La temporada invernal, conocida como seca-fría, es propicia para el aumento de la contaminación del aire. Comprende los meses de noviembre a finales de febrero, y se caracteriza por bajas o nulas precipitaciones pluviales y temperaturas ambiente más bajas, lo cual genera inversiones térmicas con frecuencia, lo que contribuye a que exista acumulación de contaminantes, en especial de partículas suspendidas PM10 y PM2.5.
En estos días, las autoridades ambientales recomiendan a la población evitar fogatas, quema de llantas, basura o pastizales, así como abstenerse de usar pirotecnia, además de mantener sus vehículos en buenas condiciones mecánicas y verificados.
Con respecto a la pirotecnia en México, se sabe que es una actividad productiva llevada a cabo en 28 estados de la República, siendo el Estado de México el mayor productor en el país y los municipios donde se concentra la mayor producción y número de fabricantes de artificios pirotécnicos son Tultepec, Zumpango, Almoloya de Juárez, Ozumba, Texcoco, Chimalhuacán y Axapusco, y es también en dicho estado donde se encuentra el Instituto Mexiquense de la Pirotecnia, el único organismo público a nivel nacional dedicado a la pirotecnia.
En las últimas décadas, organizaciones ambientalistas y de protección animal han manifestado su preocupación por el incremento de esta práctica, ya que argumentan que la exposición a niveles elevados de gases, partículas y ruidos que ésta produce, afectan directamente la salud de las personas y el bienestar de los animales debido al aumento consecuente de contaminación auditiva y atmosférica por material particulado fino y grueso, algunos metales pesados, y gases de efecto invernadero (GEI), dióxido de carbono y óxidos de nitrógeno.
El uso de la pirotecnia también causa afectaciones en ciertos grupos de personas y en animales: estrés, angustia, falta de aire, aturdimiento, pérdida de control, miedo y en algunos casos la muerte, razón por la que miles de animales escapan de sus hogares durante los festejos.
En la pirotecnia se mezclan neutralizantes, oxidantes y aglomerantes, además del perclorato de sodio que da propulsión a los cohetes, los metales pesados que aportan el color y los aerosoles que producen la detonación.
Ya en el aire, esa mezcla libera monóxido de carbono (CO) y partículas suspendidas (PM2.5) que, al ser inhaladas y entrar directamente hasta el fondo pulmonar, provocan graves daños a la salud.
A su vez, el perclorato de sodio que detona la cohetería cerca de los cuerpos de agua aumenta hasta un millar de veces los niveles normales y daña a microorganismos y fauna acuática.
Por estas razones se exhorta a la población a realizar un manejo seguro de juegos pirotécnicos para prevenir accidentes por quemaduras y otro tipo de lesiones físicas, pero lo mejor es evitarlos por seguridad y para mantener limpio el aire que respiramos.