Cada verano, desde hace casi 20 años, voluntarios de las asociaciones Kent Wildlife Trust y Buglife de Reino Unido observan las matrículas de sus coches de una manera muy especial. Su cometido es registrar el número de “insectos voladores” que impactan en los vehículos mientras viajan.
Aunque esta acción puede parecer insignificante, su grandeza está en la colectividad y la sinergia de los proyectos de ciencia ciudadana. Con casi 700 participantes, la campaña Bugs Matter de este 2023 ha registrado datos de 6 358 viajes que permitirán extraer conclusiones globales.
Los resultados de la campaña anterior (del 2022) indicaron una reducción en menos de 20 años del 64 % en los insectos interceptados por los vehículos que transitan por Reino Unido. Estos resultados apoyan una tesis que tiene preocupados a los científicos: nos enfrentamos a una pérdida de insectos a gran escala que avanza hacia la sexta extinción masiva.
La sexta extinción masiva
Para obtener una medida realista, las investigaciones más robustas se basan en estudios que contemplan series históricas en grupos de insectos cuya abundancia se conoce desde hace décadas. Desafortunadamente, estos estudios muestran que las poblaciones de insectos no solo se están reduciendo en Reino Unido.
En Alemania, un estudio a lo largo de 27 años publicado en 2017 indicó una disminución del 76 % de la biomasa de insectos voladores en una red de espacios naturales.
En Dinamarca, la reducción de insectos se documentó en paralelo con una menor cantidad de aves cuya dieta se basa en insectos, como la golondrina común.
Las sociedades científicas de entomólogos de España y Portugal reunidas en Alicante en el XX Congreso Ibérico de Entomología, alarmadas por el declive poblacional de insectos, expresaron su preocupación en un manifiesto que da a conocer esta situación sin precedentes a la sociedad y trata de ponerle freno.
Pero la situación no sólo es preocupante en el continente europeo, muy poblado y expuesto a la presión de las actividades humanas. Estudios desarrollados en un bosque tropical de Puerto Rico que comparan la abundancia de insectos actual con datos recogidos hace 36 años también proporcionan resultados devastadores: una reducción en más del 78 % de biomasa de insectos terrestres. Este estudio muestra, en paralelo, la disminución de otros animales de dieta insectívora, como lagartos, ranas y aves.
¿Por qué hay menos insectos?
Las causas son múltiples y derivadas del constante y creciente deterioro que sufren el suelo, la vegetación, el agua y el aire por las actividades humanas.
Los insectos necesitan el suelo que transformamos en cemento, el agua que escasea y que contaminamos o cuyo curso interrumpimos, y las plantas que tratamos con fitosanitarios tóxicos. Además, interrumpimos los mecanismos de comunicación necesarios para la supervivencia de los insectos. Así, se desorientan por la contaminación lumínica, química y física del aire. Entre otras cosas crece la proporción de partículas imperceptibles que obstruyen sus órganos sensoriales y bloquean sus mecanismos de comunicación.
Todos estos factores influyen, a su vez, en el cambio climático, que en sí mismo también se considera un factor importante que modula la abundancia de insectos.
La pérdida de biodiversidad de insectos nos conduce a la homogeneización de las ramas de ese árbol de la vida que mantiene las funciones vitales y las relaciones bióticas y, por tanto, nuestra propia existencia.
Richard Bartz / Wikimedia Commons, CC BY-SA
¿Por qué es importante conservarlos?
Los insectos constituyen más del 80 % de las especies animales que se conocen en el mundo. Es fácil deducir que contribuyen a múltiples funciones vitales. La primera es su papel como polinizadores.
Se estima que el 35 % de la producción mundial de alimentos proviene de plantas que son polinizadas por insectos. La FAO advierte de que si desaparecen, la seguridad alimentaria se pondría en riesgo.
Otra función ecológica insustituible es la descomposición de la materia orgánica y el reciclaje de nutrientes. Los insectos actúan como auténticos basureros y jardineros naturales. Contribuyen de este modo a la salud y formación del suelo, proceso esencial para mantener las cadenas tróficas y el ciclo de vida del planeta.
La función ecológica de los insectos que, por ser preventiva, pasa inadvertida es su contribución en el control de plagas en ecosistemas naturales, evitándolas o disminuyendo sus daños.
El control de plagas ejercido por depredadores y parasitoides en medios naturales nos enseña cómo mejorar las estrategias de control biológico en la agricultura.
¿Podemos hacer algo para protegerlos?
Las soluciones a los grandes problemas ambientales no dependen en gran medida de las acciones de los ciudadanos, pero la experiencia nos enseña que muchos pequeños gestos consiguen grandes resultados. Algunas de las acciones que están en nuestras manos son las siguientes:
- Incentivar o colaborar en proyectos ciudadanos para ampliar el conocimiento y la protección de insectos en áreas naturales o urbanas. Sirvan de ejemplo el proyecto SPIPOLL, el Observatorio ciudadano de mariposas urbanas uBMS y el Programa de Seguimiento Fenológico de la Red Española de Reservas de la Biosfera.
- Procurar que en las áreas ajardinadas urbanas haya hábitats silvestres alternados con flora autóctona en linderos, rotondas, alcorques y otros espacios sin edificar facilitando así lugares de cría y refugio de muchas especies de insectos.
- No utilizar productos fitosanitarios en nuestros pequeños jardines o huertos, ni tolerar su uso en áreas ajardinadas urbanas. Limitar la siega sistemática de plantas silvestres, conocidas como “malas hierbas”, principalmente en periodos de floración.
- Consumir productos alimentarios procedentes de buenas prácticas agrícolas, valorando y potenciando así la agricultura ecológica y el control biológico e integrado de plagas.
- Buscar alternativas a los tratamientos antiparasitarios al ganado con productos no nocivos para la entomofauna descomponedora.
- Evitar en nuestras prácticas agrícolas o de jardinería la introducción de especies invasoras.
Todos nosotros, y en particular los educadores, tanto en casa como en los centros, tenemos la importante responsabilidad de mostrar a los más pequeños y también a los mayores, la cara noble, estética e imprescindible de los insectos. Es un problema sin precedentes del que depende nuestra supervivencia.
Bien merece la pena limpiar el parabrisas del coche lo que haga falta.
Saioa Legarrea Imizcoz, Investigadora en Entomología Agrícola, Universidad de La Rioja y María Ángeles Marcos García, Entomóloga, Catedrática de Universidad, Universidad de Alicante
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.