En el contexto del Día Mundial del Medio Ambiente, que se conmemora el 5 de junio desde 1973, El Colegio Nacional llevó a cabo de manera presencial el conversatorio ¿Qué nos espera en el 2030?, coordinado por la colegiada Julia Carabias.
La sesión se realizó en el Aula Mayor del recinto y contó con la participación del colegiado José Sarukhán, el biólogo Luis Zambrano, y de miembros de la Red de Jóvenes Ambientalistas como Naomi Flores, de Latinas for Climate; Kevin López, de Pa´Ciencia la de México; Esteban Ramírez, de GYBN México; y Aracely Ríos, Ejido El Pirú, Chiapas.
Al tomar el micrófono, la bióloga Julia Carabias recordó que es un año muy particular y emblemático, porque se cumplen cinco décadas de la primera cumbre que la Organización de las Naciones Unidas convocó para discutir los temas de medio ambiente:
“En 1972 el tema era la preocupación de una profunda contaminación de ríos y de aire, sobre todo, en los países desarrollados. La ciudadanía reaccionó, los jóvenes alzaron la voz y lograron que los gobiernos solicitaran a la ONU la primera cumbre que culminó con la Declaración de Estocolmo el 5 de junio de 1972, por eso es que conmemoramos esa fecha”.
Sostuvo que es importante tener un diálogo intergeneracional entre jóvenes para pensar en el futuro:
“La mejor ciencia nos está diciendo que, a pesar de muchos esfuerzos globales y nacionales, y sin negar los enormes avances en términos de conciencia, de entendimiento, leyes e instituciones, las tendencias del deterioro son alarmantes”.
Puntualizó que una de las fechas clave es el 2030. Desde el cambio climático, se ha proyectado que se pueden rebasar las 450 partículas de dióxido de carbono en la atmósfera, lo que llevaría a elevar la temperatura promedio de la superficie terrestre en 1.5 °C:
“También sabemos que si cambiamos las tendencias podemos evitar esta situación. Nos quedan ocho años y hay que incrementar la acción y la política pública. Esas políticas públicas no van a ocurrir si no hay una organización de la ciudadanía que demande, y no va a haber una ciudadanía sin los jóvenes que la integren”.
Por su parte, el colegiado José Sarukhán, fundador de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, invitó a los jóvenes a una revolución no con armas, sino con inteligencia:
“Inteligencia quiere decir conocimiento y exigir que ese conocimiento sea utilizado para tomar decisiones, para salvar este planeta y salvar a nuestra cultura”.
Recordó que en los años 60 del siglo pasado no había una noción clara de los problemas ambientales y que el entorno ha cambiado profundamente desde entonces: “Las capacidades más importantes son las humanas y éstas se han incrementado de manera espléndida en los últimos 45 años”.
“Tenemos una capacidad humana bastante grande para iniciar acciones concretas siempre y cuando haya voluntad política. La revolución de la inteligencia no se puede dar sin un conocimiento más amplio, diverso y transdisciplinar de los problemas globales. Esa información está más disponible ahora de lo que nunca ha estado en el pasado y tenemos la obligación de usarla para actuar”, puntualizó.
En su participación, el biólogo Luis Zambrano, investigador del Instituto de Biología de la UNAM, expuso que tuvo cuatro momentos en su vida académica que lo llevaron a interesarse por el tema en cuestión. El primero, fue el momento que decidió ser ecólogo; el segundo, cuando desde la academia pudo generar incidencia en políticas públicas: “es fundamental que los académicos que tenemos la información la hagamos llegar a los gobiernos, que probablemente no la tienen”.
El tercer momento, se refiere a su proyecto en Xochimilco y su trabajo con los chinamperos del sitio; y el cuarto fue su activismo social durante la construcción de la Supervía:
“No hay que tenerles miedo a las confrontaciones. Desde la época que empecé a trabajar hasta la actual he visto cómo se ha venido acomplejando el problema ambiental, pero lo tenemos que ver más bien como un reto para poder comenzar a resolverlo, es necesario empezar a actuar ya”.
Agregó que actualmente se tiene más capacidad para atender esta emergencia climática, pero hay erosión en las estructuras institucionales: “Estas grandes capacidades tienen que empezar por reforzar las estructuras institucionales de protección y buen manejo ambiental. Haciendo uso de un manejo confiable de la información”.
Al tomar la palabra, Naomi Flores, de Latinas for Climate, comentó que “cuando hablamos de juventudes tenemos que pensar en el dicho de Salvador Allende: ser joven y no revolucionario es una contradicción incluso biológica, porque cuando eres joven estás en el momento de decir qué hacer con tu vida”. Aseguró que el cambio climático no es algo que sólo pasa en el ambiente, sino en toda la sociedad, “lo natural sería preservar donde vivimos, mejorar las condiciones para todos, para mí fue muy importante saber que todos podemos contribuir desde nuestros campos de estudio”.
