Maryland.- Sacoby Wilson, científico de salud ambiental de la Universidad de Maryland, considera que el coronavirus ha puesto el foco en segmentos de la sociedad a menudo inadvertidos, desde personas de bajos ingresos en vecindarios contaminados, hasta residentes de hogares de ancianos y cárceles.
“La COVID-19 ha visibilizado a muchas poblaciones invisibles y ha mostrado la injusticia ambiental”, afirma.
Durante una entrevista con Katherine Bagley, editora de Yale Environment 360, de la Escuela de Estudios Ambientales y Forestales de la Universidad de Yale, Wilson habla de la importancia de examinar la pandemia a través de la lente de la justicia ambiental.
Explica cómo la administración Trump toma medidas para suspender la aplicación de las regulaciones ambientales durante la crisis actual, lo cual “refleja un mayor desdén para las comunidades de bajos ingresos. Es una bofetada a muchas comunidades afectadas por la injusticia ambiental, a quienes dice 'No nos importas'”.
En muchas comunidades de color, los desarrollos industriales se consideran oportunidades económicas y de empleos, pero lo que se obtiene es la contaminación que produce
En muchas comunidades de color, los desarrollos industriales se consideran oportunidades económicas y de empleos, pero lo que se obtiene es la contaminación que produce El investigador destaca que las regulaciones ambientales en los Estados Unidos “no son daltónicas. Si las leyes y reglamentos se aplicaran de manera justa en todos los grupos étnicos raciales, no tendríamos injusticia ambiental. ¿Por qué hay comunidades con más fuentes de contaminación? Porque una comunidad de color, sin capital económico que impulse su capital político, no tienen la capacidad de evitar la ubicación de ese tipo de cosas en su comunidad”.
Afirma que hay un vínculo entre raza y clase. “En muchas comunidades de color, los desarrollos industriales se consideran oportunidades económicas y de empleos, pero lo que se obtiene es la contaminación que produce”.
“Tenemos muchas comunidades negras y marrones; muchas comunidades nativas americanas, de inmigrantes, que son básicamente zonas de sacrificio, porque son los vertederos de esas instalaciones de alta contaminación”, añade.
Pero lo más notorio, considera, es que no se usa la ciencia avanzada para comprender los verdaderos perfiles de exposición de esas poblaciones locales. Una de las razones por las que los afroamericanos o los latinos están muriendo a causa de la COVID-19 a tasas más altas que las otras poblaciones, es debido a afecciones de salud subyacentes como diabetes, enfermedades cardíacas y asma.
Wilson establece un ejemplo en Detroit, un corredor internacional con puertos, trenes, almacenes, mucho tráfico de camiones entrando desde Canadá; tiene una gran cantidad de contaminación por partículas y muchos efectos adversos para la salud como asma, enfermedades cardíacas, derrames cerebrales y cáncer.
También tiene muchas operaciones industriales con plantas de energía, refinerías, que han creado zonas de sacrificio. “Ves la intersección de raza, clase, lugar e invisibilidad, y te das cuenta que la ciudad ha experimentado una de las tasas de mortalidad más altas del país por la COVID-19”.
“La pandemia ha hecho visibles a muchas poblaciones invisibles, comunidades impactadas por la injusticia ambiental, comunidades que hemos tirado a la basura”, lamenta.
“Parte del problema, en mi opinión, es que las leyes y regulaciones no se aplicaron por igual antes de la pandemia y antes de esta administración.
"Las administraciones anteriores de la EPA (Agencia de Protección Ambiental) y la Oficina de Derechos Civiles no hicieron el mejor trabajo para avanzar en la justicia ambiental y forzar varias reglas y regulaciones para proteger a las comunidades que tienen problemas de justicia ambiental, y se generaron terrenos fértiles para los problemas, las preocupaciones, los desafíos que enfrentan estas comunidades para ser descartados durante esta pandemia”, señala.
Wilson considera que la administración debe invertir en esas comunidades, en un cambio transformador para que se vuelvan ecosistemas más saludables y viables, para que no alberguen esos usos contaminantes de la tierra, para que puedan ser más resistentes a un agente biológico como la COVID-19.
Advierte que “si queremos tener una mejor respuesta a los desastres biológicos o al próximo desastre climático o tecnológico, debemos entender cómo el racismo y las desigualdades estructurales juegan un papel importante en nuestras políticas”.
“Nuestras políticas han impactado desproporcionalmente a quienes no tienen, y para abordar las disparidades debemos considerar las desigualdades estructurales en el país, comenzando por el racismo”, concluye.
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