Madrid.- Representantes de una veintena de estados insulares del Pacífico han estado presentes en la COP25 agrupados en el pabellón de las islas del Pacífico, el 'Moana Blue Pavillion', lleno de color, flores y folclore indígena, pero también de miedo y reivindicaciones.
El propio nombre, Moana, un término de origen maorí, cuya traducción al castellano se corresponde con 'océano', se identifica con uno de los leitmotiv de la Cumbre del Clima de Madrid (COP25), denominada COP Azul.
El secretario de medio ambiente de las Islas Salomón (Melanesia), Melchior Mataki, explica el fuerte sentido de orgullo y empoderamiento en esta región por la milenaria herencia cultural de los pueblos del Pacífico, unida a la exuberante biodiversidad que atesoran sus bosques.
Destaca además que cuentan con “los países con mayor porcentaje de población indígena de todo el mundo”.
Colectivos indígenas soberanos
El presidente de la provincia de Malaita, Daniel Suidani, una de las divisiones administrativas de las Salomon, ha denunciado que “las compañías madereras destruyen nuestros bosques”, abusos que tiene “la determinación de frenar con la ley en la mano”.
Su Ejecutivo ha fijado 2023 como fecha límite para expulsar de la provincia a “las presiones llegadas del otro lado del océano” con el objetivo de impulsar la “soberanía forestal sostenible”.
Edgar Pollard, experto australiano en ciencias ambientales además de voluntario comunitario en las Islas Salomón, ha señalado que “a nivel local es muy fácil que las compañías compren voluntades”, por lo que ha demandado “un cuerpo de guardabosques permanente” que vele por la riqueza natural del archipiélago.
En ese sentido, el consultor ambiental de la fundación Nia Tero, Paul Roughan, ha subrayado que los pueblos del Pacífico tienen la gran suerte de “ser colectivos indígenas soberanos con un asiento y una bandera en la COP25; aunque, en realidad, no somos indígenas ni ciudadanos, somos los propietarios de la tierra de nuestros ancestros”, asegura.
Los atolones, en la vanguardia de la lucha
Si el conjunto de las islas del Pacífico constituye la primera línea del frente el cambio climático, los atolones están librando una suerte de nueva batalla de Guadalcanal (un enfrentamiento decisivo durante la II Guerra Mundial) en pleno siglo XXI, solo que en vez de obuses de artillería naval lo que caen son lluvias torrenciales y el frente lo marcan las crecientes mareas.
Los atolones conforman “un sistema de alerta temprana ante el ascenso del nivel del mar”, cuyos habitantes claman por su derecho a “permanecer en la tierra de nuestros ancestros”, ha denunciado la responsable de clima del Gobierno de las Islas Marshall (Micronesia), Tina Stege.
Las islas Marshall están formadas por 33 atolones y “alcanzar algunos de ellos desde la capital del país puede llevar hasta 12 horas”, una dependencia del transporte marítimo que “obliga a reducir las emisiones” del principal medio de transporte de su país.
“El 30 por ciento del sector debe ser cero emisiones para el año 2030”, una medida que debe ir seguida por metas “más ambiciosas”, indicó.
Los atolones son los ecosistemas más amenazados por el ascenso del nivel del mar, un fenómeno que los nativos “no han contribuido a crear”, pero que les afecta en primer término, ha asegurado el Presidente de la República de Kiribati, Taneti Maamau.
Kiribati (Micronesia) es un conjunto de 33 atolones coralinos diseminados en un área de más de tres millones de kilómetros cuadrados a medio camino entre Hawái y Australia.
“Los líderes mundiales aquí reunidos deberían visitar nuestros atolones”, ha añadido Maamau, jefe de Gobierno de un país “situado apenas dos metros por encima del mar”, un medio que ha invadido sus tierras y que “corroe las infraestructuras, daña el sector agrícola” y “envenena” sus escasos pozos de agua dulce.
El ministro de medio ambiente de la república de Maldivas -país situado en el océano Índico, pero que afronta el mismo problema- , Hussein Rasheed Hassan, ha manifestado que “los atolones no son rocas, son corales, organismos vivos; si mueren los corales, no habrá “barreras costeras que nos defiendan ante un proceso de cambio global creado por “otros países a los que no les importa el planeta, solo sus beneficios”.
Financiación de emergencia para la emergencia climática
“No queremos ser refugiados climáticos”, ha manifestado: “mientras otros países contaminan en la distancia, nosotros no tenemos más remedio que levantar rompeolas, diques y combatir las especies invasoras”.
Ante esta situación, ha exigido “financiación de emergencia para paliar la emergencia climática”.
Tabitha, una joven representante de los jóvenes de Kiribati ha alzado la voz en defensa del derecho a permanecer en la tierra de sus ancestros: “la madre tierra está sufriendo, el cambio climático no es una proyección, es una realidad que los pueblos del pacifico afrontamos a diario”, ha asegurado.