La contaminación del aire, tanto en espacios cerrados como al aire libre, emerge como una amenaza significativa para la salud global, según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Cada año, alrededor de 7 millones de personas pierden la vida debido a enfermedades relacionadas con la contaminación del aire, un problema que demanda una atención urgente y medidas efectivas.
La OMS indica que la contaminación atmosférica, ya sea en entornos urbanos o rurales, está relacionada con dos trastornos cardiovasculares predominantes: cardiopatía isquémica y accidente cerebrovascular.
Durante las estaciones cálidas, como en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, las condiciones atmosféricas se vuelven críticas. Altas temperaturas, baja humedad y escasez de vientos se combinan con concentraciones elevadas de ozono, derivado de la interacción de contaminantes como óxidos de nitrógeno y monóxido de carbono con la luz solar.
El riesgo se incrementa con la presencia de partículas menores a 10 y 2.5 micras (PM10 y PM 2.5) en el aire, según el Instituto Nacional de Salud Pública. Un aumento de tan solo 10 microgramos por metro cúbico de estas partículas se traduce en un aumento del 1% en la tasa de mortalidad, superando al ozono en impacto.
Presencia del polvo urbano
De acuerdo con información publicada po UNAM, las partículas presentes en el polvo urbano provienen principalmente de actividades humanas, tales como la industria y el transporte. En menor proporción, también se originan por la erosión de los suelos. Estas partículas son liberadas en la atmósfera y posteriormente se acumulan en superficies como pisos, techos, calles y vegetación.
Las normas ambientales en México deben regular las sustancias peligrosas como benceno, xileno y tolueno. Estas sustancias, provenientes de la combustión de combustibles fósiles, evaporación y procesos industriales, representan una amenaza significativa para la salud comunitaria.
La legislación ambiental mexicana carece de regulaciones para el polvo en el ambiente, que contiene metales pesados como plomo, cromo, cobre, níquel, vanadio y zinc.
Un estudio titulado “Identificación de las zonas contaminadas con metales pesados en el polvo urbano de la Ciudad de México” revela que, debido a la falta de normativas específicas, existe una alta probabilidad de superar los niveles permitidos para estos metales, especialmente en áreas urbanas centrales.
Las alcaldías con mayores proporciones de metales pesados requieren medidas urgentes para mitigar este problema. Aunque algunos estudios han abordado la contaminación por metales pesados en la capital.
Ante estos hallazgos, los expertos instan a la realización de estudios más detallados para identificar las zonas más afectadas por el polvo urbano en la Ciudad de México. Además, subrayan la necesidad de que las autoridades ambientales tomen medidas prioritarias para abordar esta creciente amenaza a la salud pública.
Se requiere una acción inmediata y enérgica para abordar las lagunas legislativas, regular nuevas sustancias y enfrentar la presencia peligrosa de metales pesados en el polvo urbano. La salud de la población y el bienestar del medio ambiente dependen de ello