En México se tienen identificadas dos temporadas de incendios forestales: De enero a junio en las zonas centro, norte, noreste, sur y sureste; y de mayo a septiembre en el noroeste del país. Ambas coinciden con la época de mayor estiaje (sequía) en el territorio nacional.
Son más propensas las zonas donde sequía, vientos y altas temperaturas se conjuntan, porque a mayor sequía mayor riesgo. La velocidad de los vientos, su contenido de humedad y su dirección son factores clave en estas conflagraciones.
Algunos de los daños que provocan son:
- Suelos expuestos y susceptibles a la erosión.
- No hay plantas que retengan el agua para que se filtre al subsuelo y forme o recupere mantos freáticos.
- Desaparece el hábitat de la fauna silvestre, se desequilibran las cadenas alimenticias y muchos procesos de la vida se ven truncados; por ejemplo, la destrucción de hongos, bacterias y protozoarios cuya función es desintegrar la materia orgánica.
- El clima se ve alterado con menos plantas que generen oxígeno.
- Se incrementa el efecto invernadero en la atmósfera terrestre.
- El humo, producto de la combustión, contiene carbono y otros elementos que, en grandes cantidades son nocivos al medio ambiente.
- Destrucción de volúmenes de madera con el consecuente impacto en la economía de los propietarios.
Nuestro país cuenta con el Programa Nacional de Protección contra Incendios Forestales y cada uno de los estados de la República tiene un centro que trabaja para prevenir, detectar y combatir los siniestros. Estas labores se realizan bajo la coordinación del Centro Nacional de Control de Incendios Forestales (Cencif), que pertenece a la Comisión Nacional Forestal (Conafor).
Todos podemos participar reportando incendios forestales, y sobre todo conociendo las medidas preventivas para evitarlos.