México.- Apenas el 21 de septiembre pasado, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, lanzó una voz de alarma, retomada por la bióloga Julia Carabias: “estamos al borde de un abismo y vamos en la dirección equivocada. Nuestro mundo nunca ha estado más amenazado y más dividido; nos encontramos ante la mayor avalancha de crisis de toda nuestra vida”.
Esta reflexión de la colegiada fue parte de la mesa "La salud de los ecosistemas", bajo su coordinación en el marco del VI Encuentro Libertad por el Saber, en esta ocasión dedicado a La pandemia: retos y oportunidades, y concebido por Antonio Lazcano Araujo, miembro de El Colegio Nacional.
Durante la mesa, celebrada en formato híbrido desde las instalaciones de El Colegio Nacional, y transmitida en vivo el 19 de octubre a través de las plataformas digitales de la institución, se reflexionó con una perspectiva poco atendida por las autoridades durante la pandemia por COVID-19.
“A casi dos años de la pandemia, debo de reconocer que nos equivocamos, al menos mi percepción no era la correcta: lo que aparecía como una esperanza, una oportunidad, pronto se desvaneció y quedó enterrada por las preocupaciones muy legítimas, pero que siempre son las que dominan: cómo recuperarnos de la crisis económica, de la social y de las desigualdades que se visibilizaron, cómo recuperar el tiempo perdido en la educación, cómo mejorar los sistemas sanitarios”, se cuestionó Julia Carabias.
Sin embargo, continuó la especialista, “no se habla más de cómo evitar que nos vuelva a pasar una pandemia, cómo detenerla, cómo revertir el deterioro de los sistemas, cómo recomponer, en la medida de nuestras posibilidades, las relaciones interespecíficas de los ecosistemas: no se habla de ello porque no se entiende y, quizá no se entiende, porque hablamos poco de ella”.
A su parecer, no hemos sido capaces de transmitir el peligro de la pérdida de biodiversidad, la dependencia que tenemos todos los humanos en el correcto funcionamiento de los ecosistemas: sin los ecosistemas sanos no hay bienestar, no hay salud, pues de ellos depende “el beber, el comer, el vestirse, el respirar y cuando los estamos destruyendo, estamos acabando con nuestra propia calidad de vida y, sobre todo, la de los jóvenes, de los niños y de los que están todavía por venir”.
Más allá de los esfuerzos que se han desarrollado desde diversas instituciones, como El Colegio Nacional, para Julia Carabias ha sido difícil incorporar en el imaginario colectivo los elementos básicos de lo que pasa en el ecosistema cuando alteramos la cadena alimentaria e insistió en que hemos aprendido qué es la devaluación y montones de cosas en otras áreas: “no podemos entender las cosas elementales que todos aprendimos desde la primaria, no las incorporamos como parte de nuestra problemática y nuestra realidad como humanos”.
“Cuando estamos retirando a los predadores, a los más altos de la cadena, entonces las presas, los herbívoros, aumentan en su población, sobre todo los oportunistas, como los roedores, que son hospederos de muchos organismos que, al tener contacto con los humanos, pueden generar enfermedades porque se convierten en patógenos. Este es el caso de lo que nos tocó vivir con el virus, que encontró en el humano a un excelente anfitrión y causó los inimaginables estragos.”
En ese sentido, más allá de que la sociedad y, principalmente, las autoridades, no parecen haber comprendido las lecciones de la pandemia y volvemos a más de lo mismo, por lo menos la ciencia ya nos ha dado la evidencia de las consecuencias de las alteraciones de los ecosistemas.
“También sabemos cómo evitarlo y esa es la parte del optimismo que nos mueve, pero no avanzamos a pesar de tener las herramientas y el conocimiento. Por eso, desde El Colegio Nacional queremos insistir en la importancia de tomar seriamente las emergencias ambientales.”
