Las aguas subterráneas son un recurso de suma relevancia porque suponen una reserva esencial para el suministro de agua potable y la explotación en usos agrícolas, industriales y ambientales. Los casi 300 acuíferos localizados albergan más del 90 por ciento del agua dulce disponible en el mundo y su volumen es cien veces superior al aportado por las superficiales.
En este sentido, Abou Amani, director de la división de Ciencias del Agua de la Unesco, asegura que el 22 de marzo “debe ayudar a que la sociedad civil, el sector privado, las organizaciones internacionales y los gobiernos sean conscientes de que es necesario conseguir que sea más visible”.
El agua como recurso vital
A pesar de la importancia de este líquido esencial para el desarrollo humano, 2 mil 200 millones de personas viven sin acceso a agua potable, un tercio de la humanidad.
El abastecimiento de agua dulce y de su calidad está amenazada por el crecimiento demográfico, las crecientes demandas de los sectores agrícolas e industriales y el impacto del cambio climático, que implica sequías e inundaciones cada vez más extremas.
La gestión de este recurso, finito e insustituible, es vital para el desarrollo de todas las actividades sociales y económicas de la población y la integridad del entorno natural. Por este motivo las medidas hídricas y de saneamiento son clave en la reducción de la pobreza, el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental.
La importancia de las aguas subterráneas
La explotación de los acuíferos, formaciones geológicas permeables que permiten el almacenamiento de agua dulce bajo tierra, tiene un rol relevante en el ciclo hidrológico al proporcionar una buena parte de los recursos utilizados en todo el mundo.
Ha permitido un incremento espectacular del riego, la producción de alimentos en muchos países en desarrollo y representa cerca de la tercera parte del agua consumida por el ser humano.
Además, el gran volumen de agua almacenado en estas bolsas bajo la corteza terrestre les confiere la particularidad de intensificación en periodos secos o en casos de emergencia.
Según datos del Centro Internacional de Evaluación de Recursos de Aguas Subterráneas (IGRAC), la superficie de la Tierra alberga cerca de mil 386 billones de hectómetros cúbicos de agua, de los que solo el 3% es dulce, en mayor parte congelada en glaciares y casquetes polares.
Aproximadamente el 96% del agua dulce disponible en estado líquido se localiza en depósitos del subsuelo, 35 billones de hectómetros cúbicos, dejando solo un porcentaje ínfimo a las aguas de ríos y lagos.
Aunque se desconoce el volumen total de estas aguas más allá de dos kilómetros bajo la corteza terrestre, un estudio reciente de la Universidad de Saskatchewan (Canadá) estima que podrían sumar otros 20 millones de kilómetros cúbicos. Sin embargo, se considera poco factible depender de su desalinización para utilizarla como fuente de agua para beber o para riego.
La adecuada gestión de los acuíferos
A pesar de su relevancia cuantitativa, superior a las superficiales, las aguas subterráneas se hallan a profundidades poco accesibles por lo que el ritmo de extracción tiene una mayor complejidad.
Aun así, los especialistas en la materia alertan sobre el peligro de la sobreexplotación, que ha ocasionado efectos negativos por descensos progresivos en los acuíferos, y el riesgo de deterioro a causa de la contaminación.
Un estudio de la agencia aeroespacial estadounidense NASA estima que alrededor de un tercio de las mayores cuencas de aguas que discurren bajo tierra se están agotando tras décadas de extracción a un ritmo muy superior al de infiltración o de recarga natural.
Debido a la presión en términos de calidad y cantidad a la que están sometidas, los expertos consideran que las administraciones deben dedicar más medios financieros para lograr un estado sostenible de conservación de los acuíferos.
Según cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), por cada dólar gastado en saneamiento se recuperan entre 3 y 34 dólares, dependiendo de la región y la tecnología.
Además, reclaman promover el equilibrio entre las extracciones y la capacidad de renovación, establecer protocolos de restauración para la prevención y seguimiento de la contaminación y contar con un buen modelo de predicción y planificación para una gestión adecuada.
En este sentido, las actividades de sensibilización y las campañas de concienciación del Día Mundial del Agua son un poderoso instrumento de promoción de este “recurso oculto” para alcanzar el Objetivo de Desarrollo del Milenio en materia de agua potable.
