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Tenemos una gran responsabilidad como seres de este planeta, aunque vivamos a 2 mil 200 metros sobre el nivel del mar lo que generemos aquí finalmente llegará a un ambiente natural costero. GP
México.- La Doctora Guadalupe Ponce, especialista de Laboratorio de Contaminación Marina del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM (ICMyL-UNAM), reveló que las lagunas costeras son ambientes receptores de todo tipo de residuos, humanos e industriales.
La experta analiza junto con su equipo de trabajo dos grandes tipos de muestras: los sedimentos (suelos del ecosistema) y los organismos como ostiones, jaibas, camarones y diversos tipos peces.
Guadalupe Ponce, junto con Alfonso Vázquez Botello pertenecen a la Red Temática de Toxicología de Plaguicidas del Conacyt, un área que aglutina a más 100 especialistas y 30 instituciones nacionales, su área de estudio son los ambientes costeros y oceánicos, principalmente del Golfo de México, en el estado de Veracruz.
Contaminantes orgánicos persistentes, de naturaleza hidrofóbica
La académica de la UNAM explicó que “los contaminantes orgánicos persistentes poseen poca o nula solubilidad en agua y ello permite que se adhieran a las partículas suspendidas, las cuales se precipitan o llegan al fondo de las lagunas costeras, donde se almacenan y acumulan”.
“Los contaminantes orgánicos persistentes están sujetos al famoso efecto saltamontes, una parte de ellos se va a la atmósfera, la atmósfera los transporta, se precipitan en ciertas latitudes y van recorriendo diversos lugares hasta que llegan a donde no deberían estar, como los polos”, agregó.
Una de las grandes familias de estos compuestos son los contaminantes organoclorados, como los plaguicidas de uso agropecuario y otros son de tipo industrial, como los bifenilos policlorados.
También destacan los hidrocarburos aromáticos policíclicos, los cuales se generan por derrames de petróleo, procesos de combustión como los incendios y los que se producen en ambientes urbanos, como la combustión de los automotores.
“Los contaminantes orgánicos persistentes tienen rechazo al agua, es decir son hidrofóbicos, pero sí son solubles en grasa”, indicó la especialista.
Ponce apuntó que esta afinidad por los ambientes grasos persiste en el agua y se manifiesta en pequeñas partículas en las lagunas costeras, “imaginemos cuando vemos el haz de sol que nos entra por la ventana y vemos polvo flotando, algo similar ocurre en la columna de agua de los ambientes naturales, hay material que está flotando”.
“Estas partículas pueden estar en los residuos del suelo o en los microrganismos que llegan de las descargas de algún río que recibió una descarga industrial y contiene este tipo de contaminantes”, añadió.
También reveló que estos contaminantes son químicamente estables y su estructura molecular los hace resistentes a la degradación, eso les confiere persistencia.
Sistemas costeros, una coladera de contaminantes orgánicos persistentes
En el Laboratorio de Contaminación Marina del ICMyL-UNAM se estudian los sistemas costeros y su grado de contaminación, para ello estudian los sedimentos, es decir el material acumulado en los fondos.
La Doctora Ponce contó a Portal Ambiental que la franja costera cuenta con organismos ecológicamente relevantes y ésta recoge los aportes no deseados como los residuos humanos, urbanos e industriales, al respecto explicó que el sistema costero “es como una coladera, así como retienen sustancias benéficas como nutrientes, también retiene compuestos no deseados, entre ellos las aguas negras de zonas urbanas y rurales”.
Dichos residuos no sólo provienen de los estados litorales, también del altiplano como la Ciudad de México y “a través de los cauces llegan a cuencas, que finalmente desembocan en las lagunas y ríos, por ejemplo del sur de Veracruz, localidades que se han caracterizado históricamente por una gran actividad pesquera de suma importancia y relevancia económica”.
Respecto a la medición del grado de contaminación y la presencia de sustancias dañinas en los sistemas costeros, la experta afirma que “las lagunas costeras nos permiten tener un registro más fidedigno de las actividades humanas generadas en el continente, qué está impactando y cuál es su potencialidad de riesgo” añadió.
Cabe señalar, que el grupo de trabajo al que pertenece la Doctora Ponce evalúa los contaminantes orgánicos persistentes presentes sobre todo en las lagunas del norte y centro de Veracruz, el puerto de esta entidad y el sistema de Alvarado.
También realiza estudios en las lagunas de Tabasco, Campeche y en el Caribe, concretamente en Cancún. En menor grado también han realizado estudios del lado del pacífico, en Mazatlán, Guaymas y algunas zonas de Jalisco.
Cultivos e impacto de los plaguicidas en la salud humana
Guadalupe Ponce cuenta que el organoclorado DDT surgió comercialmente como un insecticida y después se utilizó como plaguicida, en muchos países está prohibido y fuera de circulación desde hace 20 años, en México está en categoría de restringido, sin embargo, existen registros donde se puede demostrar la presencia reciente de esta sustancia, “estamos encontrando en los ambientes del sur de México este producto, no tenemos una certeza oficial, pero suponemos de un contrabando por la frontera sur de DDT asiático, de mala calidad y que viene acompañado de otros compuestos tóxicos”, lamentó.
