Bolivia.- Con el apoyo de la fundación Bolivian Amphibian Initiative este proyecto puede ser una realidad y los biólogos trabajan con los pobladores de esta isla de tres kilómetros de extensión para socializar las características de estas ranas y la importancia de su protección, además de promover el ecoturismo.
Para los 85 pobladores de la Isla de la Luna, conocida también como la Isla de Coati, a la que se llega en aproximadamente una hora en barco desde la costera Copacabana, a 153 kilómetros de La Paz, las ranas gigantes son "sagradas", por lo que quieren cooperar en su conservación ofreciendo la isla para que se vuelva un santuario.
"Nosotros queremos cuidar a las ranas, por esa razón queremos que este lugar se declare como un santuario y así sean cuidadas y no cazadas", dijo el Sullka Mallku, autoridad originaria de la isla, Porfirio Mamani.
El poblador comentó que para esa comunidad, como muchas aledañas a las orillas del lago Titicaca, las ranas son importantes porque "atraen la lluvia" que es esencial para sus cultivos de habas, papa y maíz.
Incluso cuando falta agua en el lugar los pobladores hacen un ritual con música autóctona y bailes para hacer "cantar" a unas cuantas ranas para que atraigan la lluvia a la isla, contó Mamani.
Además, la presencia de estos anfibios cerca de las orillas significa para los pobladores que hay muchos ispis, un pequeño pez, que es muy consumido en el lugar y que es parte fundamental de la economía de la comunidad.
"Por todas estas razones las ranas son sagradas para nosotros y las respetamos", por lo que "cuando se meten a las redes de los ispis las soltamos con cuidado", remarcó Mamani.
Por su parte, el biólogo de la fundación Bolivian Amphibian Initiative Arturo Muñoz destacó que esta isla "es uno de los mejores sitios para la especie" por las altas densidades de la rana, las condiciones del hábitat, el estado de la salud del anfibio y la relación y compromiso de los pobladores con esa especie.
La rana gigante del lago Titicaca, Telmatobius culeus en su nombre científico, figura "en peligro crítico" en la lista de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) desde 2004.
Estas ranas viven únicamente en el lago Titicaca, el más alto del mundo navegable, a 3 mil 800 metros de altitud, tienen cabeza redonda y cuerpo grande, y mayor extensión de piel porque les permite absorber más oxígeno a esa altura.
Antes llegaban a medir de 18 a 20 centímetros, pero ahora se encuentran ejemplares solo de 10 a 12.
Algunos de los factores que amenazan a estas ranas son la contaminación de las aguas del Titicaca y la caza de estos anfibios para servirlos en restaurantes o en jugos afrodisíacos que se venden especialmente en Perú, explicó la bióloga Patricia Mendoza, coordinadora de esa fundación.
Justamente esta organización boliviana que trabaja en la isla desde 2011 inició el proyecto del santuario colaborando junto a los pobladores para realizar los relevamientos de poblaciones de esta rana y enseñarles a diferenciarlas para que ayuden en su conservación.
"Nos han planteado la idea del santuario (los pobladores) y esta zona de todas las que se ha hecho el relevamiento es una de las zonas mejores conservadas", comentó la bióloga.
Juntos, entre los pobladores y los biólogos, determinarán las zonas de mayor abundancia de estos anfibios para que puedan ser mejor conservadas y así el deseo de que esta isla sea un santuario de estas ranas se vuelva una realidad.
"Estamos trabajando para buscar financiamiento para que ellos por sí solos puedan trabajar con la rana y nosotros guiarlos, pero debe ser sostenible", añadió Mendoza.
Además la conservación de estas ranas puede ser una alternativa para que de manera sostenible se pueda promover el ecoturismo y que pueda generar más recursos para la gente de esta isla, que vive principalmente de la pesca y la venta de artesanías.
"Sabemos que la isla es llamativa para los turistas y también puede ser una alternativa para que de una manera sostenible puedan ver las ranas que viven ahí", comentó.
El lago Titicaca tiene una extensión de más de 8 mil 500 kilómetros cuadrados, sirve de frontera natural entre Bolivia y Perú y es uno de los atractivos turísticos de ambos países.