Los seres humanos conocemos muy poco del océano. En México, se ha explorado apenas el 0.0001% de este ecosistema, expuso Elva Escobar, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, al participar en el primer día de actividades del seminario Futuro de los océanos en México, coordinado por Julia Carabias, miembro de El Colegio Nacional.
La experta en el mar profundo recordó que el océano está integrado de forma vertical y se divide en cinco zonas estructuradas por la luz. “Lo que vemos en la superficie y de color azul es una zona iluminada que tiene una profundidad de 200 metros; continua una zona de penumbra con mil metros de profundidad; después la zona batial, a cuatro mil metros de profundidad; la zona abisal, a seis mil metros; y la zona hadal, a más de seis mil metros de profundidad, estas últimas tres zonas no tienen luz y nunca la han tenido”.
En palabras de la investigadora, el océano está en constante movimiento, “si colecto un poco de agua en un lugar, y un par de minutos después hago lo mismo, lo que colecto es completamente distinto, eso es uno de los paradigmas que tenemos”. El oleaje, la marea y las corrientes lo mueven, y existe un vínculo entre la superficie y el fondo, porque lo que se produce en una, se deposita en la otra.
Agregó que, en el país, el océano es más extenso y, a nivel mundial, es 300 veces más el espacio que se tiene para habitarlo, ese es el lugar donde viven las especies marinas y por eso se vuelve tan importante. Por su tamaño y forma, el 70% del océano tiene un gran impacto en el planeta; este ecosistema ha estado desde el origen de la Tierra y data de unos 3.5 millones de años, por lo que ha disfrutado de una gran estabilidad, convirtiéndose en un refugio de extinciones.
Además, su biota está asociada a la producción de oxígeno y entre sus funciones, se encuentra la captura de carbono proveniente de la superficie, acción fundamental para modular el cambio climático en el planeta. De acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), se tiene un registro de 13 mil 076 especies marinas. En total, hay 313 mil 748 ejemplares; sin embargo, “esta diversidad biológica se está perdiendo por contaminación, por cambio climático, por desaparición de hábitats y vamos contra reloj para alcanzar la estabilidad ecológica”.
La especialista en ecología y biodiversidad acuática subrayó que existen conocimientos limitados sobre la situación que enfrentan los sistemas marinos en México y su diversidad, por lo que es fundamental reducir esos vacíos y contar con una taxonomía genética de las especies marinas y datos abiertos.
Para Elva Escobar, la tendencia futura del océano arroja que se utilizará más este ecosistema, a mayor distancia y profundidad, lo que provocará nuevos desafíos. "Las principales causas de la pérdida de la diversidad marina en México son la sobrepesca, la contaminación y el cambio climático".
Los ecosistemas con mayor riesgo son los cercanos a las zonas costeras, porque están inmediatos a la actividad humana; los que se ubican en la superficie, porque es donde navegan las embarcaciones y se desechan residuos como el plástico; y los fondos marinos en última instancia.
Puntualizó que uno de los impactos emergentes en la actualidad es el sargazo, que provoca cambios en el Caribe mexicano y hace sinergia con los componentes contaminantes como la cafeína y los fármacos, lo que ha provocado una pérdida del arrecife. “Con el cambio climático, el océano tropical va a estar más caliente, con menos alimento, más ácido y con menos oxígeno. Por lo tanto, los peces se moverán a sitios de aguas más frías, lo que afectará la alimentación humana”.
Se necesitan más bases de datos abiertas a la sociedad, mejorar las relaciones humanas que se tienen con el océano, promover fuentes de trabajo en la zona costera que participe en la conservación, restauración y tratamiento de agua; ayudar en la recolección del plástico de la zona costera y generar un conocimiento que informe de la mejor manera a quienes tomarán decisiones relevantes para los océanos, concluyó la experta.