“Sabemos que se fumiga con DDT, muchos agricultores del sur adquieren el producto a un precio muy accesible pero de mala calidad” agregó.
“Nosotros evaluamos plaguicidas organoclorados, los de primera generación, los más antiguos que se sintetizaron a raíz de la Segunda Guerra Mundial y el más conocido es el famoso DDT”, explicó la académica.
Este organoclorado se almacena en los sedimentos naturales de los ecosistemas costeros que tras una serie de cambios químicos resulta en moléculas de degradación más tóxicas que el compuesto original.
La especialista en contaminantes reveló que los plaguicidas están fabricados y destinados para el sector agrícola, sin embargo, es muy difícil identificar qué agricultores utilizan los plaguicidas que se detectan aguas abajo, en México existe un déficit de información sobre registros fidedignos de la compra y venta de insumos agroquímicos que se aplican en los cultivos o monocultivos.
Señaló que las características de persistencia de estos compuestos pueden durar de 30 a 50 años en el ambiente y organismos vivos, “nosotros como materia orgánica viva tenemos el mismo mecanismo de almacenamiento que un ecosistema natural, es decir, si los plaguicidas organoclorados ingresan a nuestro organismo no se quedarán en el torrente sanguíneo por siempre, se almacenarán y acumularán en nuestros tejidos con más contenido graso. La acumulación de estos agrotóxicos en nuestro organismo dependerá de la cantidad de ingesta de productos que tengan alta concentración de dichos plaguicidas.”
Asimismo, alertó que “desgraciadamente en México hay poblaciones vulnerables social, económica y nutricionalmente, que son todavía más frágiles a la exposición a plaguicidas, en gran medida son los jornaleros agrícolas”.
Para la especialista de la UNAM “es necesario promover una mejora regulatoria sobre los plaguicidas en ambientes naturales y alimentos, es preciso impulsar la rotación de cultivos, así como aprovechar la sabiduría de los agricultores mexicanos” para contar con ambientes más saludables.
Refirió que la producción por medio del monocultivo implica el uso de fertilizantes, los cuales provocan en aguas abajo un aumento considerable de nutrientes en los ecosistemas receptores finales, y además contribuyen a que ocurran eventos de crecimiento masivo de algas nocivas, conocidos como mareas verdes y rojas, sucesos que pueden ocasionar mortandad de peces y otros organismos.
“Hemos llevado a nuestros agricultores al monocultivo, y eso provoca el empobrecimiento y contaminación del suelo (…) el monocultivo provoca proliferación de hierbas no deseables, consideradas plagas, entonces se usan plaguicidas y por tanto se crea una dinámica indeseable”, manifestó.
Políticas públicas y el papel de la academia
Respecto a la regulación de los plaguicidas, la especialista de la UNAM opina que ésta debe realizarse de forma colegiada, “no es suficiente que un sólo sector del gobierno tome las decisiones, nuestro grupo de trabajo ha participado en las discusiones con el gobierno federal y la sociedad civil (…) hay una gran disposición de mejorar la propuesta regulatoria en el caso de los plaguicidas, actualmente existen pláticas con los industriales y el sector productivo”.
Refirió que México cuenta con una regulación desde la década de los noventa, sin embargo, “desde hace 28 años pareciera que el uso de plaguicidas sigue igual, tenemos un retraso, comparativamente con otros países a nivel de normatividad”.
“No se puede eliminar el uso de plaguicidas de la noche a la mañana, se tiene que generar todo un programa de alternativas factibles, porque sería condenar a una crisis, no sólo a los productores sino a todos los consumidores en general”, advierte la especialista.
Al respecto señaló que debe existir una estrategia y una sustitución paulatina para tomar decisiones que permitan regular de la mejor manera estas sustancias, ya que “todos estamos en riesgo a los plaguicidas, pues han sido usados durante mucho tiempo, no sólo en nuestro país sino a nivel planetario”.
La experta indicó que Estados Unidos y Canadá tienen fuera de su mercado estos compuestos organoclorados desde hace tiempo, pero América Latina aún tiene el problema vigente, “es increíble que México y otros países en desarrollo presentemos resultados donde aún aparezcan organoclorados, en Europa no pueden creer que todavía tengamos la presencia de este tipo de agrotóxicos”.
Respecto al papel de la academia, Ponce nos recuerda que “las instituciones educativas, tenemos el compromiso de participar con la información que generemos en nuestros grupos de trabajo, y nuestra responsabilidad es generar lo datos con calidad, atender las invitaciones que nos hacen los tomadores de decisiones (…) realizar un trabajo conjunto entre la academia, autoridades, sector productivo e industria agroquímica”.
Finalmente, explicó que los consumidores también debemos contribuir para que los contaminantes no lleguen a los ecosistemas costeros, una manera es no comprar insecticidas, aprender a usar otro tipo controles como repelentes caseros y naturales, ya que los repelentes sintéticos provocan resistencia y son de alto riesgo.
Sostuvo que es importante conocer los productos de mayor riesgo, minimizar el consumo de productos químicos ya que en el mercado existe otras sustancias sintéticas además de plaguicidas.
“Tenemos una gran responsabilidad como seres de este planeta, aunque vivamos a 2 mil 200 metros sobre el nivel del mar en esta ciudad, lo que generemos aquí finalmente llegará a un ambiente natural costero” enfatizó.