El pingüino no tiene la culpa de parecer torpe, con sus andares a pasitos cortos, moviendo el trasero para darse ánimos, las alas abiertas para no entorpecer al aire y la cabeza señalando más al frente que su cuerpo. Vestido con frac por costumbre, esta ave buceadora de aspecto entrañable e inteligencia sorprendente celebra su Día Mundial el 25 de abril, instaurado con el objetivo de aumentar la conciencia por su preservación.
Andrés Barbosa, investigador científico de Ecología Evolutiva, en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid (MNCN), perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), acaba de llegar de la Antártida después de tres meses de estancia para investigar la situación actual del pingüino, y explica las peculiares costumbres de estos animales que les diferencian del resto de las aves y les hacen realmente únicos.
Barbosa señala que “en total hay 18 especies de pingüinos en el planeta y todas se distribuyen en el hemisferio sur. La especie que vive más al norte está en Ecuador, en las Islas Galápagos. Hay especies en Perú, Chile, Argentina, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda y en la Antártida, donde hay más especies, seis en total, de los cuales dos, el pingüino Emperador y el Adelia sólo viven en ese continente, aunque lo hagan junto con el pingüino Rey, el Barbijo, el Papúa y el Macaroni”.
Costumbres que les diferencian del resto de aves
“Llevamos 10 años trabajando para ver las consecuencias del cambio climático en tres de las especies que habitan en la península Antártida, el pingüino Adelia, el Barbijo y el Papúa, y el resultado principal que vamos viendo es que ha habido una disminución entre las dos primeras, más dependientes del Krill, principal presa de estos animales para alimentarse”.
Pero, según el científico, la Antártida está poblada por millones de pingüinos y, concretamente, la población del pingüino Adelia es de seis millones, por lo que “los cambios climáticos no parece que les vayan a afectar gravemente, por lo menos a corto plazo”, a ninguna de las poblaciones de estas aves en el continente blanco.
Los pingüinos, principalmente el barbijo, pueden realizar migraciones de hasta mil kilómetros por mar, pues son animales perfectamente adaptados para el buceo y la natación, y este medio es su principal hábitat durante el invierno y donde buscan su alimento.
Otoño: comienza la cría
Cuando llega el otoño comienza el periodo más activo, la cría. “El pingüino macho busca a la hembra para formar pareja por contacto visual, realizan un ritual de movimientos, acompañados de sonidos, y una vez que la pareja está formada, se ha apareado y ha hecho la puesta, macho y hembra mantienen un reconocimiento mutuo a través de movimientos y sonidos”, indica Barbosa.
Los pingüinos, entonces, empiezan a construir el nido en las colonias, una pequeña concavidad que excavan con las patas y rellenan con piedrecitas del tamaño de una moneda que transportan con el pico, y que les sirve para aislar a los pollos en caso de que nieve o el agua se meta en el nido.
El investigador añade que “todo el comportamiento del pingüino se articula ahora alrededor de la construcción del nido, pero los robos de piedras son muy frecuentes, porque no son muy abundantes o están muy alejadas de las colonias, lo que provoca peleas que pueden ser bastante agresivas, ya que el nido constituye un factor determinante para la supervivencia de las crías, por lo que tiene que estar bien construido y con las piedras necesarias”.
Una vez realizada la puesta, habrá siempre un adulto vigilando el nido para defender a las crías de los depredadores, mientras que su pareja busca alimento en el mar. “Desde el principio del nacimiento – continúa Barbosa-, el miembro de la pareja que se queda da calor a las crías hasta que son capaces de autorregular la temperatura por sí mismas. Cuando los pollos ya tienen alrededor de un mes y son suficientemente grandes, los adultos dejan a los pollos solos”.
“Las crías ya se mueven fuera del nido y aprovechan que viven en colonias para formar agrupaciones de miles de individuos de distintos nidos en lo que se denominan `guarderías’, mientras los adultos van y vienen del mar para alimentarlos”.
El momento de tener que encontrar los pollos en la colonia para darles su alimento también es complicado, aunque, durante todo el periodo reproductor, los sonidos que emite la pareja con sus crías les sirve para su posterior reconocimiento de entre la multitud.
“Una colonia de pingüinos es un sitio muy ruidoso, donde hay miles de animales viviendo juntos y cuando cada uno de ellos tiene que reconocer a la pareja y a los pollos todos emiten graznidos que no son, precisamente, un canto melodioso”, reconoce el científico.
La selección del pollo más resistente
Una vez que les identifica, los padres no les dan de comer inmediatamente porque también entre los pingüinos la naturaleza hace selección, así que el padre o la madre salen corriendo, y los pollos, como tienen hambre, van detrás del adulto para alcanzarle. Ese comportamiento es el que permite seleccionar cuál es el pollo que está en mejores condiciones.
De esta forma, “si la provisión de alimento no es óptima y hay un pollo que no tiene suficientes fuerzas para alcanzar al padre, ese pollo no tendrá alimento y morirá. Así, los padres concentran el esfuerzo y la inversión en dar de comer al pollo que tenga garantías de supervivencia para que sea independiente”, afirma Barbosa.
Cuando esos pollos han alcanzado la edad de dos meses, los padres los dejan de alimentar y comienzan a ir al mar para alimentarse por sí mismos.
Y se inicia el ciclo de vida para estos seres ya independientes que se integrarán de forma natural a las costumbres de sus predecesores. “Al ser un animal monógamo, los pingüinos forman parejas estables y están juntas toda la vida, que suele ser de 30 años; empiezan a criar a los 4 o 5, y ponen una media de 2 huevos cada año”, subraya el científico del CSIC.
La muda de las plumas que le sigue al periodo de reproducción es otro de los peculiares comportamientos del pingüino. “Para el resto de las aves, esta transición -según Barbosa- no las afecta al vuelo ni a su vida, en el caso de los pingüinos el cambio de plumas dura alrededor de 15 días, durante los cuales no pueden ir al mar porque el plumaje no les aísla suficientemente y, por tanto, tampoco pueden comer”.
“Para evitar esta situación, antes de comenzar la muda se van otros 15 días al mar donde engordan prácticamente el doble de su peso, de manera que vuelven a las colonias y permanecen en el mismo sitio durante otros 15 días, esperando a que cambien las plumas para volver otra vez al mar durante el resto de los meses de invierno hasta la siguiente temporada de reproducción”, añade el investigador.
Así concluye el ciclo anual de los pingüinos que no, porque parezcan patosos al andar, carecen de inteligencia para sobrevivir entre uno de los parajes más bellos, aunque fríos, del planeta.