propagar su "posverdad", contra la que la comunidad científica no puede luchar.
Sandra Díaz ha invertido la mayor parte de sus años como investigadora en potenciar la biodiversidad (o la "trama de la vida") como principal arma para frenar los efectos del cambio climático.
"La comunidad científica no tiene un ejército de 'trolls' en las redes sociales y no tiene posibilidades de hacer editoriales para contrarrestar las pocas verdades que aparecen todos los días en los medios", añadió.
La científica argentina apuesta por "una nueva perspectiva en los modelos de desarrollo económico" que tenga en consideración "los costos reales ambientales" y que destierre viejas prácticas perjudiciales como "los grandes cultivos industriales".
"Los grandes cultivos industriales, de cuyos casos tenemos muchos ejemplos en América Latina, África y Asia, tienen sentido económico para quienes hacen negocio hoy porque solamente están pagando una parte mínima de los costos reales ambientales y sociales", manifestó.
Los grandes cultivos, a los que Díaz critica entre otros factores por el uso de "pesticidas y herbicidas", en muchas ocasiones tienden al monocultivo, como ocurre en varios lugares de Argentina con la soja, una práctica que atenta contra la fertilidad de lo suelos.
"Los riesgos (del monocultivo) son por ejemplo la pérdida de fertilidad a largo plazo del suelo. Tiene que ver con la capacidad de esos ecosistemas de regular la tradición de agua o con la regulación del microclima", acentuó.
Nacida en la ciudad de Bell Ville (provincia de Córdoba) en 1961 y considerada una referencia científica en el área de la ecología y en botánica, Sandra Díaz ha invertido la mayor parte de sus años como investigadora en potenciar la biodiversidad (o la "trama de la vida", como ella prefiere llamarla) como principal arma para frenar los efectos del cambio climático.
Estos estudios le valieron el Premio Princesa de Asturias Investigación Científica y Técnica de 2019, galardón que comparte con la estadounidense Joanne Chory.
La biodiversidad, que nosotros entendemos no solo como número de especies sino como la trama de la vida sobre la tierra, es fundamental para el bienestar humano incluida la adaptación y mitigación del cambio climático.
La importancia de este campo va más allá de la salud, ya que "desde la obtención de comida y agua limpia hasta cuestiones de identidad y de inspiración artística y científica, es difícil encontrar un ámbito de la vida humana donde la biodiversidad no juegue un papel fundamental"
La argentina fue una de las integrantes de la de la Plataforma Intergubernamental sobre la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (Ipbes) que hace un mes presentó en París un informe que alertaba de la amenaza de extinción de un millón de especies animales y vegetales, aunque ella considera que todavía no es tarde para luchar por la biodiversidad del planeta.
"En el informe que hicimos identificamos el hecho de que la situación es realmente alarmante, pero estamos en un momento donde si actuamos de forma decidida y pronta y a un nivel profundo tenemos posibilidades de salvar la trama de la vida sobre la tierra", declaró la investigadora, que se graduó en Biología en 1984 en la Universidad Nacional de Córdoba, donde se doctoró en 1989.
En 1993 regresó como profesora a esa institución académica, donde actualmente es investigadora del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal, entre otros cargos.
De cara al futuro tiene claro que su labor seguirá vinculada a la investigación sobre la biodiversidad, aunque le gustaría abarcarla desde una perspectiva más "interdisciplinar" que contemple en mayor grado "como ese funcionamiento de distintos ecosistemas se traduce en distintas contribuciones de la naturaleza para la gente".
A pesar de que su nombre ha dejado de ser anónimo fuera de la comunidad científica gracias al Premio Princesa de Asturias, esto no cambia su forma de trabajar ni sus objetivos, si bien admite que en cierto sentido ha modificado su día a día.
"Me ha cambiado la vida en el sentido de que en mi barrio cuando voy a comprar cosas por ahí la gente me reconoce, cosa que yo no estaba acostumbrada, soy una persona bastante privada", concluyó.