La participación del catedrático de la Universidad de Stanford, Rodolfo Dirzo, coincidió en varios aspectos con la reflexión de la doctora Carabias: a partir de un concepto como defaunación, se refirió a la gravedad en los cambios de la biodiversidad, en cómo “una modificación en las características taxonómicas del tipo de especies de plantas y animales termina por transformar la intensidad de las interacciones ecológicas”.
“Por ejemplo, entre humanos y esos animales que son portadores de patógenos: estamos rompiendo una serie de barreras que existían anteriormente y estamos poniendo en contacto a las poblaciones con organismos que nos llevan a incrementar los riesgos de pandemia. Si pudiéramos disminuir las probabilidades de exposición, se reduciría bastante el siguiente paso de la pirámide de las epidemias.”
En el recorrido del investigador, a partir de una pirámide, señaló los pasos que podría seguir una pandemia a partir de la pérdida de la biodiversidad, en especial de lo que llama la defaunación: vendría después un elemento relacionado con la infección, con los agentes patogénicos, lo que tendría como siguiente paso la transmisión, si seguimos las reglas o no, hasta caer en los riesgos de epidemias o de pandemias verdaderamente dramáticas.
“Ganaríamos mucho cuidando la biodiversidad para hacer que los riesgos que surgen en la secuencia de esta serie de pasos en la pirámide de las epidemias; mucho podríamos hacer si cuidásemos la biodiversidad, enfatizando la situación de la fauna: la conservación de los seres vivos en áreas protegidas representa una agenda crítica, porque si bien no pensamos en la megafauna como un factor crítico de regulación de riesgos de pandemias, a través del control de los reservorios, en la realidad se trata un servicio verdaderamente importante que no puede pasar desapercibido.”
Para Rodolfo Dirzo, la defaunación representa un aumento de los riesgos de zoonosis en humanos y habría mucho que podríamos hacer para disminuir ese riesgo; al respecto, destacó que resultará difícil, si no imposible, entender las cascadas de efectos ecológicos que se pueden dar si no tenemos sitios que nos sirvan como puntos de referencia, como áreas protegidas que estén en buen estado, para entender muy bien la ecología de estas cascadas de zoonosis.
“Aun con las dificultades en el pasado, existen muchas esperanzas de que, si se cuenta con el apoyo de la comprensión de las autoridades, se puede desarrollar proyectos que pueden tener mucha repercusión frente al riesgo de las pandemias, que cada vez nos afecta más.”
Política ambiental
José Luis Samaniego es director de la División de Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos de la CEPAL, lo que le ha llevado a contar con un panorama de los desafíos en la protección del medioambiente, pero desde diferentes aristas. Así, por ejemplo, reconoció durante su participación que los impactos que se han detectado en torno al medio ambiente y la política ambiental han puesto en evidencia que el medioambiente, la preservación de los ecosistemas, no forma parte de las discusiones de los tomadores de las decisiones.
“La pandemia tuvo efectos en las ciudades: por el miedo al contagio, por la mala calidad de los servicios públicos, por la aglomeración en los sistemas de transporte público, que tuvieron una baja enorme y hay ciudades que no recuperan los niveles de uso del transporte público previos a la pandemia. Las fuentes de alivio ambiental fueron el transporte de carga, el transporte urbano y el aéreo; sin embargo, hay ciudades que no han recuperado estos niveles y tienen altísimos niveles de motorización privada: las soluciones se dejaron en manos del mercado, lo que creó que el desfinanciamiento en los sistemas de movilidad pública y un incremento en las tasas de motorización.”
Ahí se ha generado un boquete poco atendido, un problema tremendo para el mediano plazo, en donde tenemos debilitados los sistemas de transporte público y una tasa de motorización que nos va a llevar a más congestión, “más contaminación y un peor uso del espacio público. También, la caída del empleo, el mayor crecimiento de la informalidad genera un problema de acceso a la vivienda”, destacó el doctor en Recursos Naturales por la Facultad de Economía por la UNAM.
