México.- De las 390 especies de anfibios que existen en México, 53 por ciento está en peligro de extinción, y a nivel global, más del 50 por ciento de las casi ocho mil 100 registradas están en alguna categoría de riesgo, con una tasa de extinción 100 veces mayor a la natural, afirmó Andrés García Aguayo, de la Estación de Biología Chamela, adscrita al Instituto de Biología de la UNAM, en Jalisco.
Algunas de las causas son el cambio climático, la deforestación, la contaminación, la pérdida de su hábitat, la restringida distribución geográfica y enfermedades infecciosas emergentes, alertó.
Sapos, ranas, salamandras y ajolotes forman parte de esta clase de vertebrados, que además de ser fundamentales en la cadena trófica, son importantes indicadores del daño y restauración del ecosistema.
La situación es preocupante, sobre todo para nuestro país, pues 65 por ciento de los anfibios son endémicos de México, dijo el herpetólogo.
Se estima que para 2080 las especies exclusivas de las selvas bajas del occidente de nuestro territorio se habrán reducido en 80 por ciento, tanto en su distribución geográfica como en abundancia. El escenario se agrava por su dispersión, pues a nivel nacional sólo 33 por ciento se ubican en un área natural protegida (ANP).
El universitario aclaró que hasta el momento no se ha registrado la extinción de alguna especie mexicana de anfibio, pero 96 se encuentran en estado muy crítico. De éstas, 51 son del orden Caudata (salamandras y tritones, de los géneros Pseudoeurycea, Thorius y Ambystoma), y el resto del orden Anura (ranas, de los géneros Craugastor, Plectrohyla, Sarcohyla).
Anfibios, altamente sensibles
Los anfibios se dividen en tres grupos: sapos y ranas (orden Anura), salamandras y ajolotes (orden Caudata) y cecilias o tapaculos (orden Gymnophiona). Son parte fundamental de la cadena trófica, pues son depredadores de artrópodos (como insectos y arácnidos), y presa de animales de mayor tamaño (víboras, aves rapaces, felinos).
Además, son altamente sensibles a cambios ambientales como la perturbación, contaminación, reducción de la calidad del agua, modificación de los patrones de lluvias (intensidad y frecuencia) y disponibilidad de los sitios de reproducción. Esto afecta su viabilidad a futuro, resaltó García Aguayo.
Con 35 años de experiencia en el estudio de los anfibios, aseguró que la mejor estrategia de conservación comienza con la actualización de la información disponible.
“Si no se clasifican en la categoría adecuada, no podremos brindarles la atención que requieren. Necesitamos herramientas que permitan conocer su distribución y las condiciones en las que se encuentran para priorizar las que requieren protección, y hacer difusión sobre los servicios ecosistémicos que ofrecen para crear conciencia en la población”, concluyó.