La doctora Aleida Azamar Alonso, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Señaló que la denominada transición energética es un proceso puramente economicista que busca establecer una dinámica productiva que permita, por un lado, una retórica política que condena a quien no se apega a él y, por otro lado, limitar el uso de otras soluciones alternativas, por lo que no tiene un interés ambiental o social.
Durante el Conversatorio "Crisis ecológica y transiciones justas2 que organizó el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales CLACSO y la Universidad Nacional Arturo Jauretche, en Argentina, la Coordinadora de la Maestría en Sociedades Sustentables en la Unidad Xochimilco de la Casa abierta al tiempo aseguró que el modelo de transición ‘verde’ se ha propuesto tirar prácticamente toda la infraestructura energética actual para crear tecnología que incremente su valor a medida que escasean los recursos.
Los paneles solares y los parques eólicos podrían ser opciones adecuadas, pero no están orientadas a beneficiar a la mayoría de la población, sino a las industrias; se privatizan espacios y se utilizan minerales para que sólo unos pocos tengan capacidad de aprovecharlos.
Diego Álvarez Newman, coordinador del Grupo de Trabajo CLACSO Transiciones justas y cuidado de la casa común, detalló que la discusión entre investigadores lleva inevitablemente al debate sobre el modo de producción y de consumo en la fase actual del capitalismo, que se ha vuelto insostenible en términos sociales y ambientales y que debería derivar en otro modelo.
Esto está directamente vinculado a la crisis energética sobre cómo reducir los gases de efecto invernadero y cómo reemplazar los recursos fósiles hacia modelos renovables.
En la dinámica de este sistema económico, los sujetos pierden su condición como tales para transformarse en objetos; no hay trabajadores que se enaltezcan con el desempeño de sus funciones, sino recursos humanos y costos laborales; no hay naturaleza para ser trabajada, sino bienes naturales para ser explotados y saqueados.
Los debates en torno a las transiciones justas se gestan en un inusitado escenario de consenso, pero con diversidad de perspectivas. La enorme mayoría de los actores –desde organismos internacionales, gobiernos de países desarrollados y en desarrollo, e incluso las corporaciones empresariales, que son la principal fuente que ha llevado a esta situación– coincide en que debe cambiarse la matriz productiva y transitar hacia prácticas sostenibles.
Además, hay posturas encontradas sobre soluciones sostenibles entre la visión popular y progresista y la del campo empresarial y financiero, este último responsable de las crisis ecológicas. Las que provienen de los centros de poder buscan una respuesta para que nada se modifique o para que no se vean alteradas sus relaciones.
Estos conceptos se presentan como respuestas a la economía verde, la descarbonización, el discurso hegemónico sobre el cambio climático, la transición energética, discursos que suelen simplificar las problemáticas en indicadores cuantitativos sin tomar en cuenta las conexiones sociales de producción en su totalidad, advirtió el doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Desde el ámbito de los sectores populares y progresistas hay una variedad de narrativas en torno a las transiciones justas, pero no están cohesionadas como lo están las del entramado corporativo.
La doctora Azamar Alonso sugirió diseñar mejores ciudades basadas en capacidades de carga locales, con materiales de bajo impacto, sin la instauración de servicios y manufacturas; “limitar las capacidades industriales para enfocarse en mercados locales con intercambios asentados en el interés colectivo”.
Algunos modelos organizacionales orientados al bienestar común pueden contribuir a combatir la pobreza de miles de personas. Es otro modo de transición que considera no sólo la creación de energía, sino también el progreso social y la protección del entorno como un valor colectivo, no como un activo netamente financiero.
El doctor Álvarez Newman advirtió que lograr transiciones justas difícilmente va a ser un acto de voluntad gubernamental o de autorregulación de las compañías, o de una élite tecnocrática; es una cuestión que debe resolverse mediante la gobernanza global; el problema es ver cómo se constituye la institucionalidad política de esta forma de administración.