“¿Cómo reaccionaron los gobiernos frente a la oportunidad de ejercer un gasto extraordinario durante la pandemia y para la recuperación? Vemos que el gasto en protección ambiental sufrió un recorte del 35 por ciento desde el 2016 al 2020, y bajó en la participación en los presupuestos públicos del 0.4 al 0.2 por ciento, y los principales casos de reducción del presupuesto público se produjeron en Colombia, México, Brasil, Argentina y El Salvador.”
Y esa disminución tomó la forma de una serie de comportamientos ilegales, se profundizó la tasa de deforestación en América Latina; en Brasil se estima que el 94 por ciento de ese problema se debe a actividades ilegales. Así, respecto al año 2019, en 2020 se produjo una leve aceleración en la velocidad de la pérdida de biodiversidad: el Estado frente a tendencias de pérdida de biodiversidad vio debilitada su capacidad de observancia y de aplicación de la legislación.
En su conferencia, el especialista también puso sobre la mesa un tema grave en la región: América Latina vuelve a ser, en 2020, la zona más letal para defender al medioambiente: dos tercios de las muertes en 2019 se produjeron en América Latina. En 2020, la proporción subió a tres cuartos y Colombia es el país que concentra el mayor número de muertos defensores ambientales en 2020.
“De esta manera, tenemos una proyección de lo que esperamos suceda en materia de gases de efecto invernadero, donde por efecto de la pandemia se observa una reducción temporal, pero de no corregirse la ruta vamos a retornar a la senda previa a la pandemia y vamos a rebasar la posibilidad de cumplir con las metas que tienen los países en la región de América Latina y el Caribe”, en palabras de José Luis Samaniego.
Al doctor José Sarukhán, integrante de El Colegio Nacional, le correspondió cerrar la mesa La salud y los ecosistemas con una aproximación al trabajo que se desarrolla al interior de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), que se encuentra a su cargo, no sin antes advertir sobre la necesidad de debatir en torno a temas como la eficiencia de ese trabajo, la inversión de recursos o de capital humano.
“Para que se tengan los resultados que uno desea, no son experimentos chiquitos que se puedan hacer en un laboratorio, ocupan espacios de regiones o de ecosistemas que se distribuyen a lo largo del país, y tampoco se pueden dar en corto tiempo, hay que esperar a que los ecosistemas reaccionen a cuestiones de proyección y restauración para saber si el trabajo que se invirtió tuvo caso.”
“Esto que parecía obvio, se convirtió en crucial: cuando queríamos optimizar los recursos, que no son muchos, como ya hemos visto, lo mejor es ponerlos al servicio de un patrimonio fundamental para el futuro de las poblaciones, de las generaciones.”
Tal ha sido parte del esfuerzo desarrollado en tres décadas por parte de la Conabio, donde los especialistas se han dado a la tarea de convertir la información ya existente en una inteligencia para poder tomar decisiones: la base de su trabajo está en el Sistema Nacional de Información sobre Biodiversidad, que se ha mantenido al día, y de manera accesible, como una generadora de información.
“Saber qué especies hay y dónde se encuentran, soportada por una plataforma de información satelital; la generación de herramientas estadísticas y análisis, que no existen comercialmente y que se han producido dentro de la comisión para tener capacidades de predicción de la presencia o ausencia de las especies.”
A lo anterior habría que sumar un elemento que no está en los instrumentos de otros países: los expertos que validan todas las informaciones que se producen al interior de la Conabio: los resultados de la Comisión son consensuados por investigadores, no son gente que está alrededor de un escritorio, sino toda una comunidad experta en cada campo, en algunos casos de decenas de personas, en otros de cientos de especialistas, destacó Sarukhán, quien recordó que, hasta el momento, tienen registrados casi 30 millones de especímenes, todos verificados con el reconocimiento taxonómico correcto de las especies.
Asimismo, se cuenta con más de 14 mil mapas, en los que se hace referencia a la distribución de grupos de especies en México, de especies en peligro de extinción y que están disponibles para ser consultados.
La mesa "La salud de los ecosistemas", como parte del "VI Encuentro Libertad por el Saber. La pandemia: retos y oportunidades", se encuentra disponible en el enlace disponible aquí.