México.- Greenpeace cumple 27 años de trabajo en México y su director, Gustavo Ampugnan, reconoce que muchas mejoras tuvieron lugar entre fines de los años 90 y el primer lustro del actual, como la instalación de estaciones de monitoreo de calidad del aire y la introducción del metrobús.
Sin embargo, el problema sigue siendo un pendiente a resolver en las agendas de la mayoría de las administraciones de las ciudades medianas y grandes del país, con la complejidad adicional de que muchas son parte de un entramado regional conocido como zonas metropolitanas.
Las afectaciones respiratorias en estos centros urbanos cobran anualmente cerca de 17 mil muertes, siendo la niñez el sector más vulnerable, señala Ampugnan.
México atraviesa por la fase más dramática de la pandemia del coronavirus y esta situación sin precedentes hace aún más urgente atender el problema de la calidad del aire en las ciudades, ya que según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2018 las muertes asociadas a enfermedades pulmonares se ubicó en noveno lugar, lo cual lo hace un factor de comorbilidad más aumentando el riesgo de muerte en caso de una persona con el virus SARS-CoV-2.
El dirigente de la organización detalla que el problema de la calidad del aire es una de las tantas consecuencias de un modelo de vida que, en menos de medio siglo, ha trastocado la dinámica de las ciudades mexicanas.
La expansión urbana sobre territorios rurales y zonas de conservación aledañas; el aumento en la demanda de alimentos que cada vez más se producen de manera industrial y lejana al centro de consumo; el incremento en el consumo de agua y energía que también se generan fuera de las ciudades grandes; mayor generación de residuos sólidos que son difíciles de reciclar, reutilizar e incluso reparar una vez que dejan de ser útiles.
Si bien ocupan apenas el dos por ciento de la superficie del planeta, en las ciudades se consume la gran mayoría de los recursos naturales en la forma de alimentos, agua y energía, indica el dirigente activista.
Por lo tanto, el impacto de las mismas en el ambiente es muy significativo: emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático, esa otra crisis global que ha materializado el fracaso de un sistema de producción y consumo.
"En los años recientes conseguimos incidir en el Plan de Movilidad de la Ciudad de México 2019-2024 y ahora existe el compromiso de avanzar hacia la electrificación de 100 por ciento de los mototaxis; el transporte público se concibe como prioridad en agenda de movilidad con 100 km de carriles confinados extras al metrobús y se incorporaron metas de reducción de emisiones de contaminantes criterio de fuentes móviles”, indicó la organización.
"El año pasado, con la Coalición Cero Emisiones, conseguimos que las autoridades de la Ciudad de México lleven a cabo el proyecto Trolebici, una obra reclamada por la ciudadanía para contar con mayor infraestructura ciclista en una avenida principal de la ciudad y de transporte público eléctrico, como forma para disminuir las emisiones de gases contaminantes", detalla Ampugnan.
Agregó que en materia de regulación, el trabajo de presión pública de Greenpeace aceleró el proceso para mejorar las cinco Normas Oficiales Mexicanas (NOM) de salud ambiental así como el Plan de Contingencias del Valle de México en lo referente al material particulado PM2.5, mejoras regulatorias destinadas a proteger la salud de las personas y el medio ambiente.
A 27 años de presencia en México, Greenpeace indicó que reafirma su compromiso para contribuir a frenar el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad en todo el mundo, "las amenazas más grandes que enfrentamos como humanidad y que requiere la acción de millones de personas".
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