Incluso después de las intensas nevadas y lluvias de enero, los estados occidentales de Estados Unidos siguen enfrentándose a un riesgo de sequía que probablemente se agravará debido al cambio climático. La abundancia de nieve es una buena noticia, pero no reduce la necesidad de planificar a largo plazo.
Ante la disminución del suministro de agua para usos agrícolas, industriales y residenciales, las agencias del agua han seguido distintas estrategias para fomentar la conservación del agua. Han instado a sus clientes a reducir el consumo de agua, han limitado el riego exterior y han ofrecido incentivos para arrancar el césped. En cuanto a la oferta, hay ideas innovadoras para aprovechar las lluvias torrenciales para recargar las aguas subterráneas.
La economía básica nos enseña que un precio más alto del agua fomentaría la conservación. Hasta ahora, sin embargo, la preocupación por perjudicar a los hogares con rentas bajas ha limitado los debates sobre el aumento del precio del agua para reducir la demanda.
Sabemos que es difícil pagar más por bienes esenciales como los alimentos, la energía y el agua, sobre todo para los hogares con menos ingresos. En lugar de subir el precio del agua para todos, proponemos un planteamiento personalizado que permita a cada consumidor decidir si quiere pagar precios más altos.
Uno de los problemas más comunes para que los mercados funcionen bien es lo que los economistas llaman información asimétrica, es decir, cuando una de las partes tiene más acceso a la información relevante que la otra. Piense en la compra o venta de un coche antes de que existieran herramientas online como Carfax. Los propietarios y los concesionarios sabían más sobre el valor real de cada coche, por lo que tenían más poder de negociación que los compradores.
En Occidente hay millones de usuarios de agua con un amplio abanico de ingresos que consumen agua a niveles muy diversos. Estos consumidores, incluidos los hogares urbanos, las empresas y los agricultores, saben más que las agencias del agua sobre la facilidad con que pueden conservar el agua.
Por ejemplo, una persona propietaria de una casa con un gran jardín y preocupada por la conservación puede necesitar sólo un pequeño incentivo para cambiar a plantas autóctonas de bajo consumo de agua. Algunos agricultores pueden necesitar sólo un pequeño incentivo para sustituir la producción de alfalfa, que consume mucha agua, por un cultivo que consuma menos.
Las agencias del agua podrían obtener esta información privada haciendo una oferta de "lo tomas o lo dejas" a los consumidores de agua. Algunas compañías eléctricas californianas ya han experimentado con este planteamiento para fomentar el ahorro energético.
Todos los distritos hídricos occidentales tienen acceso a big data a nivel de cliente sobre el consumo mensual e incluso diario de agua. Las agencias podrían utilizar esta información para identificar al 10% de los mayores consumidores de agua de sus territorios, en función del volumen utilizado, como el hogar del barrio de Bel Air de Los Ángeles que consumió 11.8 millones de galones de agua en 2014.
Las agencias del agua podrían seleccionar al azar a clientes entre los mayores consumidores de agua de sus áreas de servicio para participar en un pequeño estudio piloto. Cada invitado recibiría un contrato de adhesión voluntaria en el que se le ofrecería pagarle una cuota anual por inscribirse durante tres años en un programa de conservación del agua. A cambio, el precio que el consumidor paga por cada galón de agua se triplicaría. De este modo, el consumidor tendría un pago garantizado por participar y un incentivo claro para consumir menos agua.
Los científicos de datos recopilarían información sobre quién aceptó la oferta y podrían encuestar a los invitados para saber cómo decidieron participar o no. La combinación de estos dos conjuntos de datos permitiría probar hipótesis sobre los factores que determinan la disposición a aceptar la oferta de participación.
Utilizando los datos de consumo de agua de los clientes a lo largo del tiempo, las agencias del agua podrían hacer un seguimiento del uso y comparar a los clientes que participaron en el programa de aumento de precios con otros que rechazaron la oferta. Esto permitiría estimar los beneficios de la introducción de precios del agua personalizados para la conservación del agua.
Los usuarios del agua pueden reducir el consumo de muchas formas distintas, por ejemplo cambiando los electrodomésticos viejos o regando los jardines con menos frecuencia. Los agricultores podrían instalar sistemas de riego más eficientes. Los clientes que optaran por el pago a cambio de precios más altos decidirían qué estrategias de conservación les convenían más.
Llevar a cabo un estudio piloto con una muestra aleatoria de clientes de alto consumo es una estrategia poco arriesgada. Si no se consigue promover la conservación del agua a bajo coste, se habrá aprendido una valiosa lección. Si tiene éxito, se podría hacer la misma oferta a más clientes de alto consumo.
Las agencias del agua necesitarían fondos para financiar el estudio piloto, posiblemente de fuentes estatales o federales. Dado que bombear, tratar y calentar el agua consume energía y, por tanto, genera emisiones de gases de efecto invernadero, los fondos de la Ley de Reducción de la Inflación podrían ser una opción. El éxito en la conservación del agua contribuiría a frenar el cambio climático.
Hoy en día, la mayoría de las agencias del agua no saben cómo responderían los clientes individuales a unos precios más altos. Realizando el tipo de estudio piloto que hemos descrito, las agencias podrían responder a esa pregunta sin subir los precios a los hogares vulnerables. Si tales iniciativas tuvieran éxito, podrían reproducirse en otras zonas del Oeste propensas a la sequía. Dado que las explotaciones agrícolas consumen la mayor parte del agua en los estados occidentales, es especialmente importante conocer mejor la disposición de los agricultores a conservar.
El agua es esencial para la vida, pero los occidentales tienen distintas capacidades y voluntad de conservarla. Recomendamos una estrategia que recompense a los más capaces de reducir su consumo sin castigar a los menos capaces.