En la primera sesión del seminario Futuro de los océanos en México, realizada el 17 de julio, de manera presencial en el Aula Mayor de El Colegio Nacional y transmitida en vivo por las plataformas digitales de la dependencia, también participó el biólogo Luis Bourillón, quien analizó algunos paradigmas que, desde su juicio, impiden avanzar en el cuidado de los océanos.
Sostuvo que el tema de la pesca industrial es complejo e impactante, por ejemplo, en Perú, se extraen al año tres millones de toneladas de anchoveta, es decir, pescados tipo sardinas; sin embargo, este tipo de pesca industrial se maneja dentro de los límites del rendimiento máximo sostenible.
En México, algunas de las pesquerías industriales importantes son el atún, la sardina y el camarón, éste último utiliza redes de arrastre de fondo y tiene una incidencia en la mortalidad de otras especies como las tortugas marinas.
Falta que la industria pesquera mexicana, de esas tres pesquerías, sobre todo, comunique más y mejor para que su actividad sea sostenible y sea con el mínimo impacto posible.
Agregó que a estas industrias también se les debe pedir que desarrollen una agenda de sostenibilidad con compromisos concretos, como una mayor transparencia en sus prácticas y la utilización de más tecnología para minimizar sus impactos. “El divorcio que hay entre la pesca industrial y las organizaciones de la sociedad civil debe acabar, se tiene que construir colaboración para resolver problemas y no para desaparecer la industria”.
En palabras del pionero en el impulso de la eco-certificación pesquera en México, otra de las dificultades es que todos los pescadores locales son incapaces de sobreexplotar este recurso, “no se trata de romantizar una actividad de baja escala, porque en ciertos lugares hay un gran número de redes y formas de pescar no sostenibles. El gran reto es que, en los últimos 30 años, la organización de los pescadores ha ido en deterioro”.
Un tercer problema es que existe un manejo de las pesquerías sin investigación y sin conocimiento de las poblaciones, lo que no debería ser posible, ya que es fundamental que se tomen en cuenta las investigaciones de la academia y de organizaciones de sociedad civil que se dedican a estudiar la pesca. “Lo que debemos hacer como país es integrar toda la información para tener el mejor conocimiento posible y con base en ese conocimiento, tomar la decisión apropiada en la política”.
“Tenemos 28 estados que tienen costa y éstos tienen muy poco que decir sobre la pesca. Necesitamos colaborar más y mejor, en este país nos urge salir de la polarización, entrar más a la comunicación, a tener empatía y ponerse en los zapatos de los pescadores. El futuro reside, en gran medida, en ponernos de acuerdo para saltar estos obstáculos”, finalizó Luis Bourillón.
Por su parte, la colegiada Julia Carabias aseguró que se puede avanzar y contribuir desde El Colegio Nacional en el conocimiento de los océanos y en el tema de la conservación para revertir los problemas del ecosistema marino, así como en su uso sustentable y en el entendimiento del marco internacional en el que México está inmerso.
Al tomar el micrófono, el oceanólogo Antonio Díaz de León Corral comentó que los dos grandes problemas que aquejan al planeta son el cambio climático y la pérdida de biodiversidad biológica. “A pesar de las voces de alarma de Naciones Unidas, no se tienen los resultados que se quisieran para enfrentar estos conflictos. El caso de los océanos es paradigmático, porque conocemos el 1% del total de los océanos, sólo por arribita”. En México, donde menos conocimiento hay es en la Pacífico Sur.
Explicó que los cinco jinetes del apocalipsis que enfrentan los ecosistemas marinos son la pérdida de biodiversidad, la contaminación, la sobrepesca, la introducción de especies exóticas y el cambio climático. “Hay que generar presión a los gobiernos nacionales y al multilateralismo para enfrentar estos eventos. Hay dos décadas en este momento del 2020 al 2030, la de los océanos y la de la restauración de los ecosistemas impulsadas por Naciones Unidas, podemos ser optimistas, pero los elementos nos dicen que será complicado, si no hay una participación pública e informada”.