Sídney, Australia.- El ministro australiano de Recursos, Keith Pitt, afirmó este lunes que su país seguirá produciendo y exportando carbón durante décadas, después de que Australia se negara a sumarse a un acuerdo en la cumbre del clima para reducir el uso de este mineral contaminante.
"Hemos dicho muy claramente que no vamos a cerrar minas de carbón y que no vamos a cerrar centrales de energía de carbón", afirmó en declaraciones a la cadena australiana ABC Pitt, quien precisó que está previsto que la demanda aumente hasta el 2030.
El ministro australiano afirmó que seguirán exportando carbón mientras haya países que estén dispuestos a comprarlo y aseguró que su Gobierno seguirá defendiendo una industria que da trabajo a unas 300 mil personas en el país.
El pasado jueves, 4 de noviembre, veintitrés países se comprometieron en la cumbre de clima COP26 en Glasgow (Reino Unido) a no construir nuevas centrales de carbón para acelerar la transición hacia energías limpias, lo que eleva este bloque a 42 Estados.
No se sumaron a este acuerdo Australia, Estados Unidos, India ni China, todos ellos grandes consumidores y productores de carbón.
La COP26, que se celebra hasta el 12 de noviembre, busca alcanzar un acuerdo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento global, para tratar de limitar el calentamiento del planeta a 1.5 grados respecto a los niveles preindustriales.
El Gobierno nacional-liberal australiano se ha comprometido a alcanzar las cero emisiones de gases contaminantes en 2050, pero sin un compromiso vinculante ni renunciar al carbón, pese a sufrir consecuencias de la crisis climática como devastadores incendios, lluvias torrenciales y sequías prolongadas.
El primer ministro australiano, Scott Morrison, se ha negado a fijar ningún objetivo para 2030, como han hecho otros países, al tiempo que confía en conseguir las cero emisiones con tecnologías para el secuestro de CO2 en el suelo, sin tener que cerrar explotaciones mineras ni plantas de carbón.
La crisis climática es responsable de condiciones climáticas extremas en numerosos países, lo que afecta a millones de personas, y los expertos indican que si se superan los 1.5 grados este siglo el mundo entrará en una fase catastrófica sin retorno.