Quito.- La Red Metropolitana de Monitoreo Atmosférico de Quito recupera datos sobre la calidad del aire desde hace 15 años. Este año ha colocado filtros especiales en dos equipos ubicados en la zona colonial con la finalidad de analizar los efectos de la contaminación en los bienes culturales.
En esos equipos manuales se almacena el hollín existente en el ambiente, se analiza e identifican sus fuentes de origen: automotores, industria, quemas, e incluso si el material llega de otros sectores de la ciudad.
La Secretaría de Ambiente del Ayuntamiento y el INPC lograron un acuerdo de cooperación para utilizar la información del monitoreo de la calidad del aire con el fin de tomar medidas para proteger los bienes culturales expuestos en el centro histórico de Quito.
Ello debido que la zona es patrimonio cultural de la humanidad, desde 1978, y porque es un "centro vivo" donde la gente reside y desarrolla actividades comerciales, indicó este sábado Valeria Díaz, coordinadora de la Red de Monitoreo de la Secretaría de Ambiente del Ayuntamiento.
La experta apuntó que, aunque tienen "datos infinitos" de la calidad del aire, ésta es "la primera vez" que los estudios se relacionarán directamente con el patrimonio.
Los técnicos planean colocar un tercer equipo la próxima semana para recabar más información, que se adicionará a la que han iniciado a recaudar esta misma semana.
Según Díaz, la contaminación en Quito (donde no es extraño ver salir humo negro desde los tubos de escape de los autobuses), está en "niveles aceptables, es decir no son óptimos, pero tampoco llegan a superar la norma de calidad del aire nacional", aunque hay lugares en que es evidente una exposición mayor de la población a los contaminantes por la topografía y sus estrechas calles de la ciudad.
La congestión de vehículos es uno de los principales contaminantes y el fomento de las áreas peatonales de ciertos sectores del centro histórico (que inició en 2018), ha contribuido a una reducción significativamente del monóxido de carbono en la zona, manifestó.
En el centro histórico se aprecian a simple vista capas negras en las fachadas de algunas edificaciones, mientras que en esculturas elaboradas a base de metales se detecta corrosión.
La situación geográfica de la ciudad -entre montañas y a 2 mil 850 metros sobre el nivel del mar- complica los temas de contaminación en Quito, capital de la provincia de Pichincha, que tiene más de 2.5 millones de habitantes.
Aunque la red de monitoreo se encarga básicamente de analizar los efectos de la contaminación en la salud, Díaz calificó como una "coyuntura feliz" el poder monitorear con el INPC las repercusiones en los monumentos patrimoniales.
Martha Romero, responsable de laboratorio de investigación y análisis del INPC, indicó que estudios de este tipo desarrollados en Europa han permitido determinar áreas de mayor peligrosidad de contaminación para los bienes y adoptar medidas para contrarrestarla.
Entre esas medidas figura el cambio de rutas de los automotores o la peatonización de ciertas zonas.
En el centro histórico -afirmó- se aprecian a simple vista capas negras en las fachadas de algunas edificaciones, mientras que en esculturas elaboradas a base de metales se detecta corrosión.
"Hay algunos momentos en que también sobre Quito hay lluvia un poco ácida" lo que produce daños en las piedras, fachadas y esculturas, añadió.
Doctora en química, Romero adelantó que la próxima semana realizarán el primer análisis de uno de los filtros colocados, que se cambiarán y estudiarán semanalmente durante un año.
"Vamos a ver si estacionalmente hay un cambio de la concentración de contaminantes, si se ve influenciado por la lluvia, el sol, los vientos", dijo y adelantó que al terminar el año de estudios, sistematizarán la información a fin de elaborar mapas de peligrosidad para el patrimonio cultural del centro histórico y ofrecer recomendaciones para su conservación.