Afirmó que las juventudes de hoy en día “no estamos haciendo algo nuevo, lo único que estamos haciendo es cambiando la perspectiva, darle otra dimensión, acomplejar más la crisis, necesitamos interculturalidad e incluir a todos y todas”. De acuerdo con la integrante de la Red de Jóvenes Ambientalistas, lo que se tiene que hacer es formar mejores personas.
“Tenemos que reformularnos y preguntarnos ¿cómo está la educación y las academias brindando ese conocimiento?, ¿qué tan accesible es?, debe tener un vocabulario ideal para que todos lo entendamos, eso es lo que debemos replantearnos. Tenemos que conectar las consecuencias del cambio climático con nuestro entorno, tenemos que enseñar que existen expertos y hay que estar abiertos a escucharlos para aprender y modificar nuestros hábitos. No podremos avanzar, no llegaremos a accionar políticamente si no tenemos las bases que nacen desde la educación básica”, enfatizó.
En su ponencia, Esteban Ramírez, de GYBN México, partió de la frase “reconocer las responsabilidades compartidas, pero diferenciadas” para referirse a que las juventudes tienen que partir de su contexto para comprender el rol que les corresponde:
“En la Red Global de Jóvenes por la Biodiversidad tomamos el discurso de no hablar de juventud, sino de juventudes, tenemos que reconocer las cuestiones de género, de comunidades rurales y urbanas, las cuestiones de estudios, y a partir de eso podemos ubicar cuál es nuestra responsabilidad en esta lucha ambiental”.
Explicó que, en ocasiones, toca ser reformador o caudillos: “Las juventudes seguimos siendo un sector vulnerable por la falta de integración en la planeación, en la discusión de las políticas en todos los niveles. La importancia de los diálogos intergeneracionales es exigir a los otros cuál es su responsabilidad”.
Aseguró que el panorama de la discusión ambiental hoy en día tiene tantos programas y vertientes que es difícil para ciertas generaciones tomar todos estos conocimientos y verlos desde la teoría de la complejidad:
“Es necesario verlo como un todo complejo, que si no se puede resolver la crisis climática no se resolverá la crisis de biodiversidad. Las metas que se plantean para la sustentabilidad del año 2030 no van a ser posibles, si no se involucran a las generaciones que actualmente ostentan la toma de decisiones, a los grupos prioritarios en las que están los pueblos indígenas, grupos de mujeres, sociedad civil y las juventudes. Se necesita que participen de manera activa y no solo como consumidores”.
Aracely Ríos, del Ejido El Pirú, Chiapas y miembro de la Red de Jóvenes Ambientalistas, hizo referencia a las enseñanzas del cuidado y defensa de los recursos que otorga la Selva Lacandona, que se aprenden en su comunidad desde la infancia: “Sabemos que de ella obtenemos los medios para vivir y nuestras acciones son un trabajo de activismo por la conservación”.
Kevin López, de Pa´Ciencia la de México, aseguró que en el país y en el mundo ser joven significa estar en un espacio contracorriente, pero estimulante:
“Creo que ya estamos en un nivel más allá del concepto desarrollo sostenible, porque debería reivindicarse y asociarse al concepto de crecimiento, es decir, cuestionar si realmente necesitamos seguir tomando tanto y la manera en la que estamos construyendo nuestras realidades”.
De acuerdo con el joven ambientalista, son muchas la luchas que tienen como juventudes como la de enfrentarse a un sistema social, económico y político que cada vez es más transgresor e inconsistente: “La mejor manera es trabajar de una forma transdisciplinaria, es decir la academia, la sociedad civil y la sociedad con lo que ella implique. Tenemos que poder llegar a los espacios donde se incide desde otra perspectiva y otra toma de decisiones”.
Agregó que el ambientalismo no sólo es un ejercicio poético, sino estructural:
“A veces lo que se cuenta que se hace en el ambientalismo es muy alentador, porque es un ejercicio de pasión personal, pero en el fondo también es de arrastrar el lápiz, y de conocer esos datos, de transferir conocimientos y capacitación”.
En palabras de Kevin López, es cierto que se tiene casi todo, lo económico y el conocimiento, pero “nos enfrentamos a una polaridad política, y es algo que debemos tener presente en nuestras agendas. Que la defensa de una ideología no nos haga perder el piso sobre la incorporación de la información que existe para tomar decisiones basadas en información científica. Lo único que nos va permitir romper con esa polaridad política es la colaboración y la presión que hagamos en la transferencia del conocimiento. Tenemos que lograr que cada una de las acciones vaya más allá de las fronteras temporales”.
El conversatorio ¿Qué nos espera en el 2030?, coordinado por la colegiada Julia Carabias, se encuentra disponible aquí.